Un escalofrío emanaba de los ojos de Ethan Smith.
Él discernió las intenciones del Emperador Ciervo, que buscaban puramente el entretenimiento.
Se decía que era un hombre que había vivido durante un milenio, aburrido hace tiempo de los placeres ordinarios e indiferente a la vida de los demás, jugando con ellas como si no fuesen nada.
—Cuarto concursante, ¿y tú? —preguntó el oficial, volviéndose hacia la cuarta persona.
El cuarto individuo llevaba una túnica negra y exudaba un aire de vejez y poder extraordinario.
Lentamente avanzó y dijo en voz baja, —Ya que estoy aquí, no me iré.
Al caer las palabras, la bata negra en su cuerpo se hizo añicos instantáneamente, revelando su verdadera identidad.
Era un anciano con cabellos y barba blancos, de aspecto muy viejo.
Al ver su cara, el oficial exclamó, —¿Tú eres... Emperador de la Espada?
—¿Qué? ¿Emperador de la Espada? —Al escuchar el nombre, todos se levantaron y miraron al anciano.
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