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Remanentes de otra Era 1.84

Por su parte, Viggo avanzo a paso rápido por la niebla, encontrando el bosque tenebroso en su camino y los cadáveres de los inmortales en el proceso. Todos ellos tenían la cabeza reventada, fue una muerte casi instantánea, supuso Viggo. Después él siguió avanzando hasta dar con los pilares de piedra obsidiana y supo que estaba en buen camino. A los pocos minutos dio con una depresión en la tierra que tenía dos metros de profundidad y tres metros de ancho. Viggo continuo por ese camino y se encontró varias estatuas de personas, todas ellas en una pose de estar corriendo despavoridas de algo. Eran esculturas increíbles, se podía ver la intensidad de su miedo en la mirada y en la expresión de su rostro.

Viggo siguió avanzando por el camino y encontrándose con más estatuas hasta que llego al final y dio con una escalinata que lo llevo a un gran espacio plano con todo el suelo recubierto de piedra obsidiana. Al lado izquierdo se veía el bosque tenebroso mientras que, a la derecha, se veía una gran entrada con una enorme puerta de piedra obsidiana. El lugar parecía abandonado con algunos escombros de pilares regados por todo el sitio. A los lados de la puerta había grandes murallas de diez metros de altura, también de piedra obsidiana. Por su longitud y forma, parecía que la prisión había sido construida con forma de cuadrado. Solo este lado del cuadrado tenía más de quinientos metros de largo.

Viggo avanzó a la puerta y golpeo la superficie con su palma varias veces. Totalmente inamovible, pensó, al menos con sus fuerzas actuales. Así que busco las típicas hendiduras que quedan entre los bloques que conforman la muralla y comenzó a escalar. Una vez que él llegó a lo alto de la muralla, vio que por dentro habían construido caminos que culebreaban hasta llegar a un gran espacio rectangular en el centro de la prisión. Viggo camino por la muralla, sin muchas intenciones de bajar. Todo se veía sucio y abandonado, con cientos de estatuas repartidas a lo largo de los pasillos. Sin contar que su instinto le decía que había muchas serpientes.

Viggo siguió caminando por la parte superior de la muralla, avanzando por el lado derecho hasta doblar en una esquina y seguir avanzando. Él vio pilares derruidos, murallas resquebrajadas y socavones en el suelo. Sin embargo, cuando iba llegando a un cruce vio que, en un corredor anterior al gran rectángulo en el centro de la prisión, había un círculo dorado botado en el suelo. Viggo pensó que estaba mal, pero el instinto y la codicia le dijeron que era algo útil. Así que tomo el cruce, siguió avanzando por la parte superior de la muralla y una vez que llego a la altura del círculo dorado, coloco su hacha en la parte superior de la muralla y comenzó a sacar flechas y dispararlas a donde el instinto le decía que había serpientes. Las flechas volaban cortando el aire y a los pocos segundos, se escuchaba el gruñido de una serpiente agonizando.

Viggo ocupo las veinte flechas que llevaba en la espalda y sintió que le faltaban dos serpientes. Sin embargo, como cada una estaba a más de veinte metros del círculo dorado, supuso que estaba bien. Viggo se acercó a las hendiduras en la muralla y comenzó a descender hasta llegar al suelo. El aire estaba viciado, cargado de tierra y humedad. Viggo se acercó al círculo dorado al mismo tiempo que miraba a los alrededores. Una vez que llego al círculo dorado, se dio cuenta que era un escudo de un material extraño. El escudo tenía una gruesa capa de polvo encima, pero aun así brillaba como si esta no existiera. Viggo se colgó el arco en el hombro y puso el hacha entre sus piernas para sostenerlo. Después tomo el escudo, lo soplo para quitarle la capa de suciedad y genero una gran nube de polvo. Viggo reacciono tosiendo ya que alcanzo a aspirar algo de la suciedad. Después de toser lo suficiente, Viggo miró el escudo: tenía un borde dorado con cuatro franjas que formaban de cruz y se conectaban con un círculo menor en el centro. Además, en el centro de ese escudo había la cabeza de una persona, pero en lugar de cabellos tenía serpientes.

Viggo pensó que el escudo podría ser de utilidad y volvió a escalar la muralla. Después él comenzó a caminar por lo alto de la muralla y llego al gran rectángulo en el centro de la prisión. Tenía cincuenta metros de ancho por cien metros de largo. Al mismo tiempo, había seis pilares repartidos de forma uniforme y en su centro había una criatura de color gris que se veía casi igual que un humano. La criatura estaba quieta y agarrándose la cabeza como si no pudiera con algo en su mente.

Viggo dejo la aljaba en la parte superior de la muralla y descendió por una esquina solo llevando el escudo y el hacha. Al parecer, la criatura ignoro su presencia. Así que una vez que Viggo bajo al suelo, se movió agazapado hasta llegar a los pilares que rodeaban a la criatura. Él la miró más de cerca y noto que eso que tenía en la cabeza, se movía como serpientes. Al mismo tiempo, la criatura estaba llorando como si se lamentara de algo.

Viggo aprovecho de canalizar su mana al hacha y los grabados rúnicos en la cabeza se encendieron con un brillo celestial. La cabeza del hacha se llenó de escarcha y emitió un increíble frio. Entonces Viggo se fue acercando hasta llegar a un metro de la criatura, dejo el escudo en el suelo y tomo el hacha con las dos manos. Tomo una profunda respiración, junto fuerza y le dio un hachazo con todas sus fuerzas a la altura del cuello. La criatura grito de dolor, salió volando tres metros más allá y quedó tendida en el suelo.

Viggo la quedó mirando, notando que a pesar de que puso toda su fuerza en ese golpe, la cabeza siguió pegada al cuello. Así que retrocedió, tomo el escudo y se preparó para lo peor.

Al instante siguiente la criatura lanzó un grito desgarrador y se levantó con un salto ágil. Al mismo tiempo, una luz dorada brillo en sus manos y se transformó en dos dagas con una hoja ondulada. La criatura cayó de pie dándole la espalda a Viggo, se dio la vuelta lentamente y le mostro a una mirada brillante como si tuviera electricidad en los ojos. Al mismo tiempo, su cabello se agito y se empezó a mover como si fueran serpientes.

-Gorgona- murmuro Viggo con el escudo dorado en alto, solo asomando sus ojos por encima del borde. Entonces él comenzó a avanzar, pero de repente parpadeo y la gorgona despareció. Entonces él sintió que algo había a sus espaldas y noto que la gorgona estaba a cinco metros de él y levitaba a 1 metro del suelo. Ella estaba rodeada por una esfera de energía y lanzaba haces de luz hacia todos lados. Viggo no sintió nada en especial, pero escucho a alguien correr. Eran sonido pesado, como si ese algo tuviera los pies hechos de piedra. Al instante siguiente, saltaron desde lo alto de las murallas cinco estatuas de piedra. Todas ellas con la forma de guerreros que portaban espadas y escudos. Al mismo tiempo, la luz alrededor de la gorgona se desvaneció y ella cayó de pie en el suelo. Entonces Viggo aprovecho de imbuir el hacha en hielo, extendió su brazo hacia atrás cargando el hacha, rugió y lanzó el hacha a través del aire. El hacha voló atravesando más de diez metros y se clavó en el pecho de la gorgona mandándola a volar.

Por otro lado, las estatuas corrieron hacia Viggo con la intención de atacarlo. Viggo utilizo el escudo para recibir un espadazo y disminuir el impacto, para después expulsar la espada. Entonces el guerrero de piedra quedó con la guardia baja y Viggo le dio una patada frontal mandándolo a volar y chocar con uno de los pilares. Al instante siguiente el guerrero se hizo trizas, pero ese solo fue uno y quedaban cuatro más.

Viggo siguió cubriéndose del resto de los ataques de los otros guerreros de piedra y cuando podía, lanzaba furiosos puñetazos que les partían la cabeza. Sin embargo, cuando quedaba el último guerrero de piedra en pie, Viggo escucho un grito colérico al mismo tiempo que aguantaba un espadazo con el escudo mientras miraba a sus espaldas. Entonces noto que la gorgona había retirado el hacha de su pecho y volvía a levitar en el aire mientras la rodeaba una energía dorada. Ella lanzó una vez haces de luz dorada y volvieron a escucharse el correr de más guerreros de piedra.

Viggo frunció el ceño y empujo el escudo levantándole la guardia al guerrero de piedra y con el mismo canto del escudo, lo ataco, destrozándole la cabeza en el acto. Después él corrió hacia la gorgona y una vez que ella perdió el brillo dorado y cayó al suelo. Viggo levando el escudo y le lanzó un golpe con el canto. La gorgona recibió el ataque en su cabeza y salió volando a cinco metros de Viggo. Este último busco por todos lados su hacha y la encontró a dos metros, cubierta de tierra. Él la levantó y escucho como caían los guerreros de piedra uno detrás de otro desde las murallas.

Viggo frunció el ceño y corrió en busca del primer guerrero de piedra, el cual lo recibió con un espadazo. Viggo esquivo y de forma fluida, contrataco con un hachazo, partiéndolo por la mitad. Después él corrió al siguiente enemigo, al mismo tiempo que los guerreros de piedra corrían a interceptarlo. Viggo pudo atacar a un guerrero de piedra y matarlo, pero tuvo que retroceder cubriéndose del ataque de dos guerreros de piedra que lo alcanzaron. Entonces él entendió mejor cual era la dificultad de enfrentar a la gorgona. El poder físico era normal, casi decepcionante, pero su habilidad para llamar a los guerreros que había convertido en piedra era una total molestia.

Viggo lanzó un grito furioso y avanzó recibiendo ataques con el escudo al mismo tiempo que repartía poderosos golpes con el hacha. Él mato a una estatua tras otra hasta terminar la décima, pero cuando se dio cuenta, la gorgona estaba gritando de nuevo, envuelta en luz dorada y llamando a más estatuas.

Viggo corrió hacia la gorgona con todas sus fuerzas y en cuanto ella perdió ese brillo dorado y cayó al suelo, Viggo le lanzó el hacha envuelta en escarcha. El hacha voló a lo largo y golpeo a la gorgona en medio de la frente. Está última fue enviada al suelo por el impacto y Viggo la alcanzó en un instante. Él boto el escudo, saco el hacha de la cabeza y la gorgona grito enfurecida. Sin embargo, Viggo fue más rápido, tomo el hacha con ambas manos y la descargo una y otra vez. La gorgona lanzaba gritos de dolor, pero Viggo nunca detuvo su ataque.

Justo en ese momento, cayeron veinte estatuas desde las murallas listas para combatir. Sin embargo, Viggo dio un último grito colérico, levantó el hacha y la descargo con todas sus fuerzas. La gorgona dio un último grito agónico y perdió su cabeza. Al mismo tiempo, las estatuas que comenzaban a correr con dirección a Viggo, perdieron su energía y se desplomaron sobre el suelo.

Viggo vio todo el cuerpo de la gorgona brillar igual que el resto de los monstruos dejados por los dioses. Al instante el cuerpo se disipo y solo quedo una esfera dorada.

Viggo jadeaba y sentía el corazón en su garganta. Él nunca se había enfrentado a un enemigo tan problemático. De solo pensar en prolongar la lucha, sintió escalofríos. Quizá, cinco minutos después, él hubiera estado luchando contra cientos de guerreros de piedra al mismo tiempo.

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