Akira
—Si el viejo cree que va a evitar que entre, está muy equivocado. Estoy seguro que algo anda mal, su voz se escuchaba extraña. Prepárense, iremos por la parte de atrás, es mucho más seguro que ir directo a estos cabrones.
—Si, Señor.
—Maten a quien sea, excepto a las mujeres, a ellas no las toquen. No dejen que nadie escape, los quiero a todos muertos.
—Si, señor.
Jefferson
—Oh, ¿qué tenemos aquí? No sabía que te habías cambiado para el otro bando, Mr. Jefferson, pero parece que era cierto.
—Ren, tanto tiempo sin verte. Yo no quiero problemas contigo, solo quiero a la chica.
—Tenemos órdenes de matarte, lástima que éramos buenos amigos.
—Por esos años, al menos déjame sacar a la chica.
—Me temo que es imposible, Mr. Jefferson. Sabes que en este negocio las traiciones se pagan con sangre. No sabía que estabas detrás de la muerte de mi socio y aunque no me caía para nada bien, el cabrón me generaba mucha plata.
—Tenía mis razones. Deja ir a la chica, yo me quedaré aquí y haces lo que quieras.
—¿Por qué es tan importante la chica? Me dijo un pajarito que tiene que ver con el traidor de Akira, a ese que tanto proteges.
—A ella no la necesitas, te mandaron a matarme a mí, no a ella.
—Fíjate que tengo la orden de acabar con cualquiera que me cause problemas y ella es una de ellas. ¿Qué pasaría si la mato?— le apuntó a la hermana de lisa.
Lisa
Shuji salió de la habitación e intenté forcejear con las sogas que tenía amarrada a mis manos. Era difícil poder soltarme. Miré alrededor a ver si podía localizar algo que me ayudara, pero no vi nada. Dios mío, necesito salir de esta, tengo que buscar a mi hija y sacarla de aquí, más tengo que avisarle a Akira sobre lo que está pasando. ¿Por qué nunca le hago caso? Siempre tiene la razón y nunca le creo. Debí haber dejado que lo matara, pero de nada vale arrepentirse ahora. Seguí buscando la forma de soltar mis manos, hacía mucha fuerza y más se ajustaban a mis muñecas. Me logré sentar en la cama, luego de tanto forcejeó y acerqué mi boca a la soga tratando de soltarla, pero estaba muy fuerte. Escuché la puerta abrirse y vi a Shuji entrar de nuevo a la habitación.
—Veo que has tratado de soltarte. ¿Te sientes incómoda?
—Que pregunta tan necia y estúpida de tu parte, Shuji. ¡Dame a mi hija!
—Ella está jugando ahora con Lin, no hace falta traerla — maldita sea, tengo que buscar la manera de que me suelte.
—¿Por qué no nos dejas en paz? Nosotras no te hicimos nada. ¿Por qué metes a mi hija en esto?— lágrimas de frustración bajaron por mis mejillas.
—Ya te dije, lisa— caminó hacia mí y se sentó en la cama—. No me gusta verte llorar, eres muy bonita para eso— secó mis lágrimas.
—Suéltame, Shuji o no creo poder perdonarte esto.
—Me encantaría soltarte, si fueras una chica buena lo haría, pero me temo que no puedo. Solo complicaría las cosas y no tengo tiempo para pelear contigo.
—Yo no haré nada, te lo prometo, pero por favor, suéltame— supliqué mirándolo a los ojos, esperando que cambiara de opinión.
—Eres muy bonita— puso su mano en mi cuello obligándome a mirarlo—, casi logras engañarme, pero no puedo caer en eso. No me provoques y no hagas una tontería, no quiero hacerte daño. Haz cambiado mucho, la primera vez que te vi parecías una niña buena y ahora has cambiado tanto.
—Siempre he sido la misma.
—Te equívocas. ¿Te acuerdas ese día en la fiesta?
—¿Qué fiesta?
—Ese día quería llevarte conmigo, pero Akira complicó las cosas.
—No sé de qué hablas, Shuji.
—¿No recuerdas al mesero? Que descuidado fui. Si me hubiera hecho pasar por Akira, todo hubiera sido tan distinto.
—¿Estás diciendo que ese día que me drogaron fuiste tú? — mis ojos se abrieron de par en par al saber eso, sabía que lo había visto en alguna parte.
—Casi pierdo a mi bebé en ese momento por tu maldito culpa.
—No sabía cuán eficiente era esa droga. Mis planes no eran hacerte daño, solo quería llevarte conmigo. Fueron órdenes de mi padre, pero fallé. No sabes cuánto se molesto conmigo, casi me mata por culpa de tu maldito esposo.
—¡Eres un maldito hijo de puta!
—No me hables así. No tengo culpa de que hayas sido tan estúpida en ese entonces. Has cambiado mucho, lisa. No pensé que encontrarte en el Hotel hubiera sido tan fácil, pero volviste y cambiaste todos mis planes. No sé en qué momento hiciste que me ilusionara contigo, creo que he sido muy descuidado. Si mi padre me viera le daría vergüenza. Akira y yo no somos tan distintos ahora, ¿Verdad?
—Podrás parecerte físicamente a él, pero son completamente distintos.
—Eso no dijiste esa noche, bonita— comencé a reír descaradamente. Su maldita arrogancia me molesta.
—No le llegas ni a los talones. Ya quisieras ser igual a él. Que envidioso me saliste, Shuji—Shuji me dio una bofetada.
—¡Cállate, estúpida! — se molestó, pero no me importó. Tenía que decir lo que sentía.
—Di exactamente en el clavo, ¿No es así?
Akira
*Sonidos de disparos y murmullos*
—No encontramos a su padre, señor.
—Dijo que estaría en los baños, busquen por ahí cerca.
—Si, señor.
*Sonidos de una balacera*
—Oh, tenemos el honor de encontrarnos con el traidor— dijo Robin Smiths, apuntándome con un arma.
—No sabía que también estaban involucrados con mi pendejo padre. Que interesante— mis hombres entraron en silencio por detrás de él.
—Ya ves rata, todo sea por el negocio.
—Lastima que no vayan a salir vivos de aquí— dije, a lo que mis hombres le dispararon.
Jefferson
—No dejaré que le dispares— le di a su brazo haciendo que se le cayera el arma al piso e intenté coger el arma, pero sentí un golpe en el costado lo que me hizo caer al suelo.
—Veo que aún sigues igual de cabrón que antes, Mr. Jefferson, pero tengo que matarte— no tuve tiempo de reaccionar y me disparó.
Akira
—Sr. Akira, no encontramos a su padre en los baños, ni cerca. Hay varios cuartos que nos faltan verificar.
—¿Y qué esperan?
Ren
—Lastima, chiquilla. No te conozco, pero las órdenes son órdenes— sonido de un disparo.
Akira
—Sr. Akira, encontramos a Mr. Jefferson— me avisó uno de mis hombres y corrí con él.
Al entrar a la habitación, habían dos hombres en el suelo contando a Jefferson y dos chicas en la cama. Reconocí a la hermana de lisa al instante.
—Esa es la hermana de mi esposa, llévenla afuera con cuidado. Si algo le pasa los mataré.
—Si, señor.
—Oye, papá— me arrodillé para levantar Jefferson y recostarlo en mi pierna—. Ya todo pasó, lo lograste. Vamos a salir de aquí, tienes que levantarte— estaba sangrando mucho del costado, su cuerpo estaba pesado—. Hay que llevarlo al auto— lo llevamos al auto para llevarlo al hospital—. Encarguénse de lo demás. Lleven a la chica al hospital también y a los demás heridos llama al hospital para que venga el doctor para acá.
—Si señor—me subí al auto para ir con Jefferson al hospital, pero no respondía.
—Papá, aguanta un poco más. Ya mismo llegaremos. Al menos mueve tu mano para saber que estás bien— no hubo ningún movimiento—. Papá, no juegues conmigo, por favor. Muévete al menos un poco. ¿Oye, papá?— lo toqué y estaba muy frío.
Recuerdos
—¿Por qué mamá está tan fría?
— Papá, no juegues así. Muévete aunque sea un poco.
Recuerdos
—¿Por qué mamá no se mueve?
—Oye, no te puedes morir. No seas cabrón, papá. Me prometiste que ibas a quedarte conmigo, ¿Acaso no vas a cumplirme esa promesa? No seas mentiroso, ¡maldita sea! ¡DESPIERTA!