Al ver la imagen capturada por uno de los exploradores de la facción católica, el Sumo Pontífice Israfel entrecerró ligeramente los ojos como señal de que su estado de ánimo no era bueno.
Al ver esto, Mateo y los demás presentes enderezaron sus posturas. Algunos más ansiosos no pudieron evitar acariciar el cuerpo de sus bastones mágicos o el mango de sus espadas, mientras que los más sanguinarios sonrieron directamente en sus corazones sabiendo que pronto sucedería algo realmente interesante.
—Alas de carne de color negro, cola monstruosa, cuernos de cabra... y esas extrañas pupilas rosadas —murmuró Israfel con una expresión compuesta e indiferente—. Juzgando por el aura rosa que emana de su cuerpo y asimilándola con los registros de la Biblioteca Sagrada, me temo que esta criatura es un vil demonio maestro del encanto, un súcubo.
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