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Un detector de comida andante

—"Parece que perdimos al gordo."—, suspiró alegre Indira, habían galopado por varios kilómetros por si el gordo los hubiera seguido, pero finalmente podían respirar tranquilos.

Indira bajo al Niño de la yegua y volvió a mirarlo detenidamente.

El pequeño niño parecía algo pálido, al parecer no estaba acostumbrado a cabalgar y había resistido heroicamente las nauseas.

Indira, sacó de su manda un poco de medicina y se la ofreció, el niño la recibió agradecido pero cuando se la estuvo por llevar a la boca, el profundo olor a medicina lo hizo rechazarla, por lo que intento devolverle la medicina a Indira.

Pero la Santa lo miró seriamente, —"Sé que eres un auto proclamado chef, pero, ¿no estás siendo un poco quisquilloso tomando en consideración nuestra situación?"—

Rápidamente le dio un pellizco en el brazo y cuando el niño estuvo por gritar de dolor, Indira introdujo la medicina en su boca y le dio una palmada en el pecho.

El niño, empezó a hacer ademanes de asco y de nauseas, Indira no pudo evitar querer reírse. Pero de pronto, el niño empezó a correr aleatoriamente por los árboles como si buscara algo, Indira lo miró de reojo curiosa hasta que el niño logró encontrar una gigantesca piedra de casi tres metros.

Pero los ojos de Indira casi salieron de sus cuencas cuando el niño fácilmente levantó con sus dos manos la piedra y la tiro hacia un costado, luego debajo de la piedra empezó a cavar con sus manos hasta que encontró una especie de roca morada, la cual limpió velozmente y se llevó a la boca. Una vez mordida la misteriosa roca su rostro volvió a sonreír y tranquilizarse, como si de un dulce se tratase.

Indira rápidamente se acercó ante lo ocurrido y pudo notar el aroma dulce que rondaba por el lugar, —"¿Una fruta jogi?"—, exclamó sorprendida.

La fruta jogi era una fruta dulce muy rara que crecía solamente en la tierra, no había forma de encontrarla sino era por suerte o utilizando magia. Sobre su utilidad, no era rica en proteínas o en mana, pero su sabor era extremadamente delicioso, por lo que era muy valorada por los mercaderes y comerciante.

Indira levantó una ceja y preguntó, —¿Como sabias que había una fruta jogi ahí abajo?"—

El niño que disfrutaba su fruta tranquilo, pareció recordar que no estaba solo y palideció un poco, nerviosamente miró a Indira y movió la cabeza en forma negativa, al parecer no quería revelar sus secretos.

Indira se rascó la cabeza y asintió, era entendible, el niño y ella acababan de conocerse, si bien lo sacó del peligro en la ciudad era entendible que no confinara en ella, aún no había la seguridad de que no lo hubiese salvado para quitarle su artefacto mágico o tenerlo como esclavo.

Indira tomó asiento en el suelo y mirándolo fijamente dijo, —"Mi nombre es Indira Raizel, soy la santa de este reino y sirvo a la diosa Nafrith, he sido enviada en una misión para encontrar al nuevo héroe, juntos impediremos que una calamidad azote este mundo. Tú eres el héroe elegido, desde ahora mi deber es cuidarte, enseñarte y guiarte hasta que seas lo suficientemente poderoso, luego juntos detendremos lo que haya de venir y protegeremos este mundo."—

Los ojos del niño se abrieron como platos al escuchar las palabras de Indira y la santa no pudo evitar sonreír burlonamente.

Hasta ahora era el niño quien le había sacado los ojos de las cuencas con cada sorpresa inaudita, era su momento de asombrarse.

El niño pareció considerar las palabras de Indira y tras unos minutos de silencio simplemente dijo, —"Entiendo, maestra."—

Al escuchar su nueva condición, Indira no pudo evitar toser, —"Maldito mocoso, era tu momento de asombrarte."—

—"Te veo muy calmado, ¿debo deducir que esperabas eso?"—, cortó su tos secamente.

El niño asintió, —"Me preguntaste cómo fue que pude encontrar la fruta jogui tan fácilmente y la respuesta es simple. Puedo sentir los ingredientes, frutas, animales, vegetales, especies y más, si estoy cerca de ellos puedo ubicarlos como si ellos me llamaran, escuchando historias y cuentos de los clientes de la ciudad, no pasó mucho tiempo hasta que supusiera que era una bendición, así que debe haber algún dios cuidándome, el don siempre me ha ayudado a sobrevivir, tiene sentido que ahora me pidan algo a cambio. Pagaré mis deudas, dime por donde debo comenzar."—

Indira estaba apunto de levantar una ceja sorprendida cuando forzadamente se mordió la lengua y sonrió, —"Tch, ¿Una bendición? ¿Acaso le gusta asombrar al resto? ¿Será la bendición obra de la diosa suprema? Tendré que preguntarle cuando vuelva a aparecer."—

Indira respiro y continuó, —"En fin, tendremos tiempo de hablar de ello cuando encontremos un templo, no me preguntes más cosas porque incluso yo no tengo mucha información de lo que debemos hacer. Pero de lo que se me explicó y lo que sé, nuestra próxima parada es el Mar de Árboles. En donde recogeremos un invitado...Eh..."—, Indira empezó a mirar a vergonzosamente al Niño,—"Por cierto, ¿Cual es tu nombre?"—, dijo incómodamente, se había presentado hace bastante rato, pero había obviado preguntarle nombre del niño.

El niño la miró fijamente y respondió, —"Mi nombre es Deus."—

La ceja de Indira no pudo evitar luchar con toda su fuerza por elevarse. Un nombre literalmente sacrílego, Indira no esperaba algo así. Pero no era el momento de juzgar, en especial al héroe elegido por la diosa suprema.

—"Vamos, partiremos rumbo al norte, debemos pasar por Celtos si queremos cortar camino."—

Ambos subieron a Riz y partieron rápidamente sin perder tiempo.

-

Mientras tanto en un enorme palacio, cierto hombre gordo caminaba apresuradamente por el jardín, cada paso que daba sus rollos y llantas bamboleaban aleatoriamente, dándole el aspecto de una pelota que rebotaba.

No obstante, por más cómica que la situación pareciese ninguno de los sirviente presentes osaba mirarlo directamente o emitir sonido alguno.

Finalmente el hombre llegó a una pequeña mesa en el centro del jardín donde un hombre fornido y de barba plateada tomaba el té calmadamente.

—"Padre, vine en cuanto me llamaste. ¿Es por el artefacto mágico?"—, preguntó respetuosamente el hombre gordo, quien había estado presente en la batalla de la plaza y había fallado en atrapar a Deus y a Indira.

—"Franco, la discípula del camino a la que te enfrentaste es la Santa Indira Raizel, la santa de este reino."—, dijo seriamente.

Los ojos del hombre gordo llamado Franco no pudieron ocultar preocupación mientras intentaba evaluar las consecuencias de sus actos.

Sin embargo, sus dudas fueron extinguidas por la voz de su padre, —"No obstante, por alguna razón, no ha pedido refuerzos al reino o a la iglesia. Hay algo intrigante en todo esto, ¿Por que la santa salvaría a un niño con un artefacto mágico y no pediría apoyo o lo llevaría al reino? La orden sagrada de Nafrith tampoco se ha movilizado, las espadas protectoras también están en sus posiciones, solo puedo presumir que lo que esté haciendo la santa, es reservado, a tal punto que no desea que la misma iglesia o el reino se enteren. Lo que quiere decir que está sola en todo esto."—

Luego miró a su regordete hijo Franco y exclamó seriamente, —"Como bien sabes, las bases de nuestra familia no yacen en este reino, así que, si bien debemos ser respetuosos con la familia real y los otros poderes, no debemos temerles. El día en que la situación lo amerita podemos abandonar este reino y volver a nuestros cuarteles principales, averigua qué trama la santa y repórtamelo, no quiero fallas."—

El hombre gordo asintió y rápidamente se retiró del jardín, una vez fuera empezó furiosamente a golpear el suelo, —"Tch! Una vez más vuelvo a ser su chico de los recados, esa maldita perra, sino fuera por ella hubiera podido tener mi nuevo cocinero y un artefacto mágico para mi solo, pensé que reportarlo a padre me ganaría una recompensa, no esperaba que me mandara a mi a hacer el trabajo sucio. Maldición, debo encontrar a esas asquerosas ratas y regresar a casa rápido, mis muchachas se sentirán solas sino voy pronto."—, dijo vulgarmente mientras se lamía los labios.

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