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226) El encargo de Dumbledore

Dumbledore estaba a punto de marcharse poco después de nuestro intercambio, pero le aconsejé que se quedara un rato más. No solo tendría su respuesta pronto, sino que su presencia aquí, tras lo sucedido, sería una excelente publicidad para mi negocio.

Al quedarse, comenzó a hablarme sobre los hechizos que planeaba donar a la escuela, lo que me hizo dudar de mi decisión de insistirle. Todo empezó a cobrar sentido: sí, me había presionado con los hechizos, pero también me respaldó contra Fudge. Parecía una especie de maniobra para obtener mi ayuda en la búsqueda de Gemma Farley. No estaba seguro si sabía algo más o si Severus le habría contado lo que mencioné. Aunque lo dudaba, su comportamiento dejaba entrever algo de intriga.

Sin embargo, nada de eso importaba ahora. Me puse a transcribir varios de los hechizos que había aprendido durante mi misión en Troya. Mientras escribía, Tonks, quien yacía inconsciente en un sillón cercano tras la lucha y las heridas, comenzó a despertar. Aturdida y visiblemente tensa, buscó instintivamente su varita, pero no la encontró. Solo se calmó al notar que ya no estábamos en el campo de batalla.

Se levantó con esfuerzo y, al verme escribiendo frente a Dumbledore en un local lleno de actividad, preguntó, confundida:

"¿Ganamos o fue todo un sueño?"(Tonks)

"Ganamos" le respondí, sin apartar la vista de mi trabajo.

"¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?"(Tonks)

"No mucho."(Tenebrius)

"Hmm... voy a descansar. Me voy a casa" dijo con voz cansada y el cuerpo adolorido. "Piensa en cómo le vas a contar a mi madre lo que pasó, porque yo no quiero ser quien se lo diga" añadió mientras se dirigía a la puerta que conducía a la cocina.

Un clon la esperaba para transportarla usando [Viaje], lo que me hizo volver a considerar si podría compartir esa habilidad con otros. Si otras capacidades podían transferirse mediante [Gremio], tal vez habría maneras de expandir su uso. Era un terreno de posibilidades que valdría la pena explorar. Quizás, con el tiempo y al subir de nivel, lograría algo similar. Después de todo, la habilidad había mejorado constantemente con mis viajes por Europa.

Cuando Tonks se marchó, me quedé solo con Dumbledore. Él parecía distraído mientras examinaba los artículos que se ofrecian en los mostradores del local. Aunque su expresión permanecía inmutable, sabía que estaba evaluando todo con detenimiento. Podía percibir su curiosidad, su sorpresa y, quizás, un toque de ansiedad.

Había mucho en este lugar que escapaba incluso a la comprensión de alguien como él: magia poderosa, increibles habilidades de combate, hechizos desconocidos, un tablón de misiones mágico de origen enigmático, y una tienda que ofrecía artículos inusuales y difíciles de conseguir, incluso para alguien como él, a precios casi absurdos.

Si Tenebrius fuera una persona real, tal vez Dumbledore no estaría tan sorprendido. A veces él mismo lo olvidaba: Tenebrius no era más que un alter ego creado por un simple estudiante, un alumno de segundo año. Red, el muchacho que apenas había hecho algo destacable en Hogwarts este año, había logrado cosas que superaban con creces las capacidades de cualquiera de sus pares, e incluso de muchos graduados.

Para Dumbledore, mi rápido crecimiento empezaba a ser alarmante. Antes solo tenía que vigilarme con precaución, pero ahora parecía cuestionarse si no debía prestarme la misma atención que le daba a Harry.

No obstante, lo que sabía sobre mí lograba tranquilizarlo hasta cierto punto. Era problemático y algo promiscuo, pero no mostraba signos de una verdadera maldad. Según Hagrid y los centauros, había salvado a un unicornio, un acto que, en sus ojos, hablaba de mi bondad. Pero el problema no era mi carácter; era mi poder. Si llegara a desviarme, no sería una amenaza menor. Un joven con malas intenciones pero sin medios es poco peligroso; uno con habilidades como las mías sería devastador si me desviara.

Mientras escribía, sentí una mirada fija sobre mí. Alzando la vista, noté que Dumbledore me observaba de reojo. Sus ojos se desviaron de inmediato, pero la intensidad de su mirada me inquietó. No sabía qué estaba pensando, pero algo en mi interior me decía que debía estar alerta. Disimulé mis preocupaciones al igual que él, pero no pude evitar la sensación de que algo se estaba gestando en las sombras.

Cuando el anciano regresó, yo ya había terminado de transcribir y dibujar en una pequeña libreta los hechizos que había recopilado. Griegos, egipcios, persas… un poco de todo. Desde magia utilitaria hasta hechizos de sanación y combate. Cuando le entregué el cuaderno, lo tomó con seriedad, dedicándose a leerlo con detenimiento. Había sido muy detallado en algunos aspectos como gesto de agradecimiento, incluyendo notas sobre errores que cometí al principio para que los futuros alumnos que llegaran a leerlo no repitieran mis fallos y terminaran sin un brazo o una pierna.

"Magia muy interesante. Antigua, pero educativa." Comentó.

"Puede traer sus sorpresas" respondí, recostándome en la silla con los brazos cruzados. Quería proyectar confianza, consciente de que todos los clientes, disimuladamente o no, estaban observándonos.

"Parece que llevas mucho tiempo practicándola" comentó, pasando la página con calma, aunque sabía que dedicaba más tiempo a observarme que al cuaderno.

"Lleva su tiempo, pero con… ciertas habilidades puedes ahorrar bastante" dije, haciendo una vaga referencia a los clones. Esa sería mi explicación oficial; no era necesario que nadie supiera que tenía formas de obtener mucho más tiempo del que parecía.

"Debo admitir que eres el joven más prodigioso que he conocido" dijo con sinceridad, aunque en su tono percibí algo más. A sus ojos, mi potencial no era precisamente un halago, sino que era como una advertencia.

"Gracias" respondí con neutralidad, manteniendo mi expresión tranquila.

La charla continuó brevemente, pero podía sentir cómo el anciano intentaba indagar. Me esforcé por mantener un equilibrio: no ser ni demasiado evasivo ni tan sincero como para revelar más de lo necesario. Había que evitar cualquier sospecha que pudiera llevarlo a entrometerse más de lo debido.

Cuando finalmente se cumplió una hora desde que había solicitado la misión, me levanté y me dirigí a uno de los mostradores. Actuando con normalidad, me incliné como si estuviera revisando algo debajo de él. Saqué una nota en blanco, fingí leerla, luego tomé una bolsa y un sobre antes de regresar junto a Dumbledore.

"Aquí tiene" dije, entregándole el sobre y colocando la bolsa sobre la mesa. Las monedas en su interior tintinearon suavemente.

El anciano tomó el sobre, ignorando por completo la bolsa, y me miró con esa expresión inquisitiva que ya había empezado a incomodarme. Después de un momento, desvió la mirada y abrió el sobre. Dentro encontró varias fotografías.

En ellas aparecía Gemma Farley, la persona que buscaba, realizando diversas actividades cotidianas: colgando ropa a secar al estilo muggle, trabajando en un jardín, comiendo un sándwich en un restaurante, dando una clase frente a una pizarra, sentada junto a una fuente… y, finalmente, probándose un bikini muggle.

Mi cuerpo reaccionó antes que mi mente. Salté de inmediato y le arrebaté esa última foto de las manos. Ni siquiera me había dado cuenta de que se había colado entre las imágenes. Sin perder un segundo, saqué mi varita y conjuré un incendio para reducirla a cenizas.

*¡Cof!*

"No creo que esa le haga falta" dije con un tono desvergonzado, aunque sentía el leve calor de la vergüenza en mis mejillas.

El anciano me miró por un momento antes de volver su atención a las fotos. Eran imágenes sencillas, tomadas desde la distancia. Apenas había alguien más junto a Gemma en ellas y, cuando lo había, las fotos estaban cuidadosamente encuadradas para evitar exponer los rostros de las otras personas. Pero lo que estaba claro era que se trataba de fotos recientes. Gemma parecía estar bien, aunque el lugar donde se encontraba seguía siendo un misterio.

"Entonces…" dijo finalmente, dejando las fotos sobre la mesa.

"Lo siento, pero la otra parte hizo una contraoferta. No quiere ser encontrada"respondí con un tono de negocios serio. "No puedo darle su ubicación, pero permitió que le entregáramos estas fotos para que sepa que está bien. Por eso le devolveremos la mitad de lo que pagó." Señalé la bolsa de monedas sobre la mesa.

El anciano volvió a mirar las fotos. En ellas, la joven parecía vivir una vida tranquila, incluso feliz. Según sabía, estaba embarazada y conociando a sus padres, pensó que podría no ser tan malo que estuviera en aquel lugar.

"Pero sabes dónde está, ¿no es así?" preguntó sin mirarme.

"No puedo decirle eso." (Tenebrius)

"Solo quiero saber si está bien" respondió con un suspiro. Su voz cargaba el peso de los años y las pérdidas. No era la primera vez que enfrentaba problemas con estudiantes bajo su protección: la muerte de Myrtle, la expulsión de Newt, la acusación contra Hagrid. El anciano estaba cansado, deseando solo que sus últimos años en este mundo transcurrieran en paz, con la certeza de que sus alumnos podían vivir vidas plenas y seguras.

"Está bien" respondí, también suspirando. Elegí mis palabras con cuidado, buscando tranquilizarlo y cerrar el tema antes de que se complicara más. "Está en un lugar seguro, inaccesible para cualquier desconocido. Tiene pocos pero buenos amigos, recibe cuidados completos para su embarazo y trabaja ocasionalmente como maestra para un grupo reducido de niñas que están aprendiendo magia. No terminó sus estudios, así que su enseñanza es limitada, pero no carece de dinero. En general, está bien."

"¿Un lugar inaccesible ?" preguntó con interés.

"Bueno… más o menos. Solo unos pocos tienen acceso." Sentí que quizá había dicho demasiado.

"¿Has estado allí?"(Dumbledore)

"Tal vez."(Tenebrius)

"¿Tiene algo que ver con la gente que te proporcionó ese tablón?" preguntó con perspicacia, uniendo las piezas. Sabía que ese grupo misterioso era lo único desconocido para él que podía explicar mi rápido crecimiento.

"Mmmh…" dudé, notando cómo Dumbledore estaba descifrando todo con una facilidad inquietante. "Sí"

"¿Los conoces bien?" insistió. No sabía si preguntaba por preocupación hacia Gemma o por temor a la influencia que pudieran tener sobre mí.

"Solo a dos personas, y tampoco demasiado. No son de muchas palabras. Uno de ellos es un comerciante; casi todo lo que vendo aquí proviene de él. El otro es un anciano recluido en su torre, que ofrece servicios como tasaciones, identificaciones y eliminación de maldiciones, entre otras cosas. Solo los conozco a ellos. Si quiere más información, debería preguntarle a Gemma. Ella sabe bastante de ese grupo; de hecho, creo que el padre de su hijo es alguien importante dentro de ellos." Respondí mezclando verdades y mentiras, tratando de desviar su atención.

"¿Cómo los conociste?" preguntó, tanteando el terreno. Sabía que no estaba siendo completamente honesto, pero esperaba encontrar algo útil en mis respuestas.

"Cuando era niño, el comerciante pasó cerca de la Madriguera. Me alejé un poco de casa ese día y encontré su carro lleno de productos. Tenía algunos knuts conmigo y compré dulces para mi hermana y para mí. Me dijo que, por encontrarlo, me convertía en cliente. Desde entonces, cada vez que abre su tienda en una nueva ubicación, me manda un mensaje para avisarme. Ahí compro casi todo lo que uso, aunque no puedo hablar de ello con cualquiera sin consultarlo primero. Con usted hice una excepción porque es alguien… confiable." Remarqué la palabra, buscando darle un aire de complicidad. "ero me gustaría que guardara el secreto. No quiero perder al proveedor que mantiene mi tienda en pie. Si necesita más información, puede contactar con un antiguo alumno, Remus Lupin. Se lo presenté hace tiempo, y ahora tratan con él regularmente."

Había dicho lo suficiente para satisfacer su curiosidad y al mismo tiempo pasarle la carga a otro. Lupin era un nombre en el que Dumbledore confiaba, y yo sabía que no tenía demasiada información sobre este asunto, así que no me preocupaba.

El anciano se fue poco después, dejándome con un nudo de inquietud en el pecho. Me pregunté cuántos problemas me traerían las decisiones que tome el día de hoy. Estaba seguro de que volvería a aparecer en el profeta por la batalla reciente, y mis instintos también me decían que, a partir de ahora, Dumbledore estaría más atento a mis movimientos.

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1er Capítulo Adicional

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