Tarde en la noche...
La noche estaba oscura y fría, y el viento aullaba mientras cortaba a través de la playa abandonada. La única luz provenía de las antorchas parpadeantes, proyectando sombras inquietantes en la arena. Los trabajadores se ocupaban de descargar la carga, sus alientos visibles en el aire frío. Jasper estaba inspeccionando su trabajo, dando órdenes e instrucciones a Michael.
—El Sr. Hubbard viene en camino con el cliente —dijo él, su voz baja y urgente—. Una vez que el trato esté cerrado, comenzaremos a actuar. No hagas nada precipitadamente. Solo espera mi señal.
—Entendido —respondió Michael—. —Michael asintió, tratando de mantener su compostura, pero su ansiedad era palpable. Los riesgos eran altos, y si algo salía mal, su plan se desmoronaría. No podía evitar temer la ira de Sebastián.
Jasper parecía percibir su inquietud y le dio una palmada en la espalda. —Oye, no te preocupes. Te cubro. Si las cosas se tuercen, asumiré la culpa.
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