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Mundo Shinobi - Señores de la guerra - 406

Kain apareció en las profundidades de una mina abandona, cincuenta metros bajo tierra. Era un lugar oscuro, rocoso y húmedo. Lo acompañaban el viejo Xiao y Kaoru. Kain tuvo que activar su sharingan hasta el primer tomoe y Kaoru activó su byakugan. Xiao no tenía poderes oculares, pero no le hacían falta.

—Despliega unidades de apoyo— dijo Kain y al instante, Vástago y Segador emergieron de un sello individual en la parte superior del brazalete en el antebrazo izquierdo. Los dos diamantes grises salieron de la manga del haori blanco y levitaron a los lados de Kain, uno a cada lado.

—¿Con esa cosa me encontraste, Kain?— preguntó un voz potente con un tono frio

Kain dirigió la mirada al fondo de la cueva y vio a un anciano sentado en un trono hecho de un tronco. Él se veía débil, el cabello cano, el rostro lleno de arrugas, vestido con una túnica negra. Tenía unas extrañas mangueras blancas pegadas a la espalda, caían a la derecha, por el trono y bajaban hasta el suelo. Las mangueras viajaban por detrás del trono y se perdían en la oscuridad.

Kain sonrió, vio un aura gris en una esquina de la cueva, pero dicha persona no se atrevió a acercarse. Kain camino mirando al anciano sentado en el trono hecho de un tronco —es bueno conocerte en persona, oto-sama— dijo

El anciano quedó mirando a Kain con el ojo izquierdo, su único ojo bueno. El derecho lo había perdido en la ejecución de un jutsu. Tenía el iris rojo y los tres tomoes activos.

—Mmm, no pensé que fueras tan filial después de no habernos conocido nunca— dijo Madara

Kaoru y Xiao se quedaron mirando la oscuridad, al anciano en el trono y a Kain, quien se acercaba a paso lento. Kaoru podía ver la gran cantidad de chakra en el cuerpo de Madara, pero más le intrigaba esas mangueras conectadas a la espalda.

—¿Cómo no podría serlo?— preguntó Kain, sus pasos resonaban entre el choque de la madera de sus sandalias y la piedra —la abuela siempre me hablo del gran shinobi que fuiste y okaa-sama del hombre incomprendido que fuiste, pero tú sabes, la gente no se puede contener y dicen muchas cosas malas de ti. Entonces, dime ¿A quién debería creer?—

Madara soltó una risita y dijo —mi opinión es irrelevante, cada uno creerá lo que quiera creer— él guardo silencio durante unos segundos, apoyando las manos sobre el pomo de una guadaña como si fuera un bastón —¿Por qué viniste? ¿No tienes miedo de que te robe tus ojos?—

—¿Los tomarías?— preguntó Kain

—Niño, muéstrame tus ojos—

Kain se detuvo a cinco metros de Madara, lo vio anciano y decrepito, apoyado en el pomo de una guadaña. El cabello cano y desordenado como una melena. El rostro envejecido, lleno de arrugas y una mirada apática.

Kain canalizo más chakra a sus ojos y ellos respondieron haciendo emerger el segundo y tercer tomoe hasta que giraron, tomaron la forma de tres matagamas unidos, pero no se detuvieron y los tres matagamas formaron una sola línea, como si fueran los ojos de una serpiente con el iris rojo.

Madara soltó tos a modo de risa —como se esperaba de mi sangre— dijo

—Es la sangre del abuelo Orochi, no la tuya—

—Eres Uchiha, tus ojos son prueba de eso, es todo lo que importa. Ahora ¿Qué planeas hacer, muchacho?—

Xiao y Kaoru los miraban desde diez metros por detrás de Kain. Xiao miraba la pequeña sombra escurridiza en la oscuridad. Una criatura nacida de la divinidad y del odio de un dios.

Kain sonrió y le dijo —vengo a sacarte de tu cueva, este lugar es demasiado aburrido. Hay muchas cosas interesantes en el exterior—

—Necesito quedarme aquí— respondió Madara, enfocado en Kain y en sus ojos tan raros. Era cierto que tenían la influencia de la sangre de Orochi Senju, padre de Naoko, pero eran demasiado raros. Por lo usual, el mangekyo se muestra como un símbolo místico, pero los ojos de Kain eran los de un animal, uno peligroso.

—¿Por consejo de tu amigo?— preguntó Kain

—Eso es irrelevante— respondió Madara —pero ahora que viniste, me quedare con tus ojos, me serán más útiles a mí que a ti—

Madara desapareció y apareció delante de Kain, extendió su mano con los dedos apuntando al ojo de Kain. Este último vio como la yema de los dedos se acercaba a sus ojos, pero paso por al lado del rostro de Kain y solo agarro el aire.

Madara quedó congelado, con una expresión tranquila, observo a Kain con detenimiento y dijo —Naori te enseño bien su estilo de genjutsu, ni siquiera pude ver que tu cuerpo estaba un poco más a la izquierda—

—Gracias— dijo Kain mirando a su padre al ojo izquierdo —si quieres mis ojos, puedes tomarlos cuando quieras, pero no te lo recomiendo. Todos los que lo han intentado, están muertos—

Madara retiro su brazo, lo bajo y soltó un bufido de desdén —Ishikawa y Mu eran unos inútiles, no me avergüences jactándote de vencer a unos don nadie— dijo

—Palabras duras viniendo de un hombre cuya intensión siempre fracaso—

Madara frunció el ceño y le dio una fuerte bofetada que reverbero en la cueva.

Kain quedó con el rostro girado a la derecha y mirando la pared mientras un hilillo de sangre caía por la comisura izquierda. Kain miró a Madara al ojo izquierdo, su padre lo miraba con dureza. Kain sonrió y le preguntó —¿Te gustan los juegos?—

—¿De qué hablas mocoso?— preguntó Madara con el ceño fruncido

—Un juego, una competencia. Si me vences, te daré los ojos que quieras, pero si te venzo, saldrás de este agujero y escucharas todas mis ordenes—

Madara sonrió y le dijo —puedo estar viejo, pero no eres…—

—¿Quieres o no?— preguntó Kain interrumpiéndolo

Madara soltó una risa ahogada y después soltó una carcajada. Él se dio la vuelta y camino a su asiento a paso lento. Una vez que él llego al trono de madera, se sentó y miró a Kain —cuando traigas el ojo que me prometes, hablaremos—

Kain elevo la comisura derecha del labio, llevo la mano derecha a la manga izquierda de su haori y sacó un sello de papel. Sostuvo el sello en la mano derecha, canalizo chakra y del sello emergió un contenedor de cristal con un ojo sumergido en un líquido verde.

—Que conveniente— dijo Madara con una sonrisa en los labios

—Luchaste contra mi tío, esperaba que al menos hubieras perdido un ojo— respondió Kain

Madara soltó un bufido de desdén y le dijo —solo fui vencido por el agotamiento. El ojo derecho lo perdí haciendo un jutsu de verdad. Cuando madures un poco te enseñare—

—Claro, lo que tú digas ¿Lo quieres o no?— preguntó Kain

—Si me lo das, te matare—

—Si te lo doy, te daré la posibilidad de tener toda tu fuerza. Verás, pareces muy confiado, pero no eres la persona más fuerte en esta cueva—

—Tú amigo ¿El anciano? Lo note, no sentí su chakra, pero mi instinto me dice que lo evite ¿Así que por eso eres tan desafiante? Me decepcionas—

—Di lo que quieras ¿Te atreves a luchar conmigo?—

El rostro de Madara se deformo en uno de completa emoción y le dijo —sí, por supuesto—

Kain soltó una risita macabra y Madara también se rio a su manera. Kain le lanzó el contenedor con el ojo y Madara lo atrapo. Con la mano derecha lo sostuvo y con el borde de la mano izquierdo cortó la parte superior del contenedor. El vidrio cayó al suelo chocando con la piedra y haciéndose añicos. Madara metió la mano izquierda al liquido verde porque quería sacar el ojo, pero se quedó quieto sintiendo una tremenda vitalidad en el líquido. Dejo la mano metida en el líquido, sintió alivio en su piel, músculos y huesos. Era una sensación agradable como meter la mano en agua tibia. Él tomo el ojo del interior y tuvo la idea de beberse el líquido.

—No lo hagas— dijo Kain

Madara lo quedó mirando, después miró el contenedor y se sintió ridículo. Parecía un vagabundo en busca de un poco de alivio. Por su orgullo, lanzó el contenedor a un lado, cayó al suelo y el vidrio exploto en mil pedazos mientras el líquido se desparramaba. Madara tomo el ojo que le dio Kain, lo examino por todos lados, era un ojo Uchiha, pero era raro, no tenía marcas de haber sido extirpado de una persona. Por otro lado, las conexiones nerviosas… Madara lo pensó, miró a Kain, alto, de cabello blanco y largo peinado hacia atrás —tienes cosas interesantes, muchacho— dijo —ya no te matare, pero hare que le enseñes todos tus secretos a tu viejo padre—

Kain solo curvo la comisura derecha del labio hacia arriba, separando un poco los labios y mostrando los dientes.

Madara se quedó observando esa expresión, estaba confiado, pero no era la confianza en aquel anciano que estaba al lado de la muchacha Hyuga —¿Ella es mi nuera? ¿Por qué no conseguiste una mujer del clan Uchiha?— preguntó

Kain soltó un suspiro, negó con la cabeza y le dijo —haces muchas preguntas, anciano. Colócate el ojo si es que lo sabes hacer. Todavía tengo que preparar algunas cosas para que podamos jugar—

Madara frunció la nariz, no le gustaba esa actitud. No era un padre quisquilloso ni tampoco tenía deseos de que Kain lo respetara ciegamente. Era su actitud, estaba muy seguro para tener tan poco chakra. Ni siquiera tenía la mitad de su chakra, ni hablar de Hashirama.

Madara levantó su rostro mirando al techo de la cueva, llevo el ojo a la cuenca vacía y lo acomodo con su mano.

Kain soltó un silbido, el control de su padre estaba a un nivel brutal, donde él podía mandar los músculos y nervios de su cuerpo para que se acomodaran y se conectaran con el ojo. Era más un arte que una ciencia o un procedimiento médico.

Madara cerró el parpado un par de veces, entonces miró hacia Kain, el ojo de la derecha cambio y el iris se volvió rojo. Apareció el primer tomoe, el segundo y el tercero, imitando el estado del ojo izquierdo —mucho mejor— dijo Madara —¿ahora qué?—

Kain miró a Xiao y le dijo —hazlo lo tuyo, por favor—

Xiao asintió, levantó su mano derecha y alrededor de Kain y Madara se formaron murallas de hielo que conectaban el techo y el suelo. Era un espacio cerrado, frio y oscuro.

—¿Qué es esto?— preguntó Madara

—Tú guarda silencio y no seas impaciente— dijo Kain

—Naori te debe haber enseñado a respetar a tus mayores—

—También me enseño que lo que más odias es un cobarde, después de eso a alguien débil, un Senju y, por último, un Senju débil—

Madara agacho su rostro y soltó aire por su nariz a modo de risa. Sin embargo, cuando la luz del día ilumino su entorno, sus ojos se abrieron amplios y levantó su rostro. Habían salido de la cueva y estaba en un lugar abierto. Era un kilómetro de tierra plana y árida. A lo lejos se veían grandes murallas de hielo que traslucían la luz del día y el cielo estaba despejado, con un sol incandescente en lo alto.

Madara mostro una pequeña sonrisa y dijo —vaya, parece que tienes buenos amigos—

—Se podría decir— respondió Kain sin darle mucha importancia. Él saco un sello de papel, las unidades Segador y Vástago se acercaron. Kain levantó el sello al cielo y de él salieron unidades de apoyo Akari (con la estructura de un diamante pequeño y una luz blanca en el ojo). Era como si las produjera una a una, pero no, las había fabricado para este día. Kain no podía perder un segundo de análisis de su combate con su padre. Cada cosa que guardara sería enseñanza que elevaría su entendimiento del sharingan al siguiente nivel. Por otro lado, su experimento…

Madara quedó asombrado, eran cien de esas pequeñas cosas grises como diamantes flotando a cinco metros del suelo. Solo dos destacaban por el color de su ojo, azul y rojo. Sin embargo, una vez que se reunieron, se movieron a los extremos de las paredes de hielo y se posicionaron de forma uniforme. Por otro lado, los dos diamantes con el ojo azul y rojo se posicionaron en lo más alto del cielo, pero ¿Para qué? Se preguntó Madara.

Próximo capítulo