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Un diamante sin pulir

  Respiró profundo, exhalando por la boca con fuerza, no quitando la mirada del lugar donde había estado parado Itkar. Exhaló con fuerza, similar al bufido de una bestia, sintiendo una gran furia contenida por no haberse podido vengar.

  --Juro que voy a matarte --Levantó la mirada al cielo-- ¡Me has escuchado! ¡Te mataré!

Volteó, mirando a la fémina con los dos pequeños.

  --Pensé en liberarlos, pero ya no. --Se acercó, colocándose frente a la mujer, exudando la imponencia de su cuerpo y la frialdad de su expresión.

La dama tragó saliva, mirándolo, temblaba por dentro, pero no podía desmoronarse, aún había dos pequeños que dependían de ella.

  --¿Qué es lo qué quieres de mí? --Preguntó con el temblor en su voz.

  --Una ventaja --Sonrió--, así que dime ¿Dónde se encuentran los calabozos?

  --No tenemos.

  --¡Mientes! --Gritó, respirando con fuerza frente a la cara de la mujer, quién tembló por un instante-- Podré parecerlo, pero no soy ningún idiota. Así que será mejor que me guíes, o en verdad dejaré de tenerles piedad.

La mujer volvió a tragar saliva, mordió sus labios, respiró y, después de unos segundos asintió, aceptando el mal menor. El joven cargó de vuelta a la dama, siguiendo a la madre junto con sus dos pequeños.

∆∆∆

Entraron nuevamente al castillo, dirigiéndose inmediatamente a los escalones que llevaban al piso de abajo, llegaron a las oscuras catacumbas, alumbradas tenuemente por artefactos mágicos. Había ídolos de piedra, esculturas de bestias desconocidas y sarcófagos con letras desconocidas talladas en su superficie y, aunque parecía que cada cosa en el lugar ocultaba una historia, el joven estaba más enfocado en seguir a la mujer. Al final del corredor llegaron ante diez celdas de lado y lado, un pasillo tenuemente iluminado por antorchas y, con una energía de contención envuelta en todo el lugar. Su mirada captó movimiento en cada una de ellas, así como de silenciosos gemidos y tosidos secos.

Llegaron ante dos celdas vacías, apestosas por el olor a orín y humedad, la mujer volteó a mirar al joven, esperando que se retractara de su palabra.

  --Entren. --Ordenó.

  --No puedes hacernos esto, por favor no. --Nadie deseaba ser cautivo de alguien y, menos en un lugar tan terrible como era la mazmorra del castillo.

  --¡Qué entren! --Alzó la voz, despertando a todos en el lugar.

Los niños miraron con odio y miedo al joven, pero no sé atrevieron a desobedecer, era el instinto de supervivencia con el que cada individuo nace, sabiendo que la mejor opción era acatar las órdenes de su captor. La dama entró a la celda con renuencia, acercándose a uno de los rincones junto con sus hijos. Abrió otra celda y tiró el cuerpo de la maga.

  --Sé que has despertado, así que déjame advertirte algo, si deseas vivir, ni siquiera pienses en escapar, porque créeme, puedo volverme creativo al momento de asesinar. --Cerró la celda, ocupando el artefacto de cerrojo, del que aún desconocía el funcionamiento.

Al ir por la mitad del corredor, alguien dentro de la celda de la derecha le jaló su pantalón de cuero. Giró el cuerpo inmediatamente, agudizando su vista para atravesar la tenue oscuridad. Frente a él se encontraba una silueta humanoide, de extremidades delgadas y, rostro cadavérico, era sutil, pero temblaba de miedo.

  --Por... favor... libérenos... --La voz era débil, cansada, con toques de desesperación.

El joven quitó la antorcha de la pared lejana, acercándosela para tener una mejor iluminación. Ahí, de pie, se encontraba un joven de menos de dieciocho años, cubierto de polvo, pálido y delgado por la desnutrición, pero con una mirada que a ojos del alto individuo, representaba la fortaleza de una muralla y, la determinación de la flecha lanzada. Por un momento observó su reflejo, alguien en las puertas de la muerte, pero con ganas de seguir luchando para sobrevivir. Sujetó el artefacto de cerrojo e intentó abrirlo, pero no lo logró.

  --Necesita... una... llave... señor... --Dijo el individuo pálido.

El joven frunció el ceño, enviando su mirada a un lugar en específico.

  --¡Mujer¡ ¿Dónde está la llave de esta celda? --Preguntó-- ¡Te estoy hablando a ti! --Dejó caer su mirada en la dama al lado de los infantes.

  --No lo sé, había un guardia que se encargaba de abrirles. --Respondió con respeto, ya estaba derrotada, ya no tenía el egocentrismo, ni la terquedad de la nobleza, ahora solo era una madre, que esperaba sobrevivir junto con sus hijos.

El joven lo pensó, pero al sentir que era muy tedioso buscar las llaves, comenzó a forzar los barrotes, pero al encontrarse con una extraña resistencia, lo dejó.

  --Volveré. --Le prometió al individuo encerrado, quién asintió con una sonrisa.

Tardó menos de lo esperado, ya que las llaves se encontraban en uno de los cuartos de servicio, colgadas a simple vista, parecía que el guardia no había querido perderlas. Volvió al calabozo y, sin mucha espera abrió la celda, claro, después de cinco intentos en terminar de probar cuál llave era la correcta.

  --Gracias --Dijo y, con calma se arrodilló, bajó su frente al suelo y juntó las palmas--... muchas... gracias... señor...

*Alguien desea jurarte lealtad*

*Aceptas: SI/NO*

El desconcierto llenó su mente, la repentina notificación frente a él lo había sacado de la realidad, sintiendo que las cosas estaban resultando demasiado extrañas. Observó otra vez al  individuo en el suelo, no sabiendo qué hacer, pero al final se decidió por aceptar.

*Astra se ha convertido en tu subordinado*

Justo cuando aceptó la subordinación de Astra, una línea roja, imperceptible para el ojo humano los unió, atando a amo y sirviente hasta el último de sus días. Astra sintió su cuerpo regenerarse, no en la cantidad que había sufrido el joven sin nombre, pero si tuvo un cambio verdadero, su desnutrición se aminoró, su cabello retomó el brillo y su cuerpo pareció recobrar un poco la masa muscular.

  --Levántate. --Ordenó.

Astra se colocó de pie inmediatamente, no sabía que era lo que había pasado con su cuerpo, ni que lo había causado, pero esos pensamientos no le eran importantes, lo que deseaba en verdad era salvar a su hermana y, conocer lo que el joven cubierto en sangre tenía preparado para él.

Abrió la notificación parpadeante en la esquina superior de su campo de visión, encontrándose con las estadísticas de Astra.

~•~•

  - Nombre: Astra.

  - Edad: 17 ernas (años)

  - Estatus: Subordinado de [ ]

  - Sangre: Sin despertar.

  - Potencial: Decente.

  - Lealtad: Máxima.

  - Habilidad especial: No tiene

~•~•

Se quedó por un momento observando sus atributos, destacando en la agilidad e inteligencia, sin dudar llevó su mano a su cabeza, activando la habilidad [Instruir]. Un extraño viento que provenía de ninguna parte envolvió a ambos, Astra gritó adolorido, mientras sentía su piel partirse.

  --Hermano... --Del fondo de la celda, una apagada voz femenina fue emitida.

Astra cayó al suelo de rodillas, jadeando, pero con una extraña sonrisa en su cara.

  --¿Cómo te sientes? --Preguntó con un tono cansado, parecía que la habilidad había ocupado la mayor parte de su energía.

  --No sé cómo explicarlo --Se colocó de pie, mirando sus manos--, pero me siento increíble, nunca había tenido está sensación. Señor --Lo miró suplicante--, por favor ¿Podría hacerle esto a mi hermana?

  --¿Tú hermana? --Preguntó.

Astra asintió, señalando al fondo de la celda, donde oculta entre la sombra se notaba una delgada silueta acostada. El joven dudó, pero sintió que la petición de su subordinado no era exagerada, por lo que se decidió en aceptar. Con pasos lentos se acercó al cuerpo de la hermana de Astra, tocando con su mano su hombro derecho y, con dificultad activó su habilidad.

*El nivel de tu habilidad es demasiado bajo*

Cayó al suelo de nalgas, cansado y respirando con dificultad.

  --Señor --Dijo alarmado-- ¿Qué sucede?

  --No lo sé, pero creo que tú hermana tendrá que esperar para aceptar mi poder. --Dijo con una extraña mirada, sintiendo un extremo valor en la dama acostada.

Capítulo dedicado con especial cariño a: Jose E.

Un saludo y, un fuerte abrazo.

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