Después de media hora de comer amigablemente, Altea se había hecho una impresión preliminar de los tres señores.
Micheal y Mateo tenían sus propias similitudes: vestían máscaras sonrientes y causaban una buena primera impresión a la mayoría de las personas. Sin embargo, la de Mateo era un poco más templada, como una máscara que llevaba todo el tiempo, lo cual no era una sorpresa para un político. Por otro lado, la sonrisa de Micheal era parecida a la de una serpiente, lista para atacar.
La tercera señora, Kimmy, era una niña mimada pero sin mal corazón. Simplemente amaba la belleza y estaba abierta a lo que quería. Tenía mucho que aprender, pero aún así podría hacerlo bien con experiencia.
Mientras comían la bandeja de frutas, Micheal comenzó con sus preguntas —¿Saben ustedes acerca de edificios personalizados? Esperamos comprar el plano.
Altea lo miró con interés.
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