Al entrar al cuarto contiguo, donde Elle podría descansar, Sebastián la acomodó en la cama, su rostro todavía marcado por la preocupación y el temor.
Al presenciar su emoción, Elle se encontró con su mirada y pudo ver la tensión subyacente en su expresión.
—¿Estás... bien, Iza? —La voz de Sebastián era baja—. ¿Sientes dolor en alguna parte? ¿Necesitas algo? Permíteme...
Elle suavemente tomó su rostro, su toque interrumpió sus palabras, y una sonrisa se dibujó en sus labios.
—Estoy bien, Seb. No siento ningún dolor y todo lo que necesito ahora es... tú, a mi lado —El amor en sus ojos y la sinceridad en su voz transmitían su tranquilidad.
Sebastián se detuvo, sus ojos escrutaron su cara, buscando cualquier signo de angustia. Gradualmente, liberó una respiración temblorosa. La atrajo hacia su abrazo, sosteniéndola cerca mientras susurraba:
—Gracias... por despertar a Alicia. No sabes cuán increíble eres, Iza.
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