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Apócrifo - Gods land - Capítulo 49

Al final, Aina y Kain terminaron como amigos y como dijo Kain en un principio, se darían una oportunidad para ver si funcionaba. Para empezar se estuvieron viendo dos veces a la semana durante un mes. No obstante, casi todas las veces fue en la pequeña casa de Aina y al final, conversaron muy poco y terminaron haciendo el amor hasta el otro día. Durante las dos primeras semanas, esa fue la tónica, después se anduvieron calmando, pero no disminuyeron sus encuentros. Así que con la intención de tener una verdadera cita, decidieron reunirse en el restaurante al lado de la torre de Orario. Sin embargo, el día de la cita, como a eso de las ocho de la noche, Aina no llego.

Kain estaba sentado en el tercer piso del restaurante esperando a que llegara Aina. Como a eso de las diez de la noche se empezó a impacientar, ya que como era invierno y oscurecía temprano, era prácticamente el único dentro del restaurante. De repente escucho unos pasos que ascendían por las escaleras y vio aparecer a Cynthia. Se suponía que la habían dejado a cargo y solo porque le tiene respeto a Kain, mantiene el restaurante abierto. De lo contrario, ya habría cerrado hace una hora.

Cynthia se acercó a la mesa de Kain, cerca del ventanal con vista a Orario y le dijo -señor Kain, lo siento, pero solo podemos esperar media hora más-

-Sí, lo sé- respondió Kain con una incómoda sonrisa -algo le debe haber pasado a Aina. Voy a bajar al primer piso y esperare ahí. Si no viene para ese entonces, me iré. Con respecto con la tarifa y las propinas, te pagare lo de siempre-

-Muchas gracias- dijo Cynthia haciendo una reverencia y después se fue.

Por otro lado, Kain se puso su chaquetón negro y la siguió al primer piso. Aparte de él y Cynthia, estaba Alfredo, el cual estaba cumpliendo su último mes de trabajo en el restaurante y el próximo mes empezaba en la familia Hephaestus. Cuando Kain llego al primer piso, encontró todo vacío y a Alfredo parado al lado de puerta. Levanto la mano para saludarlo y Kain hizo lo mismo. Este último camino hasta una mesa de vidrio, unos dos metros al lado de la puerta y se sentó mirando hacia la calle.

-¿Cómo ha estado la noche?- pregunto Kain

Alfredo mantuvo su posición y respondió en un tono respetuoso -todo tranquilo señor. Solo la joven Cynthia está un poco preocupada por lo oscuro que se puso tan rápido-

-¿Vive muy lejos?-

-Según lo que me ha comentado, a unas diez cuadras al norte-

-Hazme un favor Alfredo ¿Acompáñala hasta su casa?-

-No hay problema, señor-

-Gracias, le diré a mi esposa que te garantice una de sus mejores armaduras-

-No me atrevería a recibir algo tan valioso-

-Solo acéptalo- dijo Kain con una sonrisa -es tu buena suerte-

Alfredo sonrió y le respondió -gracias-

-No hay de que-

Justo cuando Cynthia había vuelto de cerrar las ventanas y apagar las luces de los pisos superiores, una sombra blanca llego a la puerta del restaurante. Venía corriendo envuelta un abrigo blanco con un cuello peludo. Una vez que llego a cinco metros del restaurante se divisó más claro su pelo verde y sus facciones élficas. No obstante, lo que les llamó la atención a todos fue la sangre en el abrigo.

Kain salió corriendo, abrió la puerta de vidrio y la fue a buscar. Una vez que la alcanzo, la abrazo preocupado y la reviso por todos lados. Mas allá de la transpiración y los jadeos por venir corriendo, no tenía ningún problema. Así que la llevo adentro del restaurante y la sentó en la mesa en donde él estaba sentado. Al poco rato vino Cynthia con un botiquín.

-¿Qué te paso Aina?- le pregunto Kain preocupado, le abrió el abrigo y se dio cuenta que era la único manchado con sangre. Por dentro llevaba un sweater de cuello de tortuga blanco y esponjoso. Su pelo verde estaba húmedo por la nieve que le cayó en la cabeza y la traspiración. Salía una pequeña nube de humo de su cabeza, como consecuencia de su calor corporal. Por otro lado se veía pálida, tenía la nariz chueca hacia la derecha y un moretón en la frente.

Aina jadeaba sin cesar y por el ángulo de su nariz, hacia un sonido de pito al respirar -yo, estoy, cansada, dame un, minuto-

Kain asintió y le dijo -ok, no hay problema, pero esto va a doler. Te pudo sanar, pero primero tengo que arreglarte el tabique-

Aina asintió mientras trataba de recuperar el aliento y Kain acercó su mano derecha para acomodarle la nariz. Una vez que lo hizo, Aina soltó un grito de dolor y después lo empujó hacia atrás. Lo miró con ojos llorosos mientras se cubría la nariz. Derramo lagrimas por ambos ojos y le dijo -maldito ¿este es mi castigo por atrasarme?-

-Para nada, tenía que arreglarte el tabique. De lo contrario, tu nariz quedaría chueca para toda la vida-

-Uuuuhh, eres tan malo- dijo Aina no una voz lastimera -sáname por dios, que todavía me duele un montón-

-Ok-

Kain ocupo una luz dorada que la hizo sentir cálida y acogida por un sol cariñoso, fue una sensación maravillosa. Aina asintió con agrado y ya más calmada, se puso de pie y lo abrazo.

Kain la abrazo y le pregunto -¿ahora me vas a decir cómo te lastimaste?-

Aina levanto su cara y le dijo con ojos llorosos -me caí en la casa-

-¿Ah?-

-Sí, me caí justo cuando iba a abrir la puerta para salir, no sé con qué me resbale y me fui de cara contra el suelo. Cuando me desperté, me di cuenta que ya era tarde y lo único que atine a hacer fue correr para alcanzarte. Ámame, la vida me ha tratado mal-

Aina se abrazó a Kain y lloro de pena. Por su parte, Kain torno los ojos al cielo y solo la abrazo mientras dejaba salir un suspiro.

Por otro lado, Cynthia junto a Alfredo, le pregunto -¿Señor, esta todo bien?-

-Sí- respondió Kain con calma -dame un minuto y salimos. Lo siento por retrasar tanto tu salida. Por otro lado, le pedí a Alfredo que te acompañe, él será tu guarda espaldas-

Cynthia sonrió y le respondió -muchas gracias por su consideración-

-No hay de qué-

Después de eso, Kain y Aina salieron del restaurante y se despidieron de Cynthia y Alfredo. En ese momento eran las diez de la noche y las calles estaban oscuras. El cielo estaba nublado tapando a la luna y a los astros. Por otro lado corría un viento gélido y el único alivio era que no estaba nevando.

Kain y Aina caminaron de la mano por las calles de Orario. De vez en cuando, Aina estornudaba. Kain le dijo que lo más probable que fuera porque corrió y se quedó con la ropa húmeda por mucho tiempo. Dentro de todo, a Aina no le preocupaba demasiado, por ahora solo estaba concentrada en disfrutar de su pequeño paseo nocturno.

-¿Vamos a mi casa?- pregunto Aina con una voz suave

-Claro- respondió Kain -preparamos algo para comer y después nos acostamos, esta helado como para quedarse conversando-

-Ya lo creo, después podemos ponernos al día. Te he extrañado-

Kain soltó una risita y le dijo -solo me viste hace dos días. Lo hicimos tanto que al otro día andabas con unas terribles ojeras-

-Ni siquiera me lo recuerdes. Fue un día horrible. Me equivoque tanto que me llamo el gerente y me regaño. Me dijo que si seguía cometiendo los mismos errores, prescindiría de mis servicios-

-Eso te pasa por coqueta, yo te dije que descansaras-

-No es mi culpa- respondió Aina con una voz mimada

-Sí, sí, lo que tu digas-

-Malo-

Después conversaron de otras cosas y en media hora llegaron a la casa. Estaba cerca la guild de aventureros, a cuatro cuadras. Por la localización era un lugar bastante caro. Aina pagaba casi la mitad de su sueldo en el arriendo. No obstante, decía que lo valía cada mañana, cuando no tenía que levantarse tan temprano. Era una pequeña casa de un piso, con un patio trasero y delantero. Adentro tenía una cocina, una habitación, un baño y una pequeña sala de estar.

Aina saco las llaves y abrió la reja, la cual chirrió gracias a la humedad de la nieve. Kain paso y ella cerro. Después se dirigió a la puerta de la casa, metió la llave y le dio vuelta a la chapa dos veces hasta que sonara el clic. La puerta fue abierta y entraron, cambiando de un clima frio a uno no tanto. Kain lo arreglo lanzando su magia.

-Amo esa magia- dijo Aina -es como tener un pequeño sol a tu alcance-

-Es, especial- respondió Kain

-Ya lo creo- dijo Aina mientras prendía las luces de la casa

Kain vio una mancha de sangre en la alfombra del piso, casi al entrar a la puerta.

-Te dije- dijo Aina -fue un buen golpe, ni siquiera sé cómo sobreviví a eso-

Kain asintió y se arrodillo para ver la mancha, era casi tan grande como su mano -tuviste suerte- dijo

Aina se había movido hacia la cocina, la cual era separada por una pared y no tenía puerta -así es- dijo del otro lado. Kain fue a la cocina y la encontró sacando algunas verduras para hacer un estofado.

Kain la abrazo por detrás y le dijo -déjame esto a mí, ve a colocarte algo más cómodo-

Aina se dio la vuelta y se puso de puntillas para que él la besara. Kain la correspondió y después le dio una nalgada que saco un grito y una risita -eres tan malo- dijo Aina con una voz provocadora -más tarde ¿entendido?-

-Sí- le susurro Kain -más tarde, pero nos mediremos, quiero que descanses-

Aina asintió con una sonrisa y le acerco para morderle los labios -voy y vuelvo- dijo y salió de la cocina para irse su cuarto.

Kain negó y se puso a cortar las verduras y después saco unas pechugas de pollo. Para cuando Aina volvió, Kain ya estaba friendo la carne y los vegetales. Aina se fue a preparar el acompañamiento. Una hora después tenían todo listo y acompañando la comida con un buen vino.

Una vez que termino la comida, Aina se sentó en las piernas de Kain y lo empezó a besar en el cuello. Kain entendió la señal, ella siempre empezaba así.

-¿Vamos a la cama?- le susurro Aina al oído

Kain asintió y la llevo a la habitación en brazos. Una vez que cerraron la puerta, solo quedo una habitación pequeña, con un ropero a la derecha, un escritorio a la izquierda y una cama en el centro. El piso estaba alfombrado y sobre el escritorio había una ventana cuadrada de un metro de alto por uno de ancho. No obstante, ahora estaba cubierto por una cortina amarilla mientras que las paredes eran de un blanco invierno.

Kain sonrió y se acercó a la cama por la derecha y lanzo a Aina a la cama. La cual grito y soltó una risita.

-Eres tan malo- dijo Aina -déjame ayudarte- y se acercó a Kain para desabrocharle la camisa y el pantalón. Una vez que Kain estuvo listo, siguió Aina y se acostaron bajo la tapa.

-Estoy cansada- dijo Aina -fue un día inesperadamente duro-

-Así es- le respondió Kain arropándola hasta el cuello.

No obstante, Aina se destapo y se subió a horcadas en Kain -que este cansada, no significa que no quiera- dijo

Kain negó y la dio vuelta para dejarla acostada sobre el colchón. Él quedo encima de ella y la comenzó a besar. Mientras sus lenguas se entrelazaban, su sexo se rosaban. Poco a poco la excitaba, hasta que Aina estiro su mano y lo comenzó a estimular. Pasaba sus mano por el glande y después bajaba al tronco para subir y bajar en un movimiento de pistón. Kain estiro sus manos y le tomo las mejillas mientras le comía la boca.

Después un rato, Kain la miró a los ojos y Aina asintió, entonces Kain se introdujo en ella hasta tocar fondos. Por su parte, Aina movía sus caderas con un movimiento serpenteante y cada tanto soltaba gemidos de agonía. Por otro lado, Kain se levantó y le tomo un seno con la mano izquierda y con la derecha, la estimulaba.

Para cuando eran las una de la noche, ya lo habían hecho unas tres veces. Aina iba dos a uno a pesar de todos los pronósticos.

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