Hechizo de luna
Capítulo primero..
Era la época del virreynato de la nueva España. Valladolid era una próspera ciudad situada en lo que hoy es Morelia, en una de tantas rancherias un hermosa campirana de nombre Beatriz, paseaba por los llanos montada en su fiel corcel de nombre " Cara blanca."
Esa joven era la hija del mejor criador caballos de en la región, así que desde muy pequeña se había convertido en una excelente jinete. Muy poco visto para mujeres en esos tiempos.
Un silbido interrumpió el trote del corcel e hizo que Beatriz diera un giro a las riendas del animal y este regreso con un lento trote hacia el hombre que estaba parado frente al potrero. Se trataba del padre de la joven se fue acercando lentamente a el y apeó de su montura con un ligero salto.
- ¿Que ocurre padre?-
El hombre la miró con enojo mientras sujetaba las riendas de cara blanca y las ataba en un madero.
- Acaba de irse don Tomás. Esta furioso, amenazó no darme más trabajo si tu no te alejas de su hijo.
- Beatriz sabía perfectamente que el padre de su amado no la veia con buenos ojos.
- Yo creo que esa decisión la tendrá que tomar Felipe.
¡Te equivocas! Esa decisión la tomaré yo. Don Tomás es quien más y mejores caballos tiene en toda Valladolid y el que mejor reales paga.
Beatriz se puso furiosa ante la actitud de su padre.
- Felipe y yo nos amamos y pronto nos vamos a casar les guste o no.
- Tu sabes que don Tomás nunca te aceptará. Es muy influyente en esta región y nunca permitirá que su único heredero se case con la hija de un simple criador de caballos.
- Felipe no es como su padre, el me acepta tal como soy, nos iremos lejos de aquí.
- Es mi ultima palabra; alejate del joven Felipe.
- El hombre montó su caballo y se alejó cabalgando rápidamente. Beatriz regresó hasta donde estaba cara blanca pastando tranquilamente. Lo desató y volvió a subir en su montura en dirección a la ranchería donde vivía. Ahí doña catalina. Su madre, ya le esperaba y al observar el semblante triste de la joven de inmediato notó que algo pasaba.
- Muéstrame tu mano, veo algo oscuro en el ambiente.
La joven accedió y doña Catalina dio un paso hacia atrás con asombró
¿Que es lo que pasa madre que viste?
En las palma de tu mano dice que el peligro te acecha .Hay un hombre que quiere hacerte daño, es cruel y perverso, debes tener mucho cuidado.
Me estas asustando ¿no será acaso una treta de mi padre para alejarme de Felipe?- respondió Beatriz un tanto escéptica.
-Sabes que digo la verdad, los conocimientos que heredé de mis ancestros gitanos son exactos. Por favor hazme caso, sólo deseo prevenirte.
-Me estas asustando madre-
La mujer se dio cuenta del miedo que causaba en su hija así que cambio de tema.
Bueno dejemos esto por ahora, ya preparé algo de comer, tu padre no tarda en llegar, sólo falta terminar las tortillas.
-Estuve con el hace unos instantes, está molesto conmigo.
- Si, el me platicó la discusión que tuvo con don Tomás.
-Así es madre, yo sólo deseo ser feliz al lado de Felipe.
Doña Catalina guardo silencio. Adoraba a su única hija, solo que la relación con ese joven se estaba complicando.
- Espero que todo esto no salga mal. Tengo un mal presentimiento.
-¡Madre! he aprendido bien las artes que me enseñaste desde que era una niña. Aquellas que tu aprendiste cuando eras parte de la caravana de gitanos. Creo que puedo cuidarme bien.
Te he enseñado algunos hechizos antiguos. Sólo utilízalos para hacer el bien.
-Así lo haré madre, ahora te ayudaré en lo que sea necesario - en la tarde iré al centro de Valladolid.
- la cara de doña Catalina se volvió sombría
¿Iras a verlo verdad?
- Así es madre, sabes que lo amo y el también a mi.
- Lo se hija, aunque no dejas de preocuparme, se que el joven Felipe es buena persona y no me opongo, aunque, de quien debes tener cuidado es del caporal que sigue tus pasos y tambien de don Tomás.
-Ese caporal no me deja en paz, parece mi sombra. Trataré de evitarlo lo más que pueda, su mirada me causa escalofríos.
Esa misma tarde Beatriz llegó a la catedral de Valladolid para reunirse con Felipe. Su gran amor.
A los pocos minutos, el joven hizo su arribo, el uniforme del ejército realista que portaba, se veía elegante e impecable.
- Que bueno que llegaste, temí que no vendrías hoy
- ¿Te veo preocupada?
¿Acaso ha pasado algo malo?
- ¡Es tu padre! no quiere que estemos juntos acaba de estar con mi padre y lo amenazó.
-Esto se acabó- no voy a permitir que siga entrometiéndose en mi vida. Mañana al tardecer nos iremos de aquí. Te esperaré afuera de la hacienda. Partiremos a Guanajuato.
Se abrazaron y caminaron por las empedradas calles hacía el templo de las ánimas. Justo en ese sitio cruzaba un acueducto elevado que abastecía de agua a la ciudad.
Entraron en silencio a la pequeña capilla y Beatriz se colocó un velo blanco en señal de respeto hacia ese lugar. Tomaron asiento frente al altar y se persignaron.