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Capítulo III - Peligro inminente

Cuando Yerai llegó a la escena del crimen vio un ambulancia, cosa poco común, dado que la gente que descubre los cadáveres no suele tener tanto miedo como para que les de un ataque de pánico o de ansiedad, pero siempre había una primera vez.

Al acercarse a la muchedumbre tuvo que abrirse paso entre los estudiantes curiosos y los profesores entrometidos.

Al llegar a la cinta policial y enseñar su credencial pudo librarse del agobio de la gente y se fijó bien en la escena.

—¿Y el cadáver? —Miró al forense que tenía cerca, que estaba en su trabajo de buscar pistas.

—¿No se lo han dicho? La chica estaba viva... a duras penas, tiene la traquea destrozada, pero esta viva —Al oír eso, Yerai se sorprendió gratamente —. Obviamente la intención era matarla, pero no sé el que ha sido lo que ha impedido que lo haga.

—Vale, muchas gracias... ¿Has visto a un chaval que intente cruzar la cinta pero no le dejan?

—Sí, insiste en que puede pasar... Lo tienen esposado en el coche policial, ¿Lo conoces?

—Será mi becario... Gracias por avisar —Se acercó hacia donde sabía que encontraría el coche policial y saludó al agente mientras se asomaba dentro del coche —. ¿Te costaba mucho esperar a que llegase? —Sonrió para tranquilizar al chaval e Ibai no pudo evitar sonrojarse por la vergüenza.

—Se estaban llevando a la chica, lo cual contamina la escena bastante... solo quería...

—Anda, sal, te quito las esposas. —El agente de policía lo miró mal por soltar a su rehén, pero no dijo nada por ser un subordinado de cualquiera que estuviese allí.

Fueron ambos a la escena a hablar con el forense, queriendo saber que habían conseguido averiguar.

—No hay mucho que contar, la verdad, siento decepcionaros... La chica estaba tumbada, el chaval que la encontró creía que se había quedado dormida y que alguien le había echado una manta por encima, pero al acercarse y ver que no reaccionaba pensó que estaba muerta... por suerte solo lo estaba a medias... cuando se recupere podréis interrogarla, no tiene pinta de que vaya a sufrir amnesia, al menos, no por ningún golpe.

» La manta que le echaron encima estaba demasiado bien puesta como para que no se hubiesen dado cuenta de que estaba herida, así que se la ha puesto el asesino. Bueno, el que ha intentado asesinarla. El caso es que intentaremos sacar huellas dactilares de ahí, pero es muy poco probable que se haya quedado algo en la tela.

» Aun así, pintó con spray la manta, es muy poco probable que saquemos nada en limpio si usó pintura normal, pero si ha usado alguna pintura un poco menos común podemos reducir la búsqueda... habrá que cruzar los dedos respecto a eso...

» Intentó estrangularla con sus manos, es por eso que no me entra en la cabeza que fallase, es muy sencillo saber cuando has matado a alguien cuando le estrangulas, simplemente dejas de notar que respire...

—¿Y si estaba tan sedada que de por si respiraba mal...? —Tanto el inspector como el forense miraron al becario, que hablaba tímidamente, con miedo a ser reprendido o comido por sus superiores —. Si la chica estaba sedada puede que apenas se le notase respirar, y dado que le han destrozado la tráquea... puede que dejase de sentir la respiración pero siguiese respirando...

—Puede ser... cuando tenga el informe del hospital veré si es una teoría plausible. Ahora, si me disculpáis, voy a hacer un segundo barrido de la zona en busca de alguna pista.

Ambos asintieron y se alejaron de la zona, atravesando el cordón policial y yendo en dirección del coche del mayor.

—Bien... te libras de ir a clase hoy... vamos al hospital a saber cuándo despertará esa chica... ¿La conocías?

—No muy bien... yo era su tutor en el TEI...

—Perdona, ¿El TEI?

—Oh, sí, es un programa de la universidad, Tutoría Entre Iguales... Ya sabes, de alumno a alumno...

—Vale, vale... ¿entonces no la conocías?

—Me ayudó el día de la presentación... y también hablé con ella ayer por la mañana... ¿Todos los estudiantes de la universidad estamos en peligro?

—Espero que no...

Ambos subieron al coche, preocupados por el menor de los dos, sin saber cómo se desarrollaría el caso, pero dispuestos a llegar al final.

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A unos cuantos kilómetros de la escena del crimen, un joven de diecinueve años, rubio oscuro y con ojos marrones miraba fijamente el símbolo de euro que había aparecido grabado a fuego en la mesa de su cocina.

Juraría que no estaba ahí cuando se fue a dormir la noche anterior, y eso le hacía querer saber de dónde había salido.

Se acercó lentamente y lo rozó con los dedos, aún estaba caliente, lo que le asustó, así que sacó el móvil para llamar a la policía. Al intentarlo no daba señal, así que se dirigió al fijo, pensando en que tenía que cambiar de compañía.

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Mientras todo esto sucedía, la misma figura encapuchada que había cometido un crimen horas antes acechaba la casa del preocupado adolescente que ahora intentaba llamar por el fijo, sin éxito de nuevo.

Había planeado esto durante años, no iba a dejar ningún cabo suelto...

Sintió un leve dolor en las manos, había dejado a la chica viva, tal y como lo había planeado, pero sus manos habrían seguido estrangulándola tranquilamente... había sentido impulsos de destrozar a esa joven por sus pecados, por haberse sentido mejor que muchos y disimulándolo con lástima...

Se centró en su nuevo objetivo, este verdaderamente había cometido peores pecados. La sangre empezó a hervirle al recordar todo lo que sabia que ese estúpido había hecho, así que, antes de descontrolarse, respiró hondo y se metió en su mundo, recordando uno de tantos pecados que había cometido para centrar su ira en castigarlo.

☉ ★ ☉ ★ ☉ ★ ☉ ★ ☉ ★ ☉ ★ ☉ ★ Años antes ☉ ★ ☉ ★ ☉ ★ ☉ ★ ☉ ★ ☉ ★ ☉ ★

La noche era oscura en el bosque. Nadie se había dado cuenta de la ausencia de toda una habitación de chicos en la excursión, o si lo habían hecho, pero no le habían dado importancia ya que, con dieciséis años, todos se habían escapado alguna vez para emborracharse o irse de fiesta.

Los chavales habían ido bastante lejos, a un claro en el bosque donde podían proceder con su plan sin ningún problema.

Al llegar, cuatro de los cinco chavales rodearon al que se había quedado fuera del plan, quien se empezó a asustar.

—Vamos, Samuel... seguro que te lo pasas bien... —Joritz se rió de su propio comentario, recordando la tortura que le tenían planeada, y dejó de acercarse, mientras sus tres lacayos seguían acercándose.

—¿Q-qué? P-pensé que solo íbamos a dar una vuelta...

—¿Con un marginado como tu? —Joritz soltó otra risotada —. Contigo solo se puede salir para hacerte la vida imposible... Ya sabéis que hacer...

Ante esas palabras, dos de los tres que se seguían acercando lo agarraron y tiraron al suelo, poniéndole una mordaza en la boca para mantenerla abierta. Por un momento, la víctima temió ser violada, pero recordó que tenían demasiado orgullo hetero como para eso, así que no supo si relajarse o tener más miedo.

Vio como Joritz sacaba varias botellas opacas de la mochila y se las iban repartiendo entre el y el único que no le agarraba.

Se empezó a retorcer cuando vio como le acercaba la botella a la boca.Lo tenían bien agarrado y le hacían mantener los ojos abiertos, manteniendo sus párpados separados con los dedos, cada uno desde un lado. No pudo hacer nada mientras el que le iba a torturar destapaba la botella y ponía un paño sobre la boca de la misma para que no se saliese el contenido.

—Sinceramente... no recuerdo lo que Joritz ha metido en cada botella... así que esto lo hace aun mas divertido... solo te puedo decir que nos ha salido muy caro... menos mal que el padre de nuestro querido líder está forrado...

Le metieron la boca de la botella entre los labios para luego retirar el paño rápidamente, quemándole los labios por el roce y la boca y la garganta por lo que sea que le hubiesen hecho tragar.

Mientras intentaba toser para aliviar el dolor, repitieron la maniobra con otra botella. Lo que entró esta vez fue en polvo. Al retirar la botella vieron como polvos blancos y espuma salían de la boca de su víctima inmovilizada.

—Tío, le has metido detergente... Eres un cabrón... ¡Me encanta!

La risa fue colectiva y Samuel empezó a perder la consciencia mientras le enchufaban una tercera botella. Antes de cerrar totalmente los ojos, pudo ver una figura masculina borrosa entre los árboles.

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De vuelta en la realidad, el encapuchado se acercó a la puerta trasera y la abrió sin apenas esfuerzo. Camino con pies pesados hacia la cocina, donde se encontraba su víctima, con la sangre borboteando en todo su cuerpo y, como si la ira le diese poderes, apuntó con un cuchillo de la misma cocina a su víctima.

—Vamos, Joritz... Seguro que te lo pasas bien...

Repitió la misma frase con la que él torturó aquella noche a Samuel, sonriendo como un demonio, haciendo que la cara de miedo del que tenía delante fuese aún mayor. Aunque a Samuel lo salvó el que alguien llamase a una ambulancia, él no correría la misma suerte.