Pocos minutos pasado de las doce despertó con la boca amarga por el ruido de un taladro. Sus ojos inyectados de rojos, dolor muscular y mucho dolor de cabeza.
Ni si quiera se dio cuenta en qué momento se durmió.
Se levantó rascándose y moviendo el cuello, encontrando a Andrea en su biblioteca ordenada, colgando un cuadro; unos caballos con los pies levantados cruzando un río, óleos bastante genéricos pero bonitos.
- ¿Te gusta? Es mi forma de agradecerte.
- ¿Lo pintaste tú? Está bonito.
- No, este cuadro era tuyo, estaba en las cajas… ordené.
- Ah, por eso se me hacía familiar – dijo rascándose la espalda, Andrea se levantó y le quito los pelos púrpuras que le provocaron comezón - El orden te quedó… similar a como lo tenía antes… Andrea ¿Cómo se llama el innombrable?
No quería hablar de eso.
- Te explico, tengo un hermano como de tu edad… ¿Segura que no has estado aquí antes? Es que es casi igual a como estaba, salvo por los cuadros, de eso no me acordaba… pero los libros, los ordenaste como yo los ordené… junto a las esculturas que yo compré para ese lugar.
- Adolfo… tampoco se parece a ti, nunca he conocido a un hombre como tú.
Halagado sonrió coqueto, ella no buscaba ese efecto pero sonrió coqueta de vuelta.
- ¿Sabes tocar? – dijo tocando una tecla del piano.
- Sí.
- ¿En qué momento tienes tiempo para estudiar tanto? – le preguntó haciéndolo sonreír - ¿Duermes un par de días al año y el resto lo pasas estudiando?
- Ojalá pudiera dejar de dormir – comentó rascando sobre su ceja – No, aprendí cuando niño, mi papá me enseñó.
- Ah.
- Si quieres, en otro momento te puedo tocar una pieza, ahora me tiemblan las manos – comentó mostrándoselas.
Ella no lo notó, se veían firmes y rectas, así que solo asintió.
- ¿Tocas siempre?
- Sí, trato de tocar al menos una vez a la semana, no quiero perder la práctica para cuando deba enseñarle a mis hijos a tocar… aunque estas últimas semanas se me ha hecho imposible.
Sin necesidad de buscar sacó Mil Nueve Ochentaicuatro, el de Orwell que prometió a Andrea y se lo entregó, ella fingió interés, lo sostuvo un rato y luego lo dejó sobre la silla.
No lo iba a leer.
- ¿Te gusta "The Wall"?
- ¡Sí!
- ¡Bien! – gritó imitando a Andrea – Ese es algo así…
- ¿Quieres que te haga un masaje?
- No… no te preocupes. Linda, tengo que ir a trabajar ¿Te importa quedarte sola?
- No… Claro que no… ¿Puedo leer lo que escribiste?
- Por supuesto, te advierto que la difusión científica no es lo mío pero pregunta cuanto quieras.
Él hizo un gesto y se fue al dormitorio.
Andrea se entristeció al escuchar el ruido de la máquina de afeitar, Cooper se veía bien con barba.
Se hizo un té y se fue a leer.
Ahora sí que la biblioteca se veía como ella imaginaba, libros del tamaño de diccionarios en diferentes idiomas, oleos y presuntuosas esculturas decorativas.
Eliodoro se levantó de la alfombra cuando escuchó que Cooper se acercaba, Andrea iba por la página diez cuando apareció el hombre.
- No te afeitaste – comentó alegre.
- Sí, si me afeite.
Se veía igual que antes.
- Estaba pensando que quizá no vaya a trabajar, tengo que cambiarte los parches y cuidarte, al menos hasta mañana.
- No te preocupes por mí.
- No, no; aparte tenemos un tema pendiente, es mejor que no vaya a trabajar.
- Ya.
- No me estoy justificando. No es que no quiera. Tú estás muy nerviosa. No es conveniente que te deje sola y exponerte al estrés de retomar tus actividades normales – dijo abriendo el botón superior de su camisa y moviendo la corbata para hacerse espacio en su cuello – Aparte seguro hay periodistas afuera, ya se enteraron lo que pasó, intentarán preguntarte cosas y debe estar Marcela, quien querrá saber quién eres, quizá se meterá acá.
Andrea sin soltar el libro fue donde Cooper, ya antes vio esa expresión, pronto le pediría un minuto para estar solo, luego volvería desnudo a hablarle de conejitos; así que antes que él terminase de hablar se lo llevó de la corbata de vuelta a su dormitorio y lo empujó a la cama.
- Sí. No me puedes dejar sola acá – dijo condescendiente - necesito tu ayuda, me siento pésimo y tienes que cuidarme. Así que mejor te acuestas y haces tuto un rato más. Relájate y déjame cuidarte.
- ¿Tuto? Mi mamá me decía eso cuando era niño.
- Ya guapote, acuéstate y yo estaré afuera leyendo.
- Lee aquí, no me molesta la luz, puedes leer a mi lado.
Él se quitó los zapatos y Andrea le quitó la corbata.
Él se sacó el cinturón y ella le quitó el chaleco.
Se quitó pantalones y camisa, se acostó.
Andrea tomó la ropa para guardarla en el clóset.
- No, me pueden llamar de la clínica.
- No creo aun le quede batería a tu móvil y está descolgado el citofono – respondió Andrea dejándola doblada sobre una silla.
- Ella encontrarán la manera.
Ni idea quien era "ella", quizá uno de los conejitos.
Andrea fue a la cocina y entibió un vaso de leche que Él contento recibió sentándose, ella se estiró a su lado y se acomodó para seguir leyendo.
No dio pie para entablar conversación, ante cualquier comentario la respuesta era monosilábica y tras varios minutos de silencio, frustrado se acomodó en sentido contrario e intentó dormir, ella le ayudó dándole palmaditas en la cadera, sin dejar de leer.
- Odio los hospitales, las clínicas. Odio el olor, la sangre, la miseria. Me gusta mi oficina y ayudar a la gente, sé que lo tengo que hacer, pero me desespera ¿Sabes cuánto me preocupa encontrarle lógica a delirios ajenos?
- No vayas más.
- No puedo.
- ¿Qué otra cosa sabes hacer?
- Nada.
- ¿Qué te gusta hacer?
- Nada.
- Excelente.
- Me gusta estar contigo.
- No puedo pagarte por eso.
- Jamás aceptaría tu cochino dinero – dijo haciéndola reír - Me gusta hacer ejercicio, pero me molesta que en el gimnasio siempre hay alguna mujer tratando de acostarse conmigo… creen que no me doy cuenta cuando me sacan fotografías, y después cuando me acuesto con ellas no puedo volver a ese gimnasio sin gritos y llantos.
- Bueno, trata de no llorar y gritar.
La empujó suave riéndose, preocupado de que ni por accidente le dañase.
Asumiendo hasta allí quedó la lectura de esa jornada dejó el libro en el velador y se acomodó tapada frente a él.
- Has pensado usar una argolla de matrimonio, eso las desmotivaría.
- Sí, pues a ustedes no le gustan los hombres casados.
- Dile que tienes pareja.
- Es lo mismo que les dijese que estoy casado, a ustedes les encanta competir entre ustedes… tendría el mismo efecto.
- ¿Conversas con ellas como lo haces conmigo?
- No.
Se puso de espalda y llevó las manos a sus ojos.
Ella se recostó sobre su pecho, él quitó una mano para acogerla y abrazarla, acariciando su brazo con cuidado, oliendo su cabello, le encantaba su aroma a verano.
- No hablo con ellas… no así como lo hago contigo, no me interesa. Soy un bastardo, puedes decírmelo; pero nunca le he dado falsas expectativas a una mujer, me siento orgulloso de eso; nunca he necesitado mentiras tampoco para llevar a una… o más… a la cama, es de otra cosa que me siento orgulloso; no obstante, lo que más me enorgullece fue una vez que no dije una palabra y me lleve dos mujeres a la cama.
- Debiésemos ir alguna vez a un lugar donde nadie te conozca y te pones ojos cafés, ropa barata y llegas a pie.
- ¿Estás diciendo que tus congéneres son superficiales?
- … verdad que tú en lo primero que te fijas es en nuestra personalidad.
- Andrea, mírame, me iría bien igual.
- Ahora entiendo por qué sin hablar te acostaste con dos y hablando, solo con una.
- Pesada.
- Ellas también te encuentran aburrido.
- ¿Tú me encuentras aburrido?
- No, pero yo soy rara y tú eres raro, entonces somos raros juntos.
Andrea acariciaba el torso de Cooper en un circuito que cada vez se extendía más, esperando excitarlo llegaba hasta el borde de su vello púbico y recorría ese límite hasta sus muslos, donde tocaba con suavidad la parte interior, sin tocar directamente sus genitales, manteniendo una distancia que no superaba el milímetro.
Él capturó la mano de la muchacha, la besó y la sostuvo quieta sobre su pectoral, sin fuerza la retuvo, jugando con sus dedos para mantenerla entretenida y que ella no pudiera seguirlo tocando de forma tan placentera.
- Andrea, considerando tus pervertidos deseos contra mi persona… si te dieras cuenta que necesito más una amiga que una amante ¿Seguirías con ganas de que te lo meta?
- Sí – respondió rápido – es decir, es obvio que estás en medio de un mal momento…
Cooper no estaba hablando de él, esperó que ella se diera cuenta que hablaba de ella y se sorprendió cuando la mujer consideró que él no estaba bien.
Él estaba bien.
- … no sé si es cansancio o estás enfermo, tú mismo bromeas con tus problemas con el alcohol, pero sí, no creo que una cosa tenga relación con la otra…
¿De qué hablaba esa mujer?... y seguía hablando.
Él estaba bien, era ella la que tenía problemas, la que necesitaba ayuda. Era ella a quien necesitaban rescatar y era él quien estaba en medio de un dilema moral por sus sentimientos, más que mal su juramento hipocrático citaba: "A cualquiera casa que entre, iré por el beneficio de los enfermos, absteniéndome de todo error voluntario y corrupción, y de lascivia con las mujeres u hombres libres o esclavos".
Tampoco podía olvidar el artículo siete del Código de Ética del Colegio Médico, el que tantas veces citó en un pasado: "El médico debe mantener el honor y dignidad propios de su actividad y debe, además, velas por los intereses y derechos de quien requiere sus servicios".
Y ella estuvo de acuerdo en juntarse con él a tomar un café, eso era un requerimiento de sus servicios.
- … se nota que estás muy solo y estás ahogado, algo te pasó y no puedes hablar de ello, siento lástima por ti…
¿Por él?
Ella sentía lástima por él.
Ella.
- No te insultes, no es esa mi intención…
No, por supuesto que no, decirle a alguien que sientes lástima por él es un halago.
- Bromeas y escucho tu risa pero al mirarte veo tus ojos que parecieran estar siempre al borde del llanto y me es inevitable querer saber qué te pasó, qué fue lo que te dejó así de herido. Siento que apenas resistes, esperando que todo se solucione – hizo una mueca - Te conozco recién, estoy hablando tonteras.
- No, querida, por favor, sigue – dijo prendiendo un cigarro y saliendo de la cama - ¿Qué hago? No puedo fumar cerca de una embarazada, estaré en la terraza, seguimos luego esta conversación.
Eliodoro no lo siguió por más que él insistió.
Se sentó en la silla de playa mirando a las montañas.
Andrea llegó con el saco de dormir, se sentó en sus piernas y los tapó con el saco.
- ¿Qué haces acá?
- Querida, ándate al dormitorio, me vine para que no aspires el humo.
- Tú tiras el humo a otro lado y podemos seguir conversando.
- Por supuesto, conversemos… ¿Por qué quieres abortar?
Andrea se alejaría pero él afirmándola de la cintura no se lo permitió. Ella no intentó soltarse y él la agarró con más fuerza, sin intención de dañarla.
- Es una pregunta válida. No te juzgaré.
- No quiero tener hijos, esa vida no es para mí…
- ¡¿Por eso?!... ¿Eso?
Lo bueno es que Cooper no la juzgó.
Andrea sin esfuerzo lo abandonó.
Él prendió otro cigarro y disfrutó de su soledad.
Andrea se fue a la biblioteca a leer pero no podía concentrarse, lo veía fumando a la distancia, dándole la espalda.
¿Qué esperaba?
Esa era su vida, era libre de disponer de ella como gustase.
Estaba tan desesperada por cariño que estaba dispuesta a obedecer al primero que la trató bien.
Era antifeminista.
Era igual a su madre.
Ese fue el peor insulto que se pudo decir a sí misma.
¿Eso quería con su vida?
¿Ser igual que su madre?
¡Pues eso era lo que estaba consiguiendo!
Era inhumano permitir que ese ente que siguiere creciendo dentro de ella conociendo su final, era una tortura cruel que debía terminar lo más pronto posible.
Se fue al dormitorio y buscó las pastillas en los muebles, por la cama, en la ropa que pensaba ponerse y la que se puso, nada. Se metió al closet y ordenándolo las buscó.
Al salir se encontró con Cooper, quien decepcionado estaba parado al umbral de la puerta fumando junto a Eliodoro.
Fue a su maletín y se las pasó. Apagó la luz de la habitación y se fue a acostar, Eliodoro se acostó a su lado.
Ella desde el exterior le silbó y lo llamó pero nada, el perro no se movía del lado de Cooper.
Andrea se robó el libro de Orwell y se fue.
Salió del hall para toparse con periodistas que la ignoraron, salvo por Marcela, quien la siguió disimulada por un par de cuadras hasta que alzó el paso y la agarró del brazo, lejos de sus colegas.
- Hasta que lo encontraste ¿Qué pasa entre Cup y tú?
- No sé de qué me hablas.
Marcela la miró apretando sus labios y suspiró.
- ¿Por qué encontraron astillas en el cerebro de la víctima? ¿Por qué la bala pertenece a la segunda guerra mundial?
- ¡¿Qué?! No sé de qué hablas pero si no me sueltas, te golpearé.
Marcela la soltó y a escondidas de sus colegas subió por la escalera de emergencia.
Sin cámaras, sin micrófonos.
Encontró menos caos del que acostumbraba y a su amigo abrazando a un perro, con los ojos amoreteados e hinchados, la nariz roja; no dormía, miraba a la nada.
Eliodoro lo despabiló al irse a la terraza.
Cooper al verla fue donde ella y agarrándola con violencia la besó contra la pared, levantó su pierna y pretendía acomodarse dentro de ella cuando recibió una bofetada que lo alejó.
- ¿No querías que te lo metiera?
- No, claro que no, estar con un hombre es humillante.
- Entonces, querida, es mejor que te vayas.
Ella lo miró con odio, arreglando su vestido y su cabello, caminando a la salida.
- ¿Cómo esa niñita te dejó tan mal?
- No existe ninguna niñita.
- Tienes razón en eso, pero hablo de la muchacha de cabello lila.
- No sé de quién me hablas.
Cooper le abrió la puerta de salida y esperó paciente a que ella saliera.
- Eres un imbécil.
- Así parece.
Cooper le sirvió comida y agua a Eliodoro, fue a bañarse, se puso un pijama nuevo y se acostó a dormir.
Atardecía cuando el timbre sonó.
Supuso era Marcela.
Al encontrarse con Andrea no titubeó en abrir, ocultó su sonrisa tras su mano mientras abría la puerta y se pegaba golpecitos en los labios.
- No tengo donde ir.
- Por eso estabas aquí.
- ¿Te molesta que me quede?
- No. Ese era el plan.
Cerró con pestillo la puerta tras dejarla pasar.
- ¿Estás enojado conmigo?
- No.
- ¿Me prestas ropa, las mías están sucias?
- ¿Qué te pasó?
- Nada malo, no alcancé a salir de la manzana, tuve que esconderme en un conteiner de basura por que los milicos andan llevándose detenido a quien no tiene salvoconducto para transitar.
- Eso significa estado de catástrofe, querida, los militares toman el control – dijo caminando a su closet ya ordenado y buscándole ropas para pasarle, encontró un vestido – Toma. Alguien lo dejó aquí. Ocúpalo.
- Prefiero una de tus camisas, esto me quedará mal.
- Elije la que te guste.
Eliodoro pasó ignorando su saludo, parándose junto a Cooper.
Él lo acarició y Andrea se sintió enjuiciada por dos machos, con un gesto anunció que saldría, ella lo detuvo y le devolvió las pastillas. Él al caminar a la cocina las tiró sobre la mesa de café.
Prendió la cafetera y sacó la palanca con el filtro para lavarlo. Andrea llegó al rato vistiendo solo una de sus camisas.
- ¿Sería muy bizarro si ocupo uno de tus calzoncillos?
- Ocúpalo. Andrea, allí hay de todo para que las ocupes – dijo secando el filtro y la palanca.
- Gracias.
Andrea salió escuchando a la moledora de granos funcionar.
La ropa interior de Cooper le quedó bien. Desabrochó la camisa y puso el cuello como escote, las mangas como cinturón.
Se improvisó un bonito vestido.
Volvió a la cocina, Cooper la miró sorprendido mientras se servía café, tanto se distrajo por la muchacha que rebalsó la taza y pronto debió limpiar el desastre que causó.
Andrea le cerró el ojo coqueta.
- Me quedaron re bien tus calzoncillos – dijo mostrándole.
- Lo que tú tienes para atrás, yo lo tengo para adelante.
- Pondré la mesa.
- Es lo mejor.
Andrea se alejó sonriendo y él avergonzado volvió a las tareas de limpieza. Volvió en cuanto terminó, se paró a su lado y lo vio que aún no comenzaba a cocinar, recién colocaba dos pechugas de pollo a descongelar.
- Terminé de leer.
- ¿y qué tal?
- No me gustó el final… aunque es realista, Smith no tenía como ganar contra el gran hermano…
Andrea sacó zanahorias, papas, zapallo, cebolla y pimentón.
Le pasó las cebollas y se encargó de lavar lo demás, poniéndole especial énfasis a las zanahorias, en un movimiento que captó la atención de Cooper que cortaba el zapallo.
- … una revolución de un solo hombre…
- Rebelión, por que perdió; revolución, es cuando se gana, rebelión es cuando se pierde y la historia la cuenta el vencedor…
- Ah, de todas formas fue culpa de él, al gran hermano se le puede vencer, él quería perder…
Cooper cortó el agua y dejó el pimentón sobre la tabla de cortar y se cruzó de brazos.
Andrea asumió que esa atención le fue proporcionada por que él exigía respaldase su teoría. Se sintió presionada y pelando las zanahorias analizó su respuesta un par de veces antes de expresarla, esto le tomó breves segundos.
- … no creo que sea azar la referencia al pueblo como la única fuerza capaz de rebelarse contra el gran hermano y Smith tenía posibilidad de contactarse con ellos, lo hizo en el bar y en ese barrio, pero decidió no utilizarlos… Su rebelión fue un autoengaño, una farsa para sentirse bien consigo mismo. Él no estaba en contra de las injusticias, él estaba en contra de no formar parte de la Elite.
- No, no… lo leíste mal – dijo picando el pimentón.
- Piénsalo – dijo picando la zanahoria sin mirarla, poniendo nervioso a Cooper - La organización de Golstein es obvia su falsedad, incluso Smith mismo lo sugiere y aparte, la famosa fraternidad era el Gran Hermano con un nuevo líder, donde Smith tendría ese puesto preferencial que quería, un lugar de poder… a él no le interesa ayudar, él quiere poder, pero siente culpa de querer poder y justifica todo bajo la premisa que quiere ayudar.
- Él quiere ayudar. Si se le ofreció poder y él decide o no aceptar, son las consecuencias de sus acciones.
Andrea dejó el cuchillo a un lado y tomó las dos pequeñas cebollas de Cooper, les quitó la cáscara y las lavó, jugó con ellas manteniéndolas en una sola mano.
- No estoy de acuerdo contigo. Lo peor es que Smith se da cuenta de las injusticias, pero su motivación no es revertirlas, pues las necesita para satisfacer sus ansías de control… él no quiere salvar, él quiere poseer.
Debería dejarse de analogías de mierda y decirle que eso era lo que pensaba de él, pues sin duda Orwell no quería segundas interpretaciones para su libro y ella estaba tomando un par de elementos al azar en su contra.
Estaba usando a Orwell en su contra.
Eso era imperdonable.
- El deseo de poder es la necesidad de vigilar y castigar, de un sometimiento violento, Smith no es un tipo violento.
Cooper sacó un sartén y puso aceite a calentar.
Colocó agua a hervir y le dio unos minutos más al pollo en el microondas. Mientras sacaba su máquina para picar.
- Orwell se equivocó – dijo haciendo malabares con las cebollas - El odio y el dolor no es la mejor forma de someter… es el amor.
- Ya, por eso fuerzan amar al Gran Hermano ¿Cómo te atreves a decir que El Maestro se equivocó?
- No se puede obtener amor a la fuerza, se puede obtener sexo, pasión, poder… pero no amor. No el verdadero, al menos.
Él desencajó su mandíbula metió a cocer y freír a las verduras según correspondía, para luego ponerse a armar la máquina para picar.
- Piensa en cómo se le enseña a los perros, si lo crías con amor, el perro estará dispuesto a exponer su vida para protegerte… sin necesidad de que se le haya adiestrado para eso.
Cooper metió las cebollas a la máquina de picar y pronto los dos llorisquearon ante ellas, las metió al sofrito sin dejar de prestarle atención al monólogo de Andrea.
- El amor es lo peor que puede existir, hemos sido manipulados para crearnos esa necesidad de amar y ser amados pero la gran mayoría de nosotros está incapacitado para sentir, estamos tan dañados y somos tan cínicos que incluso de sentirlo no nos creeríamos o no lo comprenderíamos, haríamos lo que estuviera a nuestro alcance para destruirlo. Una persona que se respete jamás se enamorará, jamás sentirá amor por otro.
- Primero, tu discurso se contradice; segundo… eso es lo que quiere decirte Orwell cuando dice que "el odio es el amor".
- Es que incluso en tiempos de odio y resentimiento, sentimientos van a aflorar, pero no será amor, será algo más bello y con otro nombre, pues esa palabra ha sido tan corrompida que decírsela a otro es sinónimo de estar dispuesto a ser humillado y vejado, es un insulto para ambos.
- Si te dijera "Andrea, creo que te amo" ¿Es insultarte?
- Sí, mi inteligencia y mi confianza; me conoces hace un par de días, no puedes amarme.
Él se sonrió galante y comenzó a revolver la olla mientras ella se hacía cargo del sartén, con una cuchara de madera movía el sofrito sin dañar el fondo, ambos implementos parecían nuevos, con suerte el dueño lo usó un par de veces.
- Ocho coma dos segundos toma a un hombre en darse cuenta si quiere o no procrear con una mujer, que en lenguaje poético se diría enamorarse.
- Ya, pero enamorarse no es amar… me he sentido enamorada de todas las personas con quien he tenido intención de "procrear" – pronunció con una entonación burlesca – y tras procrear vuelven a ser personas corrientes para mí… A ti te debe pasar lo mismo.
Le pasaba, pero no quería darle la razón.
- Tengo una amiga que cree que lo malo del amor es que lleva a dos personas a mutilarse para encajar en el espacio del otro, el problema es que cuando es recíproco los dos cambian las formas y se vuelven dos piezas incapaces de encajar.
- Esa amiga de la que hablas eres tú con vestido ¿No?
- No – respondió riéndose.
- Una lástima, me encantaría verte así.
- No es una imagen linda de ver, con mis piernas peludas y la barba…
Ella se lo imaginó y fue bastante satisfactorio.
- Estas hablando en serio.
- Sí – dijo desvergonzada - ¿Harías eso? ¿Por mí?
- Por supuesto – no sería la primera vez.
Cooper sonriendo vertió el sofrito en la olla, bajó el fuego y comenzó a revolver.
Andrea le pasó los aliños y los fue echando uno a uno. Ella aprovechó en cada pasada de acariciar las manos del hombre, quien terminó riéndose como un niño con el último, poniéndose tan nervioso que botó la sal.
- Ya, no seas pesada, si pasa algo entre nosotros tú serás la más perjudicada.
- ¿Así de grande lo tienes?
Cooper negó escondiendo su sonrisa.
- ¿Sabes que quieres leer ahora?
- No ¿Quieres que lea algo especial?
- Sí, pero creo que no lo tengo en español – dijo dejando todo tirado para irse a la biblioteca. Le pasó un libro viejo – Lo tengo solo en alemán, pero te puedo comprar la versión en español o podemos descargarlo y te paso mi lector electrónico, están todos los de Nietzsche en internet.
Andrea asintió y Cooper fue a su dormitorio, sacó su lector y desde allí mismo comenzó a bajarle los libros, mirando como su cuerpo se traslucía por debajo de su camisa.
No era tan delgada como se veía, tenía anchas caderas y no tanto busto como a él le gustaba, pero lo compensaba con grandes nalgas y piernas contorneadas.
Era la mujer más sexy que alguna vez usó una de sus camisas.
Quería hacerla gritar mientras discutían sobre Lynch y Kubrick, Freud y Jung, Orwell y Huxley. Fantaseó poniéndole electrodos en el cráneo y sentándose en la esquina de una habitación oscura, fumando, contemplando sus ondas cerebrales contorsionándose mientras leía Rayuela. Quería desnudar su cerebro y plasmarlo en cientos de resonancias magnéticas que miraría cada noche antes de dormir…
La tierra tembló y los vidrios a tiritaron a medida que las alarmas se activaban. Un tanque pasaba por la calle con militares armados con metralletas que disparaban al aire, inexpertos uniformados que no sabían qué hacer con tanta gente peleándose afuera de una tienda que acababan de saquear.
Prendió la televisión y puso el noticiario.
Imágenes ininterrumpidas de una realidad exagerada donde el drama se transformaba en un show repleto de políticos faranduleros y clichés patrióticos. Más la indiscutible ineptitud de un gobierno que tras tanto volcán, tsunami y terremoto continuaba incapaz de lidiar con una emergencia. Incluso una que abarcaba una única región y que en la práctica, no fue más que un violento temporal.
Un solo incidente que era manejado con una exageración atemorizante, Cooper se colocó en un punto de la habitación y le pidió a Andrea que lo acompañase.
Eran testigos de forma exclusiva de la realidad y la híper-realidad televisiva reflejada en el espejo. Un montón de camarógrafos se enfocaba en un pequeño grupo de ladrones violentos, ignorando por completo que al otro extremo, hordas de personas trabajaban en cooperación, civiles y uniformados; tomando solo lo que necesitaban, lo que no podían comprar y necesitaban para sobrevivir (agua, comida, cloro).
Andrea apagó la televisión cuando vio a Cooper moviendo su cuello, suponiendo la ansiedad que le causó la música de fondo, un periodista alterado y movimientos agitados de cámara, pero no fue eso, ella salió y quedó él sólo mirándose a sí mismo en el reflejo de la televisión, preguntándose si fue él el anterior desastre natural.
Se sentó al borde de la cama y ella se devolvió al no verlo siguiéndola. Lo agarró de la mano y lo sacó de ese dormitorio oscuro.
- ¿Sabes hablar japonés?
- Poco – suspiró - pero no puedo leerlo o escribirlo.
- ¿Fuiste a Japón por ese congreso sobre la represión selectiva para la modificación de la personalidad?
Él asintió.
- Cooper, no tengo idea lo que acabo de decir ¿Me lo puedes explicar?
- Por supuesto – dijo un tanto desanimado.
Andrea esperaba que alimentando su necesidad de enseñar el hombre subiese el ánimo que tan bruscamente se afectó tras ver la televisión.
- La represión es un mecanismo de defensa natural ante algo que nos genere angustia y no somos capaces de enfrentar…
- ¿Traumas?
- Sí, cualquier contenido rechazado; ideas, pensamientos, deseos o recuerdos… la represión te los esconde en el inconsciente por que el placer ante esa pulsión causaría un posterior displacer… soñar que tienes sexo con tu mamá por ejemplo, puedes incluso tener un orgasmo pero no te vas a acordar con quien lo estabas pasando bien.
- ¿Por qué todo lo que hablan ustedes tiene que ver con la mamá?
- Por qué como el niño ve a la figura materna, es como el adulto verá el mundo. Un niño que odia a su madre, será un adulto que odiará a la humanidad, por ejemplo… Tom cree…
- ¿Tom? ¿T. Stevenson es de Tom?
- Sí ¿Por qué?
- Por nada… lamento interrumpirte.
- Bueno, Tom cree que se puede diseñar un mecanismo que puede ser insertado en una de las capas superficiales del cerebro y cada vez que por ejemplo, un violador sienta la necesidad de violar, el aparato reprima de forma artificial la pulsión.
- ¿Se puede hacer algo así?
- Él no – respondió arrogante, suspiró - ¿De verdad te interesa éste tema o es cordialidad? Porque es largo y yo puedo hablar horas sobre él.
- Me interesa.
- ¿Has visto la naranja mecánica?
- No.
- Ya… te la voy a poner y la voy a ocupar como referencia para explicarte, pero debes entender que no todo es igual, es muy complejo y antiético, cuando ya no quieras… me detienes, porque yo por mí mismo no voy a parar.
- Ok.
Apagó las ollas y fue a la habitación a colocarle la película.
Mientras él la buscaba en su colección, Andrea le preguntó por el cuento de los conejitos blancos, si es que se acordaba el nombre, se llama "Carta a una señorita en París" y él lo tenía en un compilado.
Antes de ver la película ella fue a leerlo, no se mencionaba a ningún Tom en la historia. Cooper llegó al rato para avisarle que estaba todo servido, antes de que se fuera tomó el libro de Stevenson y lo movió hasta que cayó una fotografía polaroid donde aparecía Tom, Cooper y Edd.
- No recuerdo si te lo mencioné, Edd Snight es mi mejor amigo.
- ¿En serio? No te ves como esa clase de hombre que tiene amigos rockstar…
- ¿Cómo qué clase de hombre me veo?
- ¿Cómo los conociste?
- A Edd lo conocí por Tom, me cooperó en una investigación.
- ¿Qué investigación?
- LBTN, es una droga que en el grupo de control sano causó amnesia tres horas antes de ingerirlo y tres horas después, que es cuando pasa el efecto, es un psicotrópico pero vi una sobreestimulación cerebral que no coincidía con lo que yo veía en la gente, quienes perdían completa voluntad pero eran capaces de las más complejas acciones… - con disimulo rascó sus testículos y se olió los dedos – Edd cuando niño estuvo muerto unos minutos, por un accidente con una piscina y se dañó un sector en el lóbulo temporal izquierdo, los psicotrópicos no le hacen el mismo efecto que al resto… así que lo usé como conejillo de pruebas para ver qué pasaba con mis otros sujetos de experimentación.
- ¿Qué cosa era?
Cooper notó que habló más de la cuenta, ya no quería seguir y Andrea lo notó por el tono de su voz, su postura y su actitud, más insistió con gestos a que le respondiese.
- Típica alucinación; distorsión del tiempo, disolución del ego, luces, sensaciones y todo eso… Claro, en Snight el viaje fue controlado, por lo que él pudo utilizar la distorsión del tiempo, pero para nosotros fue imposible seguirla; podía no respetar la verosimilitud de nuestra realidad, por tres horas fue capaz de controlar todo… aunque claro, para él esas horas fueron años.
- ¿Cómo?
- El cerebro controla nuestra percepción del tiempo y puede crear distorsiones temporales; más rápido, más lento o detenerlo. No entiendo el tiempo fuera de nuestro cerebro, por lo que no te estoy explicando la física de esto, pero dentro de nosotros el tiempo es relativo.
Andrea se sentó y le prestó su entera atención, Cooper le pidió un momento, fue por una pizarra y un plumón.
- ¿De dónde sacaste eso?
- Del segundo salón.
- He entrado allí, no estaba eso.
- ¿Cuál es tu explicación entonces?
- Que no la vi.
- Así es, mi Estimada Andrea; bueno, el tiempo no fluye parejo para todos, partiendo de esa base. Nuestra conciencia se mueve, siempre para adelante, pero es capaz de controlar la velocidad o incluso detenerse, por eso nuestra realidad es tan frágil… - dibujó un cerebro, le hizo una línea en el medio segmentada y luego indicándole una flecha dibujo el cerebro en un corte y pintó un sector - … aquí está la corteza visual, no tenemos tiempo para procesar todo lo que vemos, pero no por eso no lo vemos… entonces si nuestra percepción del tiempo cambia podríamos ver el mundo en cámara lenta… el tiempo seguirá siendo el mismo, será nuestra conciencia la que avance más rápido y estamos hablando de moverla más rápido que la luz… pucha, ahora sería útil Marcela para explicarte esa parte… ella me ayudó a entenderlo, pero no tan bien como para explicarlo – suspiró – imagínate la proyección de una película, son fotogramas movidos a gran velocidad, así opera nuestra realidad y el proyector es nuestra conciencia, esta se mueve casi para todos igual, pero eso no imposibilita la capacidad de dejar de moverla o moverla más rápido o más lento… aunque siempre, siempre es hacia adelante… no se puede para atrás porque se anularía a sí misma.
Andrea entendió y él sonrió agradado borrando los dibujos de los fotogramas y el proyector, las flechitas y todo.
- ¡Qué entretenido! ¿Cuánto tiempo pudo vivir en esas tres horas?
- El resto de su vida, el efecto pasó con su muerte que fue tan realista, que no estaba seguro si seguía vivo. De todas formas el LBTN crea una resistencia en los pacientes sanos, solo hace efecto dos veces, a la tercera ya viene un viaje psicotrópico típico… con suerte.
- ¿y eso cura la esquizofrenia?
- No la cura por sí misma, hay la mayoría del tiempo que intervenir con una cirugía y además una terapia de varios años… en los pacientes esquizofrénicos el cerebro pierde los códigos de información, por así decirlo y comienza a distorsionar la realidad confundiendo con la ficción, por eso las voces y las alucinaciones… el LBTN te ayuda a recordar esa diferencia que olvidaste… aunque no entiendo bien como.
- Pero tú la creaste.
- Lo sé, pero fue a modo y error, probé y probé hasta que le achunté, sin entender bien porqué, y lo dejé… te sorprenderías de la cantidad de medicamentos que funcionan, la gente los ocupa de forma masiva, pero aún no se entiende del todo como opera.
Andrea lo miró con admiración y Cooper con falsa modestia sonrió.
- ¿Cómo fuiste capaz de hacer algo así?
- Estudié mucho y me asocié con la gente correcta, le dediqué mis dos vidas – dijo en tono de broma aunque hablaba en serio – Creí que me demoraría más de todas formas –suspiró - Con la motivación necesaria no existen los imposibles; mamás levantan autos para rescatar a sus hijos atropellados, como diría yo con vestido, el cerebro sobre la materia y somos nuestro cerebro y somos materia… así que…
Con la lección terminada Andrea fue a besar su mejilla y él se lo agradeció con una sonrisa.
- Haces eso muy seguido.
- ¿No quieres que lo siga haciendo?
- No quiero que dejes jamás de hacerlo – aclaró su garganta – Entonces ¿Cómo me veo?
- Te ves como un hombre que lee a Orwell, escucha música clásica, va a la ópera y habla de Kubrick.
- Puede ser, pero en secreto leo novelas de vampiros que brillan, voy a salones de tango y tejo cuando estoy estresado.
- No te creo…
- No me creas, pero si buscas en mi closet, encontrarás en una caja de la vergüenza evidencia de todo lo que te digo… por favor, no la busques ahora.
- No lo pensaba hacer ¿Así que bailas tango?
- No solo tango… Bailo bastante bien… te sorprenderías
- Demuéstrame que sabes bailar, baila conmigo – dijo agarrándolo de las manos.
- Todas ustedes hacen lo mismo, siempre ¿Me puedes explicar por qué?
- No hablaré por las todas pero yo lo encuentro entretenido y creo que si nos ponemos a bailar vamos a terminar haciéndolo.
Él se sonrió negando con su cabeza y la soltó, pasándole su plato en una bandeja con vaso de jugo.
Empezaron a comer y mientras veían la película Cooper le habló de como en los cincuenta un psiquiatra se apartó de la terapia conversacional freudiano para quebrar las viejas pautas y modelos de comportamiento patológico de forma violenta, con la intención de quebrar la mente para poder luego recrearla como un miembro útil para la sociedad, para poder escribir sobre ella como si fuese una tabla vacía.
Consideró que se podía conseguir a través del shock y la conmoción, generando un campo de batalla en el cerebro y atacándolo de manera que se pudiera interferir en el funcionamiento normal… como por ejemplo el electrochoque.
- ¿Esa cuestión la siguen haciendo?
- En varios países está prohibido, en Chile está en manos del médico.
- ¿Tú lo has hecho?
Cooper asintió sin intención de entrar en detalles.
La vez que la utilizó fue para con Marcela, ella estaba en un estado avanzado catatónico y tras un par de terapias electro convulsivas ella volvió de la muerte en vida.
- Bueno, el electrochoque y éste tipo de técnicas aparte de causar amnesia, causan una regresión; los pacientes vuelven a comportarse como bebés, olvidándose incluso de caminar o hablar, ponerse en posición fetal… esta pérdida masiva de memoria él lo veía como un beneficio pues volvían a un estado antes que las enfermedades hagan su aparición… entonces luego viene eso – dijo mostrándole la escena donde lo tienen con los ojos abiertos mirando violencia – la terapia de aversión o bien la terapia conductista, que era escuchar sin cesar las nuevas normas de conductas.
- ¿y esto se hizo con personas o es solo teoría?
- Se experimentó con pacientes psiquiátricos… sin su aprobación.
Andrea cubrió su boca, ya incapaz de seguir escuchando, incluso de seguir comiendo. Pensó un momento.
- ¿No quieres que siga hablando?
- No estoy segura si quiero seguir escuchando, déjame ver si entendí; la memoria entonces es quien nos hace ser quien somos – Cooper asintió – y si la quitas y eres bombardeado por los estímulos del medio manipulado, experimentaremos la realidad a través de otra persona.
- Eso, estimada Andrea, es la híperrealidad… pero lo reprimido retorna, ya sea a través de sueños, actos fallidos o neurosis, siempre vuelve, entonces lo que Tom propone es crear un chip que reprima ese retorno…
- … porque la doctrina del shock es insostenible, una persona colapsaría ante ese estrés constante y se rebelaría contra su opresor con violencia.
- Así es.
Los dos deprimidos y angustiados miraron a la televisión.
- ¿Quieres que ponga otra cosa?
- Sí.
Puso Mulholand Drive.