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Mientras Sunny luchaba por mantener tanto a sí mismo como a Ananke intactos en el furioso torbellino de la tormenta, podía sentir su pequeño cuerpo temblar. Su propio cuerpo estaba empapado en agua fría y helado hasta los huesos. Al mismo tiempo, podía sentir la radiante calidez de Neph insuflando calor en él.
Era más que solo calor, también.
Sabiendo que eran sus sombras las que los mantenían a salvo, Nephis envió sus llamas para envolver a Sunny, fortaleciendo tanto su cuerpo como su alma. La mayor parte de su luz se transfirió a él, mientras que el último jirón acariciaba suavemente a la niña sacerdotisa.
Cuando la llama blanca rodeó a Ananke, los numerosos rasguños y moretones que cubrían su pequeña figura se curaron instantáneamente. Ella pareció relajarse un poco.
...Sin embargo, Nephis misma quedó desprovista de cualquier protección.
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