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Semillas

Hoy, al fin, he entrado en el huerto. Estoy en el almacén. Solo. Así que llamo a Shi. La beso antes de que se adapte al nuevo entorno.

–Tonto… Ah, esto es el almacén del huerto.

Me suelta y empieza a recorrer las bolsas de semillas.

–Estas. Lleva también estas. Y algo de ese abono, que no se note mucho. Y estas también. ¡Ah! Hay huevos de lombriz. Coge unos pocos.

No sé por qué me he molestado en traerla. Solo había que coger… TODO. Aunque he de reconocer que me estoy divirtiendo viendo a Shi tan excitada. Como una niña pequeña. Una niña pequeña no esclava.

No tardo en mucho en enviarla de vuelta con sus nuevos juguetes. No puedo quedarme para siempre en el almacén. Shi habla con Song. Song se encoge de hombros y Shi se va al huerto que ha ido preparando. Por ahora hay algunas brotes de las plantas silvestres que ha ido recogiendo. Parece alegre mientras planta las semillas. Song la mira disimuladamente a lo lejos. Sonríe. Está desnuda. Sigue siendo muy sexy. Shi no lo estaba. Pero porque la había avisado. Enserio, podrían vestirse. Me distrae.

Estoy un rato más trabajando en el huerto. Hay que hacer una valla nueva. Me ofrezco voluntario para tirar trozos de la vieja. Vuelvo a llamar a Shi. Se queda allí revisando la basura. Yo voy haciendo viajes, algo nervioso. La podrían descubrir. Va con traje de esclava y el pelo suelto, que le cubre un poco la cara. Pero aun así es arriesgado.

Cuando vuelvo, un esclavo viene de allí. Se me acelera el corazón. Shi está en un rincón de espaldas, disimulado. Suspiro. Ha recogido los restos de tres azadas oxidadas y no muy rotas. También los restos de un pico y dos palas. La envío de vuelta. Está hablando un rato con Song. Se va a plantar semillas. Song limpia las herramientas. Luego tendrá que montarlas como pueda, usando varias ramas que hemos recogido. Me pregunto si podrá conseguir algo usable.

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Liang está tumbada sobre la cama, boca arriba. Tiene un pierna estirada. La otra sobre mi hombro. Su boca mordiendo un trozo de tela. Sus manos agarradas con fuerza al colchón. Me ha pedido que sea "intenso".

–¡¡¡¡MMMMMMMMMMMMMMHHHH!!! ¡mmmhh! !mmhhh! ¡¡¡¡MMMMMMMMMMMMMMHHHH!!! ¡mmmhh! !mmhhh! ¡¡¡¡MMMMMMMMMMMMMMHHHH!!! ¡mmmhh! !mmhhh! ¡¡¡¡MMMMMMMMMMMMMMHHHH!!! ¡mmmhh! !mmhhh!

La penetro con fuerza y qi. Luego salgo poco a poco. Creo que lleva unos quince orgasmos. Mis manos sujetan su pierna y su cadera. Sus ojos me miran cada vez que retrocedo. Los cierra cuando avanzo. También arquea todo su cuerpo. Este es el último.

–¡¡¡¡MMMMMMMMMMMMMMMMMHHHH!!! ¡¡¡¡MMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMHHHH!!! ¡¡¡¡MMMMHHHH!!! ¡¡¡¡MMMMHHHH!!! ¡¡¡¡MMMMHHHH!!! ¡Mmmmhhhhhhhh! Mmmmmmmh

Se queda un rato quieta, debajo de mí. Mirándome. Respirando por la boca. Finalmente me besa. Un beso largo y húmedo.

–Gracias.

La beso un poco más y me aparto de ella. Se enrosca en mi brazo y pronto se queda dormida. Invoco a Song y Shi. Como en los "viejos" tiempos. Ambas ya están desnudas. Se sonríen cómplices cuando me quejo sin mucha convicción.

Primero es Song. Hoy tiene que subir. Dice que no quiere mirarme para concentrarse. Así que la acostamos boca a abajo. Jugamos un poco con ella. Con su culo que tiembla al golpearlo suavemente. Con su vagina, un poco más escondida de lo normal. Shi le acaricia la espalda haciéndole cosquillas. Se burla de sus quejas. Pego a Shi como "castigo" en su trasero. Ella me mira seductora. "Después" me dice con los labios. Y sigue molestando a Song. 

Cuando está lista, la penetro por detrás. Apoyado en su culo y en su espalda. Con mis labios cerca de su cuello. Mis manos sobre las suyas. Pero casi no me muevo. Shi me acaricia suavemente la espalda. Casi no he puesto qi en la penetración.

–Ah. Cuesta concentrarse, ¿sabes?– se queja Song.

–Calla, no tenemos todo el día– susurra Shi. La pellizca.

Song se estremece ligeramente. Enseguida se pone a mover su qi. A despejar el camino de su meridiano. No tardamos mucho. Ya tengo práctica en ayudarla. Está en la etapa uno.

–¡Lo conseguí!– exclama en un susurro. Parece feliz.

–Felicidades– le dice Shi. La besa en la mejilla. Ajusta la almohada a la boca de su amiga.

–Felicidades– le digo yo.

Le muerdo la oreja. Empiezo a moverme sobre ella. A añadir qi. No tiene tiempo de quejarse. Su boca está tapada por la almohada. Cada embestida golpea contra su culo, que tiembla. Una mano aprieta la suya. La otra se mete bajo su cuerpo. Bajo su pecho. Prácticamente no pueda moverse.

Sus gemidos son ahogados por la almohada. Sus orgasmos vibran bajo mi cuerpo. Aprietan mi miembro. Resulta excitante tenerla atrapada. Tenerlas a las dos de nuevo en la habitación. Con una espectadora durmiente.

Acelero mis embestidas. Sus gemidos ahogados se intensifican. Todo su cuerpo se estremece y un líquido blanco la llena.

–Hab… aaah… éis sido los dos… aaahhhhh… muy malos– se queja.

–Pues parecía muy excitante. Yo también quiero probarlo– se ríe Shi.

No tarda en tumbarse boca abajo, junto a Song. Totalmente indefensa.

–Eres una envidiosa– le reprocha Song. Shi se ríe.

  Song le devuelve las caricias, con cosquillas.

–Eres una rencorosa– le reprocha a Song.

Las dos se ríen. Me encanta verlas reír de nuevo. Me follo a Shi también por detrás. Sobre ella. Dominando todo su cuerpo. Escuchando sus gemidos ahogados por la almohada que Song ha puesto bajo su boca.

– Pues sí es excitante verlo. Así que yo estaba así también…– se dice a sí misma Song.

Le aprieto el culo y ella lanza un gritito. Me mira con los mofletes hinchados. Pero ríe enseguida. Acelero sobre Shi. Mantengo el qi llenando de más mi contenedor. Mi lengua recorre su oreja. Al verme, Song hace lo mismo con la otra. Shi muerde la almohada mientras eyaculo en su interior. Su cuerpo se estremece y se tensa. Está un rato quiera sin moverse. Hasta que recupera el aliento. Me mira y mira a Song.

–¿Quién ha sido malo ahora?– protesta con los brazos en forma de jarras.

Los tres nos reímos. Nos quedamos un rato recostados hasta que las tengo que mandar de vuelta. Me acerco entonces a Liang. Pienso que estaría bien que supiera la verdad. Que estuviéramos los cuatro. Si no fuera tan peligroso…

Cuando mi qi ya no sobrepasa el contenedor, practico un poco la "Armadura Interior". Hasta que mi qi llega al punto que tengo fijado. Se recuperará por la noche y durante el día. La parte mala es que no puedo llamar a ninguna de las dos hasta que recuperen su qi. Me lo han prohibido. Quieren ser útiles. Quieren que alcance mi objetivo cuanto antes. El nuestro. Pero eso no les impide provocarme. Me dicen que no tengo que mirar sus cuerpos desnudos. Saben que no puedo evitarlo.

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Ya casi han pasado dos meses. He acabado mi primer cuaderno imbuido con qi. El maestro Mu lo da por bueno. De alguna forma, se siente bien. Aunque no tenga elección, sigo sintiendo la satisfacción de lograrlo. De hecho solo es un trozo del cuaderno. El correspondiente al reino del Génesis. Pero es trabajo que el resto se ahorran de hacer. Y hay algunos cuadernos que solo contienen esa etapa.

Cuando salgo voy probando la detección de qi que he aprendido estos últimos días. No gasta mucha energía. Y me da seguridad. Son quinientos metros a mi alrededor. En reinos superiores aumenta. De hecho, solo consigo doscientos, el resto se ve muy difuso. Aún tengo que acabar de dominarlo.

Sorprendentemente, detecto dos presencias que me siguen. Aún no soy capaz de distinguir muy bien la cantidad de qi. Diría que es baja. Sigo caminando preocupado. Me escondo detrás de un árbol.

–¿Dónde se ha metido?– dice una de ellas.

–Ni idea. Joder, quería darle una sorpresa– se queja la otra.

Son las dos esclavas que tenían que cortar leña a mi misma hora. Es la primera vez que las veo juntas por aquí. Planeaba ir a buscarlas una a una, pero ya no hará falta.

Cojo a una por la espalda, tapándole la boca y arrastrándola por la cintura. Le suelto la cintura y le giro para que me vea. Le hago la señal de silencio. Ella se sorprende primero. Luego asiente.

–¿Shu? ¿Dónde te has metido?– la llama la otra al ver que su compañera ha desaparecido.

Me acerco por la espalda. Le tapo la cara. La otra mano en la cintura. Pero pronto sube hacia sus enormes pechos. Son masivos, más grandes que los de Song.

–Te pillé– le susurro al oído.

La suelto y se gira. Sorprendida. Luego se ríe. También Shu. La dos me abrazan. Los tres estamos de pie. Ai es tan alta como yo. Shu ligeramente más baja. Me besan alternativamente. Yo tengo una mano en cada uno de sus enormes traseros. Los pechos de Shu son más modestos, pero también presionan sobre mí. Sus entrepiernas se restriegan con mis piernas. Pronto están mojadas.

–¿Quién quiere empezar?

Se miran. Al final es Ai. La hago volverse. Sus piernas casi tocando a las mías. Su cuerpo inclinado, hasta que sus codos tocan el suelo. Su pelo rubio oscuro cae sobre su cabeza. Su agujero totalmente expuesto ante mí. Juego un poco con él antes de penetrarla. Sus masivas tetas se mueven sin parar. Cada vez más rápido. Aunque casi no puedo verlas desde mi posición.

Gime sin complejos. Goza del sexo. No es mucho lo que pueden disfrutar. A veces parece que están desesperadas. Pero es como Liang dijo. No tienen nada más.

Shu está mirándonos. Acariciándose el exterior de su vagina. Agarrándose un pecho. Gimiendo un poco.

Acelero. Puedo oír sus tetas golpeando. Se estremece, pero no me detengo. Se estremece cada vez con más fuerza. Casi parece que se queda sin aire. Sus piernas sin fuerza. La aguanto y sigo empujando desde atrás. Doy unos últimos empujones con mis caderas y el qi antes de correrme en su interior. Ella se desploma. La sujeto y cae poco a poco.

Dejo a Ai en el suelo jadeando y me acerco a Shu. Me mira hambrienta. Le hago ponerse de espaldas como Ai. Pero con sus piernas juntas, pasando por debajo de las mías. Sus brazos estirados. Está empapada y ansiosa. No la hago esperar más. Gime de satisfacción. Al menos durante unos cuantos embistes. Luego va acelerando su respiración. Ya no puede controlar sus gemidos. Ai nos mira desde el suelo.

Al igual que con su compañera, no me detengo a dejarla descansar. No hay tiempo. Orgasmo tras orgasmo se estremece, jadea y pierde fuerza en las piernas. La aguanto con las manos en sus caderas. No dejo de penetrarla. Sus manos y brazos, de alguna forma, resisten. No tardo mucho más en correrme. En tener ella un último orgasmo. En colapsar y dejarse caer. Se daría un fuerte golpe si no la sostuviera.

Las acaricio y beso unos minutos más. Luego las ayudo a cortar madera. Se ofrecen para cuando sea. Para venir a mi habitación si quiero, aunque sea una noche. No les digo que no. No lo descarto. Pero también tengo que descansar un poco. Y reservar tiempo para Shi y Song.

Mientras se van, manejo mi qi. No estoy muy lejos de la tercera etapa. Una vez que Shi y Song han llegado a la primera, voy más rápido. Podría completarla en un par de semanas más. Sería un mes y medio.

Tres meses es lo más rápido que he oído para una etapa de este reino. Con ayuda de píldoras. Y no se puede hacer muy seguido. Seis meses es para gente con mucho talento. Un año se considera el límite para alguien que se dedica a cultivar. Para un esclavo, está bastante bien.

Sin duda, mi velocidad es excesiva. Y el de las chicas quizás también. Aún iría mejor si tuviera más parejas de rango mayor. Pero no me puedo dedicar a ayudar a subir a todas las esclavas con las que tengo relaciones. Llamaría demasiado la atención.

Próximo capítulo