Kwan
—Ya el trabajo está hecho, Kwan.
—¿Qué trabajo? — pregunté confundido.
—El hijo mayor de los Roberts mató a la desconocida mujer de Alma. En poco tiempo lo tendremos arrastrado por el suelo— rio.
—¿A la hermana? ¿Estás hablando de Juliana?
—No sé su nombre, los únicos que conocían su identidad eran los Roberts.
—¿¡Por qué demonios hicieron eso!?
—¿Por qué está tan alterado, Kwan? La organización de los Roberts pretende usar a Alma para sus negocios. Tienen una rivalidad y problemas actualmente con otra organización, por lo que piensan que Alma los puede ayudar a resolverlos.
—¿Crees que él hará algo luego de que le mataron a la mujer, idiota?
—No creo que le quede remedio. Hubieras visto la cara de Alma, debe haber perdido la cabeza. Sin duda esa mujer era importante para él. La muy tonta se sacrificó por John, recibió el balazo ella. Era intrigante saber quién era la supuesta mujer que hizo que Alma negra, haya perdido su fama y se haya convertido en esa miserable persona que es ahora.
—¿Dónde está Alma?
—Nadie lo sabe. Lo único que sé sabe es que debe estar de luto, quien sabe si tenga el arma puesta en la sien ahora — rio.
¿Cómo te atreves a dejarla morir, imbécil? Ahora puedo acabar con nuestra tregua y cobrarte las que me debes. Es una lastima que mi linda panterita haya tenido que sacrificarse por semejante basura.
Un mes después
—Ya mi trabajo acabó aquí, Señor— comentó el doctor frente a la puerta.
—Espero no tener que necesitarte más. Gracias por todo lo que hizo por mi mujer. Esa cantidad es nada, comparado a todo lo que hiciste.
—Ese es mi deber.
—Por otro lado, espero tomes unas clases de cocina, creo que yo deberé hacer lo mismo. No pensé que sería tan complicado y necesario.
—Hay que darle las gracias a nuestras mujeres por poder hacerlo todos los días para nosotros, creo que de mucho me sirvió estar aquí.
—No puedo imaginar ese desastre todos los días, definitivamente cocinar no es lo mío.
—Ni lo mío tampoco.
—Que tengas un buen viaje. Espero tu esposa no se enoje por haberte retenido un mes por acá.
—Si lo hará, pero ya veré cómo la busco contentarla.
—Suerte, caballo. Carl, lleva al doctor al aeropuerto.
—Sí, señor.
Nos dimos un apretón de manos y se fue con Carl. Es a la primera persona que no elimino luego de hacer algo para mí. Se siente extraño dejarlo ir así como si nada, pero gracias a él, tengo mi cosita conmigo.
Subí a la habitación y ella estaba mirando por la ventana
—¿Qué miras? — me acerqué detrás de ella, y vi que estaba mirando en dirección a la playa.
—Es muy bonita la vista. Debe ser muy divertido estar en familia en un lugar así.
—¿Cuándo dices familia a que te refieres?
—No me hagas caso, John— su tono sonaba algo extraño. ¿Será que extraña a su familia?
—¿Quieres ir? — le pregunté, y se giró hacia mí.
—¿Podemos?
—No puedes meterte, pero podemos caminar por ahí. Ya estás mejor, así que no creo que haya problema.
—¿Estarás cómodo en ese lugar? —¿Por qué piensa en mí y no en ella?
—Si estoy contigo, sí.
—No estarás pensando en ir vestido así, ¿Verdad?
—¿Qué hay de malo?
—Se te va a ensuciar la ropa y no es adecuado.
—¿Y qué es adecuado? ¿Ir en tanga? —Daisy rió
—¿Te la pondrías, John? — sonrió pícara.
—No, jamás tendría algo violándome el ojete—Daisy rio, y tapó su cara—. Tú sí te verías bien en una — su risa se pasmó.
—Ahí va el pervertido al ataque.
—Algún día quiero verte en una — le dije en un tono serio, porque realmente hablaba en serio. Nada más de imaginarlo, se me descontrolaron las hormonas
—¿Si te gustaría verme en una? — el inocente tono que usó, me acabó de emocionar.
—Sí, pero cambiemos el tema.
—Tu exceso de imaginación es realmente sorprendente.
—Si sigues hablando del tema, te llevaré al centro comercial a que te compres uno y me lo modeles.
—Eres tan pervertido.
—¿Sabes hace cuanto tiempo no tenemos algo? ¿Tienes alguna idea de cómo me siento?
—¿No has estado con nadie más durante todo ese tiempo?
—Solo con mi mano, no creas que es fácil la dieta en la que me has dejado.
—¿Ahora yo tengo la culpa?
—Hablando del tema, siempre he tenido esta curiosidad. ¿Acaso no sientes ganas? ¿No te da deseo? ¿No te da cosquillas y te tocas, o ese tipo de cosas?— Daisy pestañó varias veces seguidas y se quedó en silencio—. Hice una pregunta indebida, ¿Cierto?— pregunté incomodo.
—Absolutamente.
—Olvida lo que pregunté.
—Sí, haré de cuenta que no escuché eso.