Me encontraba detrás de las vallas del campo de equitación. Llevo la ropa de montar que Tricia había preparado para mí. Consiste en una blusa blanca de manga larga, un par de guantes negros y botas, y una gorra de montar. Mi cabello estaba trenzado en forma de cola de pez.
Estaba sosteniendo una fusta de montar con desgano.
—¿Dónde está León? —pregunté, empezando a aburrirme un poco.
—Según sé, estaba preparando los caballos hace un rato. —respondió Tricia.
Pocos minutos después veo dos caballos troteando no muy lejos de donde me encontraba. Uno es un caballo negro y el otro es blanco. Había un hombre montando el caballo negro mientras sostenía las riendas del blanco.
Cuando se acercaron más, vi que el jinete no era otro que León. El caballo negro puro se veía majestuoso y real, como si fuera el rey de todos los caballos. Y junto con León montándolo alto y orgulloso, desprendían un aura de realeza.
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