Rafael echó un vistazo a Isidora mientras tomaba un sorbo de su bebida, sus pensamientos se desviaron momentáneamente. Ella era una mujer intrigante, y como él había esperado, más que digna de ser reina. Había algo en ella, una mezcla cautivadora de belleza e inteligencia, que él se encontraba admirando más de lo que había previsto. Su atractivo era innegable, casi magnético, y se sintió atraído por ello de una manera que no había anticipado. No eran solo su aspecto, aunque ciertamente eran impactantes; era la forma en que se comportaba, la confianza que irradiaba. No era tímida para compartir sus opiniones o incluso demasiado diplomática como solía ser la costumbre en la política, y eso solo aumentaba su encanto.
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