Oriana, quien servía como asistente personal de Arlan, siempre estaría a su lado, y Romano se sintió obligado a prepararla para lo que pudiera venir. Esperaba que, si ella volviera a encontrarse en esa situación, no fuera tan impactada y lastimada como lo fue hoy.
Mirando a Romano, Oriana preguntó más —¿Pero no vas a decirme qué es exactamente lo que está pasando, para que...
—No deberías preocuparte por ello. Su Alteza lo prefiere de esa manera —respondió Romano con firmeza.
Oriana observó a Romano por un momento, luego suspiró suavemente —Señor Romano, tú no sabes los detalles exactos de lo que le sucedió a Su Alteza, ¿verdad? Simplemente estás cumpliendo con tus deberes habituales.
Romano optó por no responder y simplemente dijo —Deberías volver a tu habitación. Ya es tarde.
Oriana contempló presionarlo para obtener más información, pero reconoció la inquebrantable lealtad de los criados reales, de los cuales Romano era un ejemplo principal.
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