En las Islas Balti.
En el vasto mar, Jeanne y Edward estaban en el yate, sintiendo la tranquilidad del mundo.
Dejando atrás el ajetreo y bullicio de la ciudad, la intriga, y el odio y la venganza, en realidad podían vivir una vida tan tranquila.
Jeanne pensaba si algún día llegaría en el que pudiera vivir una vida tan pacífica.
Mientras sus pensamientos vacilaban, el hombre a su lado la abrazó fuertemente.
Después de aplicarse protector solar el uno al otro, se abrazaron en el sofá de la cubierta, mirando las olas subir y bajar frente a ellos.
Jeanne disfrutaba mucho de ese momento.
Al principio, ella rechazó venir aquí con Edward porque, en primer lugar, estaban en un matrimonio de conveniencia, y ella no creía que fuera necesario un viaje de luna de miel; en segundo lugar, pensó que Edward la estaba reteniendo de su trabajo ya que tenía muchas cosas que hacer.
Sin embargo, en ese momento, admitió que se había enamorado de la idea.
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