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Capítulo 7: En las Profundidades de Ryūjin

Alex, con su mirada fija en el horizonte de ÓrbitaCentra, se encontraba en el umbral de las oficinas centrales de Ryūjin Global, un monolito de acero y vidrio que se alzaba, imponente, sobre la ciudad. La invitación para presentarse directamente en la sede principal no era algo que se pudiera tomar a la ligera. Era un reconocimiento, un llamado desde las alturas del poder corporativo.

El interior del edificio era tan impresionante como su fachada. Los pasillos eran amplios y estaban iluminados por luces suaves que se derramaban desde el techo de cristal. Las paredes, adornadas con obras de arte contemporáneo y tradicional japonés, creaban un ambiente que fusionaba lo antiguo y lo nuevo, un testimonio de la filosofía de Ryūjin Global.

Alex fue escoltado por dos guardias de seguridad, ambos con expresiones serias y ojos que escudriñaban cada movimiento. A través de múltiples niveles de seguridad, finalmente, llegó a una oficina que estaba en el piso más alto del rascacielos.

La oficina estaba bañada por la luz del sol que se filtraba a través de las amplias ventanas, revelando una vista panorámica de la ciudad abajo. Sentada detrás de un gran escritorio de ébano, estaba la mujer que controlaba una de las corporaciones más poderosas del mundo: Saya Ryūjin.

Saya Ryūjin era la viva imagen de la elegancia y la autoridad. Su piel pálida contrastaba maravillosamente con su largo cabello negro, que estaba recogido en un moño intrincado. Sus ojos, oscuros y penetrantes, observaron a Alex con una mezcla de curiosidad y cálculo. Vestía un kimono modernizado, negro con detalles en oro, que se ajustaba a su figura de manera impecable, destacando su presencia regia y su estatus.

Alex, manteniendo su compostura, se inclinó respetuosamente antes de tomar asiento frente a ella.

Saya: "Alex, es un placer finalmente conocerte en persona."

Su voz era suave, pero llevaba un tono de firmeza que dejaba claro que estaba acostumbrada a ser escuchada y obedecida.

Alex: "El placer es mío, señora Ryūjin."

Saya sonrió levemente, sus ojos aún fijos en Alex, evaluándolo.

Saya: "Has sido de gran utilidad para Ryūjin Global. Tus habilidades y tu lealtad no han pasado desapercibidas. Pero, como sabes, en nuestro mundo, el éxito y la habilidad atraen tanto oportunidades como peligros."

Alex asintió, su expresión permanecía neutral, pero sus ojos revelaban su interés y atención.

Saya continuó, "Quiero que te unas a mi equipo personal, Alex. Las operaciones a las que serás asignado serán de la más alta prioridad y sensibilidad. Necesito a alguien de tu calibre para asegurarme de que se ejecuten con la máxima eficiencia y discreción."

Alex sintió un ligero estremecimiento de anticipación. Este era un ascenso significativo, una oportunidad para sumergirse más profundamente en los entresijos del poder corporativo.

Alex: "Estoy a su servicio, señora Ryūjin. Haré todo lo que esté en mi poder para cumplir con las expectativas de Ryūjin Global y las suyas."

Saya se levantó, acercándose a Alex. Sus ojos se encontraron, y por un momento, él pudo ver la carga que llevaba, la expectativa de liderar una entidad tan masiva y poderosa.

Saya: "Bienvenido al núcleo, Alex. Aquí, las apuestas son más altas, y los errores, imperdonables. Pero si logras navegar por estas aguas traicioneras, las recompensas son inconmensurables."

Alex se puso de pie, inclinándose una vez más, sellando su nuevo destino en las profundidades de Ryūjin Global.

Alex, ahora inmerso en el núcleo de Ryūjin Global, se encontraba en un estado constante de alerta y aprendizaje. Los días se mezclaban con las noches en un torbellino de operaciones encubiertas, reuniones secretas, y estrategias de sombra. La confianza que Saya Ryūjin había depositado en él no era algo que tomara a la ligera. Cada paso que daba, cada decisión que tomaba, estaba impregnada de la conciencia de que un error podría costarle no solo su posición, sino potencialmente su vida.

La oficina de Saya estaba en el piso más alto del rascacielos de Ryūjin Global, ofreciendo una vista panorámica de ÓrbitaCentra. La ciudad se extendía como un mar de luces y sombras, y Alex, parado frente al ventanal, no podía evitar sentirse diminuto ante la inmensidad de todo ello.

Saya, sentada detrás de su escritorio de cristal, observó a Alex por un momento antes de hablar. "Alex, tu rendimiento ha sido excepcional," comenzó, su voz siempre calmada y controlada, "pero las cosas se van a intensificar. Los proyectos en los que estás trabajando son vitales para nuestra operación global y no podemos permitirnos fallos."

Alex se giró para enfrentarla, "Entendido, Saya-san. Estoy comprometido con la excelencia y la eficiencia en cada operación."

Saya asintió, "Eso es exactamente lo que necesito de ti. Pero también necesito que entiendas que lo que estamos haciendo aquí, en Ryūjin Global, no es simplemente por poder o control. Hay una visión, un futuro que estamos tratando de construir."

Alex se acercó al escritorio, "¿Un futuro, Saya-san?"

Ella se levantó, caminando hacia el ventanal, "Un futuro donde el caos y la anarquía no dicten el curso de la humanidad. Donde las personas no sean víctimas de la desesperanza y la desolación. Ryūjin Global busca establecer un orden, una estabilidad que es desesperadamente necesaria en este mundo."

Alex la observó, tratando de leer entre líneas de su expresión, "Y para construir ese futuro, estamos dispuestos a operar en las sombras, ¿correcto?"

Saya se volvió hacia él, "Las sombras, Alex, son necesarias. En la oscuridad, podemos operar sin restricciones, sin los límites que la luz del escrutinio público nos impondría. Pero nunca olvides que nuestro objetivo final es la luz, un mundo estabilizado y próspero."

Alex asintió lentamente, "Saya-san, mi lealtad a Ryūjin Global y a tu visión permanece inquebrantable."

Una sonrisa sutil cruzó el rostro de Saya, "Eso es lo que necesito, Alex. Pero recuerda, la lealtad también significa hacer las preguntas correctas y mantenernos en cheque. No quiero subordinados ciegos; quiero líderes perspicaces."

Alex se inclinó ligeramente, "Entendido, Saya-san."

Ella volvió a su escritorio, "Bien, prepárate. Las próximas operaciones te llevarán a los rincones más oscuros de ÓrbitaCentra y más allá. Y Alex... ten cuidado."

Él asintió, saliendo de la oficina con los próximos objetivos ya formándose en su mente. La visión de Saya era clara, pero las sombras en las que operaban eran cualquier cosa menos eso. Alex sabía que cada paso adelante podría ser tan peligroso como revelador.

Alex se encontraba en el elevador descendiendo desde la oficina de Saya, situada en la cúspide del rascacielos de Ryūjin Global. La cabina, hecha de un cristal que permitía una vista de 360 grados, le ofrecía una perspectiva imponente de ÓrbitaCentra. Las luces de la ciudad parpadeaban como estrellas caídas, y por un momento, Alex se perdió en la vastedad de la metrópolis que se extendía ante él.

Mientras el elevador descendía suavemente, Alex reflexionaba sobre las palabras de Saya. La visión que ella tenía para el futuro era clara, pero los métodos para alcanzarlo estaban envueltos en moralidades grises. ¿Era posible crear un futuro brillante utilizando tácticas oscuras? Alex se debatía internamente, pero su lealtad a Saya y a Ryūjin Global permanecía firme. Después de todo, le habían dado un propósito, una dirección en este mundo caótico.

El elevador se detuvo con un suave zumbido, las puertas se deslizaron abriendo y Alex salió al vestíbulo. El área estaba bañada en una luz suave, con paredes adornadas con arte contemporáneo y una recepción de diseño minimalista. La recepcionista, una mujer con un ciberimplante ocular que le daba un aspecto futurista, le sonrió cortésmente mientras él pasaba.

Alex se dirigió hacia la salida, sus pasos resonando en el amplio espacio. Al cruzar las puertas automáticas, el bullicio de ÓrbitaCentra lo envolvió. Gente de todas las formas, tamaños y grados de modificación cibernética se movían por las calles, cada uno inmerso en su propio mundo, sus propias luchas.

Se detuvo en un pequeño puesto de comida en la calle, donde un anciano vendía ramen. El olor del caldo caliente y las especias llenó sus sentidos, y por un momento, Alex se permitió simplemente estar presente, disfrutando de la simplicidad del momento.

El anciano le sonrió, sus ojos arrugados brillando con una mezcla de amabilidad y astucia comercial. "Joven, ¿te gustaría un tazón de ramen? Es el mejor de ÓrbitaCentra."

Alex sonrió, asintiendo y tomando asiento en uno de los taburetes. Mientras esperaba su comida, su mente vagaba de nuevo hacia su trabajo en Ryūjin Global. Las operaciones encubiertas, la información clasificada, y las decisiones de vida o muerte eran parte de su vida diaria. Pero en este pequeño rincón de la ciudad, con un tazón de ramen humeante frente a él, Alex encontró un momento de paz.

El anciano colocó el tazón frente a él, el vapor ascendiendo en espirales hacia el cielo nocturno. Alex asintió en agradecimiento y comenzó a comer, cada bocado un recordatorio de la vida más allá del submundo corporativo.

Mientras comía, su NeuroLinker vibró suavemente, un mensaje de Saya apareció en su visión. "Reunión a las 0800 horas. Información clasificada. No llegues tarde."

Alex terminó su ramen, pagó al anciano y se perdió en la multitud, su mente ya maquinando, preparándose para lo que vendría a continuación.

La noche se cernía sobre ÓrbitaCentra, las luces de neón pintaban las calles con sus tonos vibrantes, creando un espectáculo de colores que se reflejaban en el pavimento húmedo. Alex caminaba por las calles, su figura se mezclaba con las sombras mientras se movía con propósito hacia su destino. Su mente estaba en un estado de calma calculada, cada paso, cada respiración, estaba controlada y medida. La ciudad, con su bullicio constante y su caos controlado, parecía ajena a los engranajes que se movían en las sombras, a los hilos que eran tirados por aquellos en las alturas del poder.

Alex se detuvo frente a un edificio de aspecto antiguo, sus paredes de ladrillo y ventanas de vidrio empañado contrastaban con los rascacielos de alta tecnología que lo rodeaban. Este lugar, un relicto de una época pasada, era la fachada de una de las muchas operaciones encubiertas de Ryūjin Global. Alex ingresó, la puerta chirrió ligeramente al abrirse, revelando un interior oscuro e inquietante.

El interior del edificio estaba en marcado contraste con su exterior deteriorado. Las paredes interiores eran de un blanco inmaculado, iluminadas por luces empotradas que creaban un ambiente estéril. Alex fue recibido por un hombre de mediana edad, su rostro inexpresivo, sus ojos ocultos detrás de unas gafas oscuras. Sin palabras, el hombre le indicó que lo siguiera.

Caminaron por un pasillo largo y estrecho, las puertas a ambos lados estaban cerradas y no había indicación de lo que podría haber detrás de ellas. Alex, sin embargo, sabía que detrás de esas puertas se llevaban a cabo operaciones que determinaban el destino de naciones, de corporaciones, y de vidas. Su NeuroLinker vibró levemente, un recordatorio de la reunión que estaba a punto de tener lugar. Alex no necesitaba el recordatorio, su mente estaba enfocada, preparada para la información que estaba a punto de recibir y las decisiones que tendría que tomar.

Fueron conducidos a una sala de conferencias, la mesa central estaba rodeada por sillas de cuero negro, y en la pared, una pantalla mostraba datos en tiempo real de operaciones en curso en todo el mundo. Alex tomó asiento en una de las sillas, su postura era recta, sus manos reposaban tranquilamente sobre la mesa.

La puerta se abrió una vez más y Saya Ryūjin entró en la sala. Su presencia llenó el espacio, su aura de autoridad era palpable. Alex se puso de pie en un gesto de respeto, sus ojos se encontraron con los de ella, y por un momento, un entendimiento no dicho pasó entre ellos.

Saya se sentó en la cabecera de la mesa, su expresión era seria, sus ojos escaneaban la sala antes de posarse en Alex. "Hemos estado monitoreando tus operaciones de cerca, Alex," comenzó, su voz era calmada y controlada. "Tu eficiencia, tu lealtad, y tu habilidad para tomar decisiones en situaciones de alta presión han sido notables."

Alex asintió levemente, su expresión permanecía neutral. Saya continuó, "La información que has ayudado a adquirir ha sido invaluable para nuestras operaciones. Pero las cosas están cambiando, las tensiones están aumentando y necesitamos agentes de tu calibre en posiciones de mayor influencia."

La pantalla detrás de Saya se iluminó, mostrando una serie de imágenes y datos. Operaciones encubiertas, datos financieros, y perfiles de individuos clave se mostraron en una rápida sucesión. Saya se puso de pie, su mano se movió elegantemente a través de la pantalla, manipulando los datos con gestos precisos.

"Te estamos ascendiendo, Alex," dijo finalmente, sus ojos se encontraron con los de él una vez más. "Pero con este ascenso viene una mayor responsabilidad, una mayor exposición al peligro, y decisiones que afectarán no solo tu futuro, sino el futuro de Ryūjin Global y, por extensión, el mundo."

Alex permaneció inmutable, su mente procesando la información, calculando las variables y las posibles trayectorias que su futuro podría tomar. Saya le ofreció un pequeño dispositivo, su superficie negra y lisa reflejaba la luz de la sala.

"Esta es tu nueva identificación, tus nuevas credenciales, y la llave a tu nuevo rol dentro de Ryūjin Global," explicó Saya. "Estudia los datos, familiarízate con tus nuevas responsabilidades y prepárate, Alex. Estamos en la cúspide de un nuevo orden mundial, y tú vas a jugar un papel crucial en su formación."

Alex tomó el dispositivo, su peso en su mano era una tangible representación del peso de las responsabilidades que ahora llevaba sobre sus hombros. Sin palabras, asintió, aceptando el camino que se desplegaba ante él.

Alex, desde su lujoso apartamento en una de las torres residenciales de Ryūjin Global, contemplaba ÓrbitaCentra a través de las ventanas de piso a techo. La ciudad, un océano de luces y sombras, se desplegaba ante él, y sus pensamientos vagaban entre las olas de luces parpadeantes.

En otro rincón de la ciudad, Adria se estaba adaptando a su nueva vida con su novio, Erick. La existencia con él, un ingeniero en una firma tecnológica, era un cambio refrescante después de los años de lucha y supervivencia en los niveles bajos de ÓrbitaCentra. Aunque Adria seguía tocando su música, ahora lo hacía en lugares más seguros, alejada de los peligros de las calles.

Lena, por su parte, estaba asentada en la casa que Alex había asegurado para ella, un lugar seguro y confortable, lejos de las tensiones y amenazas de su vida anterior. A pesar de la pesadez en su corazón por la vida que su hijo había elegido, no podía negar el alivio que sentía al saber que tanto él como Adria estaban seguros, al menos por el momento.

Alex, ahora inmerso en un mundo de lujo, también estaba rodeado de una constante intriga y peligro. Aunque su lealtad a Ryūjin Global nunca vaciló, era plenamente consciente de los juegos de poder que se jugaban a su alrededor. La Sra. Ryūjin, con su presencia elegante y enigmática, era un rompecabezas que no podía resolver completamente. Aunque ella le había mostrado una especie de favor, Alex sabía que en el mundo corporativo, cada acción tenía un propósito.

En los días subsiguientes, Alex se sometió a una serie de entrenamientos y misiones, cada una diseñada para probar sus habilidades y lealtad. La Sra. Ryūjin, siempre vigilante, parecía estar evaluando cada uno de sus movimientos, asegurándose de que era un recurso en el que la corporación podía confiar.

Alex, por su parte, llevaba a cabo cada misión con una eficiencia letal. Sus habilidades e implantes, proporcionados por la corporación, lo convertían en un operativo excepcional. Sin embargo, en la tranquilidad de su apartamento, cuando las luces de la ciudad titilaban en la distancia, no podía evitar preguntarse sobre el camino que había elegido y hacia dónde lo llevaría.

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