Kasumi (hermana del daimio de la nación del Fuego, Yahiko) estaba frente a la puerta de salida de su residencia, en la mansión de la familia Kato, en el país de la Tierra.
Frente a Kasumi, del lado del pasillo, estaban cuatro sirvientes empujando carritos metálicos con todo tipo de comidas y alimentos. Su boda estaba próxima, ella debería estar haciendo los preparativos, pero como había fastidiado a todo el mundo, nadie quería estar cerca de ella. Lo cual fue su intención desde un principio. A ella solo le importaba estar aquí cuando todo suceda y una vez que Kain termine con la familia Kato, obtenerlo todo.
Kasumi miró a los sirvientes con altivez y les dijo —adelante, pero dejen los carritos a la entrada, no necesito mirones—
Los sirvientes agacharon su cabeza y se sintieron mal por sus palabras. Como siempre, Kasumi sabia inyectarle la cantidad de veneno justa a sus palabras. Por alguna razón, su tono de voz siempre los hacía sentir cabizbajos. Incluso si ella no era ofensiva.
Kasumi se quedó a un lado de la puerta y vio a los sirvientes avanzar por el pasillo, acomodar los cuatro carritos y dejarlos a un lado. Ellos se apartaron, hicieron una pronunciada reverencia y salieron por la puerta.
Kasumi cerró la puerta sin agradecer o corresponder la cortesía para mantener su carácter de mujer altiva y grosera. No necesitaba simpatizantes, solo atraería problemas. Al menos, en este momento. Además, había llegado una visita inesperada y cualquiera que oyera lo que pasaba en la recamara de Murasaki, se haría una idea y eso llamaría a los problemas.
Kasumi reviso lo que trajeron para comer. Los mejores vegetales, las mejores frutas, la carne más sabrosa y así sucesivamente. Ella tapo la comida con las tapas en forma de cúpula y camino hacia el dormitorio. A medida que avanzaba por el pasillo, escucho los gemidos de su buena amiga Murasaki. Dichos gemidos eran acompañados por los gemidos de un hombre.
Kasumi sonrió y llevó las manos a su obi, lo fue desabrochando poco a poco. Ella soltó el obi y su kimono se abrió para revelar su elegante figura. La luz del sol entraba por la ventana.
Kasumi tenía el cabello oscuro, la piel lechosa, los senos como dos naranjas con pezones y aureola rosada. Su cuerpo era blando, sin entrenamiento, la piel tersa y muy poca grasa. El estómago plano, las caderas anchas y un pequeño triangulo marcando donde empezaba su sexo.
Kasumi llegó a la puerta de la habitación de Murasaki, los gemidos eran intensos, Murasaki lo estaba dando todo y aun así gemía como si la vida se le escapara entre los dedos. Kasumi sonrió, estiro su mano y giro la manilla. Ella abrió la puerta y lo primero que vio fue una amplia cama iluminada por la luz del día que entraba por las ventanas de la izquierda, con vistas a un lago que terminaba en una cascada. Sobre la cama estaba Murasaki, acostada boca abajo, el rostro rojo y la mirada lánguida, lujuriosa y perdida. Encima de Murasaki estaba el hombre de cabello blanco y ojos azules que usualmente las visitaba, pero como ahora estaban en misión, no lo habían hecho en un tiempo.
Kain Uchiha tenía los brazos apoyados en la cama, levantaba su cadera y la bajaba para embestir el trasero de Mursaki. Era una masa de carne blanca, grande, suave y redonda. Murasaki gemía con cada embestida, su rostro en agonía. Kain soltó un último gemido, embistió una vez más el trasero de Murasaki y lo dejo todo dentro de ella. Kain se derrumbó sobre Murasaki, ambos jadeando.
Kain y Murasaki miraron a Kasumi. Ella llevaba el obi en una mano y el kimono abierto. Ella mostraba sus tiernos senos con pezones y aureolas rosadas, una figura estilizada y un triángulo de cabello donde empezaba su sexo.
Murasaki estaba al final de sus energías, así que apenas respondió, pero Kain sonrió astuto, sabiendo lo que esperaba Kasumi. Él acercó su boca al oído de Murasaki, ella lo miró con lánguides y asintió. Kain se apartó de Murasaki y ella se volteó para quedar acostada boca arriba. Ella era esbelta, su cuerpo era blando, incluso más blando que el de Kasumi. Murasaki era escritora, así que la cantidad de movimiento que hacía a diario era limitada. Sus senos eran enormes, su cintura estrecha y sus caderas pronunciadas. Tenía la misma edad de Kain, dieciséis años. Él medía 1.85 mts de estatura y ella 1.50 mts de estatura.
Kain se fijó especialmente en los senos, eran blancos, blandos, con enormes pezones de color rosa y una aureola igual de grande. Él camino sobre sus rodillas hasta dejar su pene flácido frente al rostro de Murasaki y lo llevo a la boca. Ella abrió sus labios y lo comenzó a succionar mientras Kain estiraba su mano y acariciaba los senos.
Kasumi los observo, cerró la puerta, dejo caer el obi al suelo y después llevo sus manos a los hombros, tomo el kimono por los bordes y lo dejo deslizarse. El kimono cayó al suelo y Kasumi camino desnuda a la cama. Ella se subió a la cama, se acercó a Kain por un lado y lo toco suavemente.
—¿Me extrañaste?— susurro Kasumi con voz sensual.
Kain sonrió, acercó su rostro y la beso. Él siguió acariciando los abundantes senos de Murasaki con su mano derecha mientras ella se lo chupaba. Con su mano izquierda, Kain abrazó a Kasumi por la cintura y le agarro una nalga.
Murasaki estaba recuperando el aliento, pero no la cordura. El sexo con Kain siempre era estimulante y una gran fuente de inspiración para sus libros. Ella pensó que, a lo mejor, por eso era tan popular y todas las mujeres que lo leían compartían su gusto por alguien como Kain. Ella comenzó a lamer a Kain con más pasión. Ellos llevaban haciéndolo desde la primera hora de la mañana. Como solo eran ellos tres, Kasumi siempre tenía que ir a ver la puerta, pero Kain lo continuaba haciendo con ella ¿Cuántas veces él había terminado en su interior? A este paso Murasaki quedaría embarazada, pero no le importaba. Kain podía hacer lo que quisiera con Murasaki, ella era devota de sus delirios. Él era su diabólico emperador y ella su víctima. No podía escapar de él, aunque ella se hubiera vuelto loca y eso quisiera. Su cuerpo era incapaz de vivir lejos de su amor.
Entonces Murasaki sintió como algo pegajoso lleno su boca y detuvo su movimiento. Ella miró hacia arriba, vio a Kain besando a Kasumi. Él apartó su boca de ella y la miró. Kasumi también la miró. Murasaki no sabía que cara tenía ella en estos momentos, pero Kasumi ponía una expresión incomoda como si fuera demasiado obscena. A Murasaki no le importaba. Esta última abrió la boca y sacó la lengua. Le mostro a Kain lo que él había dejado salir en su boca, después la cerró y lo trago todo. Murasaki volvió a abrir la boca para mostrarle lo que había hecho.
Kasumi miró a su amiga totalmente fuera de sí. Ni siquiera habían bebido algún licor. Su expresión era muy caliente. Kasumi quería sentirse así y miró a Kain. Él tenía el rostro cubierto de sudor, los preciosos ojos azules enfocados en Murasaki. La sonrisa astuta y egoísta en sus labios. Kasumi estiro sus manos y le tomo el rostro. Ella hizo que él la mirara y cuando él enfoco sus ojos en ella, Kasumi acercó su boca y lo beso.
—Yo también lo quiero— susurro Kasumi
—Tienes que ponerlo duro otra vez— dijo Kain
Kasumi apartó su boca y sonrió de forma astuta. Ella se recostó en la cama boca arriba y miró a Kain. Ella abrió su boca y sacó su lengua lo que más pudo. Kain sonrió, Kasumi era mujer con recursos, pensó, ella siempre sabia moverse de la forma adecuada cuando quería algo. Kain se sentó encima de su cara y cerró los ojos al sentir como Kasumi le lamia el ano. Ella movía su lengua desde el ano al pirineo, llegaba a las bolas y las succionaba mientras su mano estimulaba el pene. Kain se quedó así un par de minutos hasta que se puso duro de nuevo. Entonces él levantó su cadera y acercó su glande a la boca de Kasumi. Ella abrió su boca y él la metió. Él sintió que se derritió en la boca de Kasumi y lo empezó a mover vigorosamente, Kasumi solo resistía.
Kain se detuvo porque a este paso acabaría en la garganta de Kasumi. Así que él se levantó y se apartó de ella. Kain miró a Kasumi, tenía los ojos llorosos, el rostro rojo y la mirada adolorida. Kain se acercó a ella, la beso y la comenzó a acariciar. Kasumi siempre había sido este tipo de mujer, aceptaba todo lo que Kain le hiciera solo para complacerlo. Era el encanto de una mujer que entendía como complacer el otro y exigir en la misma medida. Solo por eso, a Kain no le molestaba darle todo el castillo y el territorio de la familia Kato.
Kain llevó su mano a la vagina de Kasumi, la acaricio y metió sus dedos palpando las paredes. Kasumi lo besaba, pero también se retorcía disfrutando de un hábil tacto. Ella había tenido algunos amantes, pero Kain era el más exquisito en todos los sentidos. Él se movía cómodamente en la cama y hacia lo que quería. Todo en él se veía tan natural, tan armónico, que interrumpirlo sería un crimen, incluso si eso te llevaba a la agonía.
Kasumi sintió una fuerte estimulación en su interior y soltó un gemido ahogado mientras cerraba los ojos y su rostro se tornaba rojo. Al mismo tiempo, salió liquido de su vagina que era diferente a la orina y cuando ella termino, se sintió lánguida y aliviada.
Al mismo tiempo, Kain tomo el líquido que quedó en su mano y lo esparció por la vulva, el estómago y fue subiendo. Paso por los senos, por el cuello, hasta que llegó a la boca e hizo que Kasumi lamiera los dedos con el jugo de su interior.
—Kain, Kain, te amo— dijo Kasumi con voz suplicante.
Kain sonrió, pero no respondió a su declaración. Él la beso y se metió bruscamente en su interior. Eso hizo agonizar a Kasumi, pero ella se abrazó a él y lo dejo entrar como él quisiera. Era un niño jugando lo mejor que podía. Era divertido y estimulante verlo poner esa sonrisa astuta y egoísta. Picaba el corazón de Kasumi. Él se movía como le placía y su egoísmo enloquecía a Kasumi.
Kain detuvo el movimiento de sus caderas y se sentó en la cama en posición de loto. Él tomo a Kasumi, quien estaba lánguida y débil. Él la ayudo a que se sentara a horcajadas encima de él y entró en ella. Kasumi se abrazó a Kain mientras este último la tomaba por la cintura, la levantaba y bajaba sin ningún problema. Kasumi empezó a mover su cintura y a frotar su clítoris contra el pubis. Ella lo besaba y Kain correspondía.
—Dentro, Kain, dentro, déjalo dentro, te quiero dentro— susurraba Kasumi mientras perlaba el sudor en su rostro. Ella apartó su boca, lo miró a los ojos. Él la miraba a los ojos, tenía el rostro cubierto de sudor. La mirada fija, esa sonrisa astuta y egoísta en los labios. Kasumi cerró los ojos y Kain comenzó a disminuir el movimiento. Kasumi lo miró a los ojos como preguntándole porque se detuvo. Kain sonrió, la beso, Kasumi fue reciproca, pero sintió como él llevo su mano al clítoris y la comenzó a estimular. Kasumi soltó un fuerte gemido, quiso apartar su boca, pero Kain la sujeto de la nuca y a ella no le quedó de otra que seguirlo. Kain la siguió estimulando, moviéndose lentamente en el interior de Kasumi. Esta última soltó un gemido ahogado, apartó su boca y agacho su cabeza mientras apoyaba su frente en el pecho de Kain. Este último la abrazo y ella se quedó así durante unos segundos mientras pasaba el fuerte sentimiento que le impedía moverse como ella quería.
Kasumi reacciono al minuto después y miró a Kain con languidez en la mirada —todavía estás duro— susurro y empezó a mover sus caderas, pero cerró los ojos y frunció el ceño. Ella estaba demasiado sensible.
Kain la ayudo a recostarse y lo empezó a meter —¿Qué tal esto? Te gusta esto ¿Verdad? Perra lujuriosa, si fuera por ti pasarías todo el día fornicando ¿Verdad?— Kain veía a Kasumi agonizar, su cuerpo todavía estaba sensible. Él soltó una risita y continuo —también soy el mismo— entonces la beso y lo comenzó a mover vigorosamente hasta que termino dentro de ella.
Kasumi reaccionó abrazándolo con todas sus fuerzas mientras el gemido más grande que hubiera pronunciado era ahogado por los labios de su amante.