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cap.17

Después de que Patch se fuera, cambié mi ropa de playa por unos jeans oscuros y una camiseta y me metí en mi impermeable Razorbill negro que había ganado en una fiesta de navidad el año pasado. A pesar de que sólo con pensarlo hacía que se me formara un nudo en el ñ estomago, debía ir a echar un vistazo al apartamento de Patch, y tenía que ser esta noche, antes de que fuera demasiado tarde.

Había sido una estupidez haberle dicho a Patch que sabía que pertenecía a la Black Hand, se me había escapado en un momento de descuido. Había perdido la ventaja del efecto sorpresa. Dudé que él me viera como una verdadera amenaza –él probablemente encontró mi promesa de enviarle al diablo divertida–, pero yo sabía que él había trabajado duro para mantenerlo oculto. Basándome en todo lo que sabía sobre los arcángeles, que todo lo ven, que están siempre vigilantes, no ha sido fácil mantener su participación en el asesinato de mi padre oculta de ellos. Yo no le podría enviar al infierno, pero podrían los arcángeles. Si encuentro la manera de contactar con ellos, su secreto cuidadosamente elaborado quedaría al descubierto. Los arcángeles estaban buscando una excusa para desterrarlo al infierno. Bueno, yo tenía una razón.

Mis ojos se humedecieron, y parpadeé rápidamente para dejar caer las lágrimas. Hubo un tiempo en mi vida en el que nunca hubiera creído a Patch capaz de matar a mi papá. La idea me habría sonado ridícula, absurda, y hasta ofensiva. Pero él sólo se encargó de demostrarme lo bien que me había engañado.

Todo lo que me dijo fue que en el apartamento de Swathmore era donde él guardaba sus secretos. Fue la única prueba de vulnerabilidad. Aparte de Rixon, no le había permitido a nadie entrar allí. Hoy temprano, cuando yo había mencionado a Rixon que yo había estado allí, se sorprendió.

―A él le gusta mantener la dirección de su casa fuera del radar―, me dijo.

¿Patch había logrado mantenerlo fuera del radar del arcángel? Parecía poco probable, en la frontera de lo imposible, pero Patch había demostrado que era muy bueno para sortear cualquier obstáculo colocado en su camino.

Si alguien era ingenioso o lo suficientemente inteligente para socavar a los arcángeles, ese era Patch. Me estremecí pensando en que guardaría en su apartamento.

Un escalofrío recorrió mi espalda, parecía advertirme de no ir, pero se lo debía a mi padre, quería llevar a su asesino frente a la justicia.

Localicé una linterna debajo de mi cama, y la guardé en el bolsillo delantero de mi impermeable. Al levantarme, el diario de Marcie llamó mi atención. Estaba en mi estantería. Debatí un momento, sintiendo como mí conciencia oprimía mi interior, con un suspiro, guarde el diario con mi linterna, cerré la puerta y comencé mi marcha.

Caminé hasta Beech, a continuación, cogí un autobús a Herring Street, caminé tres calles hasta Keate, me monté en otro autobús a Clementine. Luego caminé hasta la pintoresca colina que conduce al barrio de Marcie. El olor a hierba recién cortada y hortensias flotaba en el aire de la tarde, y el tráfico era inexistente. Los coches estaban metidos dentro de los garajes, por lo que las calles parecían más amplias, mas limpias. La ventana de la casa colonial de color blanco, reflejaba el resplandor del sol, y me imaginé a las familias detrás de aquellas persianas, sentarse juntas para disfrutar de una cena tardía. Me mordí el labio, sorprendida por un súbito arrebato de arrepentimiento inconsolable, mi familia nunca volvería a cenar junta. Tres noches por semana cenaba sola, o con Vee. Las otras cuatro noches, cuando mi mamá estaba en casa, normalmente comíamos en bandejas frente al televisor.

Debido a Patch.

Me volví a Brenchley, contando las casas hasta la de Marcie. Su Toyota Runner roja estaba estacionada en la calle, pero yo sabía que no estaba en casa. Patch la habría recogido para la película en el Jeep, estaba cortando camino a través del césped, pensando que dejaría el diario en el porche, cuando la puerta principal se abrió.

Marcie tenía su bolso colgando sobre su hombro, las llaves en mano, estaba claro que iba a salir. Se quedó inmóvil en la puerta cuando me vio.

―¿Qué estás haciendo aquí? –me preguntó.

Abrí la boca, pero no salían las palabras.

―Yo... yo no pensé que estarías en casa.

Ella entrecerró los ojos.

―Bueno, lo estoy.

―Pensé que tú... y Patch... ―No era capaz de decir una frase coherente. El diario estaba en mis manos, a la vista. En cualquier momento Marcie lo vería.

―Él ha cancelado la cita ―me dijo como si realmente fuera de mi incumbencia.

Yo apenas la oía. En cualquier momento iba a ver el diario. Como nunca antes, quería dar marcha atrás en el tiempo. Yo debería haberlo pensado bien antes de venir. Debería haber contado con la posibilidad de que ella estuviera en casa.

Mire nerviosa detrás de mí, mirando a la calle como si de alguna manera alguien pudiera venir a mi rescate.

Marcie jadeó, dejo escapar una ráfaga de viento entre sus dientes.

―¿Qué estás haciendo con mi diario?

Me di la vuelta con las mejillas encendidas.

Ella caminó hacia el porche, y se cubrió instintivamente el pecho con el diario. ―¿Tú... tú tomaste esto?

Mis manos cayeron inútilmente a mis costados.

―Lo tomé la noche de tu fiesta ―Negué con la cabeza―. Fue una estupidez. Lo siento mucho.

―¿Lo has leído? ―me preguntó.

―No

―Eres una mentirosa ―se burló―. Tú leíste esto, ¿no? ¿Quién no? ¡Te odio! ¿Es tu vida tan aburrida que tienes que fisgonear en la mía? ¿Lo has leído todo, o sólo las partes donde apareces tú?

Yo estaba a punto de negar incluso que lo hubiese abierto, cuando las palabras de Marcie hicieron rebobinar mis pensamientos.

―¿De mí? ¿Qué has escrito sobre mí?

Ella lanzó el diario hacia el porche, detrás de él. Se enderezó, cuadro sus hombros, cruzó sus brazos y mirándome me dijo:

―Ahora sabes la verdad, ¿Qué se siente saber que tu madre le está quitando el marido a otras mujeres?

Me reí incrédula, ella decía eso porque estaba enojada.

―¿Qué has dicho?

―¿De verdad crees que tu madre esta fuera del pueblo todas esas noches?

¡Ja!

Adopté la postura de Marcie,

―Si, en realidad lo creo ― ¿Qué estaba insinuando?

―Entonces, ¿Cómo explicas que su coche esté estacionado calle abajo una noche a la semana?

―Tienes a la persona equivocada―, le dije, sintiendo como me subía la rabia. Estaba segura de a donde quería llegar Marcie. ¿Cómo se atreve a acusar a mi madre de tener una aventura? Y con su padre, entre todas las personas del planeta, si él fuera el último hombre, mi madre no caería.

Odio a Marcie, y mi madre lo sabe. Ella no se acostaría con su padre. Ella nunca me haría eso, ni se lo haría a mi padre. Nunca.

―¿Un Tauro beige, matricula X4I24? ―Dijo Marcie con un tono frío.

―Así que ya sabes su número de matrícula ―le dije después de un momento, tratando de ignorar la sensación de opresión en mi pecho― Eso no prueba nada.

―Despierta, Nora. Nuestros padres se conocieron en la escuela secundaria. Tu mamá y mi papá, estaban juntos.

Negué con la cabeza.

―Eso es mentira. Mi mamá nunca ha dicho nada sobre de tu padre.

― ¿Porque ella no quiere que tú lo sepas? ―sus ojos brillaron― Porque todavía está con él. Él es su pequeño sucio secreto.

Negué con la cabeza, sintiéndome como una muñeca rota.

―Tal vez mi madre conocía a tu padre en la escuela secundaria, pero eso fue hace mucho tiempo, antes de conocer a mi papá. Te equivocas de persona.

Te habrás confundido de coche. Cuando no está en casa, ella está fuera de la ciudad, trabajando.

―Yo los he visto juntos Nora. Era tu madre, no hay excusas. Ese día fui a la escuela y dejé una pintada en tu casillero para ella, ¿no lo entiendes?

―Han estado durmiendo juntos todos estos años, Eso significa que mi padre podría ser tu padre. Y tú podrías ser mi hermana.

Las palabras de Marcie cayeron como una lámina entre nosotras.

Abracé mi estomago, me sentía enferma, las lágrimas ahogaron mi garganta, sin decir nada mas, caminé calle abajo, pensé que no perdería la ocasión de gritarme algo peor, pero ya no había nada peor que ella pudiera decirme.

No iría al apartamento de Patch.

Debo de haber caminado todo el camino de vuelta a Clementina, más allá de la parada de autobús, el parque y la piscina de natación de la ciudad, porque lo siguiente que recordaba, era estar sentada en un banco en el césped delante de la biblioteca pública. Debajo de una farola. Era una noche cálida, pero igualmente abrace mis rodillas contra mi pecho, mi cuerpo estaba atormentado por los temblores. Mis pensamientos eran una mezcla de teorías inquietantes.

Me quedé rodeada por la oscuridad. Unos faros giraron calle abajo, se acercaba, se oyeron unas risas. Un aire frío me hizo poner la piel de gallina. El olor embriagador de la hierba, el musgo y la humedad me asfixiaban.

Me recosté en el banco, cerrando mis ojos. Crucé mis manos sobre mi estomago, sentía los dedos como ramas congeladas. Me pregunté porque la vida era tan difícil a veces, por qué la gente que amo siempre tiende a decepcionarme. Ahora no sabía a quien dirigir todo mi odio, a Marcie, su padre o mi madre.

En el fondo, me aferré a la idea de que Marcie se equivocara. Yo esperaba poder devolverle esta jugarreta algún día. Pero la sensación que me hundía el pecho me decía que solo era una manera de hacer menos dura la decepción.

No recuerdo bien, pero creo que fue el último año, tal vez poco antes de la muerte de papá... no, después. Era un día caluroso, mi periodo de duelo había terminado, y yo ya estaba de regreso en la escuela. Vee me estaba hablando de alguna clase. Creyendo que mi madre estaría en el trabajo, fuimos hacia mi casa. Debe de habernos tomado toda la séptima hora llegar hasta allí.

Cuando mi casa apareció por la carretera, Vee tiró de mí.

―¿No hay un coche en tu entrada?

―¿De quién podría ser? Parece un Land Cruiser.

―Tu mamá no conduce uno de esos.

―¿Crees que es un detective? ―No era probable que un detective condujera un SUV de sesenta mil dólares, pero yo estaba tan acostumbrada a ver a los detectives en casa que ese fue el primer pensamiento que me vino a la mente.

―Vamos a acercarnos

Estábamos casi en la entrada cuando la puerta principal se abrió y se escucharon unas voces. Mi mamá... y una voz más profunda. Un hombre.

Vee me arrastró hacia el lado de la casa, fuera de la vista.

Vimos como Hank Millar se metió en el Land Cruiser y se marchó.

¡Uau! Dijo Vee.

―Normalmente pensaría mal, pero tu madre es tan exagerada. Apuesto a que intentaba venderle un coche.

―¿Él vino hasta aquí solo para eso?

―Diablos, sí, nena. Los vendedores de coches no saben dónde trazar la línea.

―Ella ya tiene un coche.

―Un Ford. Ese es el peor enemigo de un Toyota. El padre de Marcie no será feliz hasta que el pueblo entero este conduciendo un Toyota...

Salí de mis pensamientos. ¿Y si no hubiera sido la venta de su coche? ¿Y si hubieran estado teniendo una aventura? ¿Dónde iba yo a ir ahora? ¿A casa?

La granja ya no se sentía como mi casa. Ya no me sentía a salvo y segura allí. Me sentía atrapada dentro de una caja de mentiras. Mis padres me habían vendido una historia de amor, unión, y la familia. Pero si Marcie estaba diciendo la verdad -y mi mayor temor era que sí- mi familia era una broma.

Una gran mentira que nunca había visto siquiera venir. ¿No debería haberme dado cuenta antes en vez de negar lo evidente? Pero había elegido la negación sobre la dolorosa verdad.

Ese fue mi castigo por haber sido tan confiada con los demás. Este fue mi castigo por mirar por el bien de las personas.

Por mucho que odiara en estos momentos a Patch, no podría dejar de envidiar su desprendimiento hacia los demás. No importaba lo bajo que cayera la gente, él siempre lo veía venir. Él endureció su carácter, se hizo mundano, y la gente le respetaba por ello.

Ellos le respetaban, y me mintieron.

Me incorporé en el banco y marqué el número de mi madre en mi móvil.

Yo no sabía que le diría cuando ella respondiera, había dejado que mi ira y la traición me guiaran. Mientras que su teléfono sonaba, lágrimas ardientes cayeron por mis mejillas. Mi barbilla temblaba, y cada músculo de mi cuerpo estaba enojado, el rencor asaltaba mi mente. Me imaginaba gritándole a ella, cortarle el teléfono cuando quisiera comenzar a defenderse con mentiras. Y si lloraba... yo no lo sentiría. Ella se merecía sentir hasta la última gota de dolor que sus decisiones habían ocasionado. Saltó su correo de voz, y necesite de todo mi autocontrol para no arrojar el teléfono en la oscuridad.

Decidí llamar a Vee.

―Oye, nena. ¿Es esto importante? Estoy con Rixon.

―Me voy de casa―, le dije, restándole importancia a que mi voz sonara gruesa de llorar― ¿Puedo quedarme en tu casa por un tiempo? ¿Hasta que decida dónde ir?

La respiración de Vee llenó mi oído

―¿Qué has dicho?

―Mi mamá llega a casa el sábado. No quiero estar ahí cuando eso suceda.

¿Puedo quedarme contigo el resto de la semana?

―Umm, ¿puedo preguntar...?

―No.

―Muy bien, claro ―, dijo Vee, tratando de ocultar su sorpresa―. Puedes quedarte, no hay problema. No hay ningún problema. ¿Me dirás qué pasa cuando estés lista?

Sentí como las lagrimas se agolpaban en mis ojos, en este momento, Vee era la única persona con quien podía contar. Ella podría ser desagradable, molesta, y perezosa, pero ella nunca me mintió.

Llegué a casa alrededor de las nueve, y me puse un pijama de algodón. No era una noche fría, pero el aire era húmedo, y la humedad parecía deslizarse por debajo de mi piel, hasta llegar a los huesos.

Después de prepararme una taza de leche, me metí en la cama. Era demasiado pronto para dormir, pero tampoco sabía si podría hacerlo, mis pensamientos todavía se rompían en pedazos. Me quedé mirando al techo, tratando de borrar los últimos dieciséis años y comenzar de nuevo. Aunque me esforzara, no podía imaginar a Hank Miller siendo mi padre.

Me levanté de la cama y me dirigí a la habitación de mi madre. Tenía la esperanza de encontrar su anuario. Si ella y Hank Miller fueron a la secundaria juntos, habría fotos.

Si hubieran estado enamorados, habrían firmado su anuario de manera especial. Cinco minutos después salí de allí con las manos vacías.

Rebusqué en los armarios algo para comer, pero mi apetito había desaparecido. Yo no podía comer pensando en la gran mentira que mi familia había resultado ser. Me encontré mirando la puerta principal, pero ¿dónde voy a ir? Me sentía perdida en la casa, inquieta por salir, pero sin ningún lugar para correr. Después de estar parada en el pasillo por varios minutos, subí a mi habitación.

Acostada en mi cama con las sabanas tapándome hasta la barbilla, vi como una película de imágenes en mi mente, imágenes de Marcie, de Hank Millar, a quien apenas conocía, y cuyo rostro podía evocar con dificultad y de mis padres. Más rápido y más rápido las imágenes vinieron hasta que se mezclan en un collage, una extraña locura.

Las imágenes parecían caer en reversa de repente, viajando hacia atrás en el tiempo. Todo el color drenado de la bobina, hasta que no quedó nada más que un borroso blanco y negro. Fue entonces cuando supe que había caído en el otro reino.

Que estaba soñando.

Yo estaba de pie en el patio delantero. Un viento barrió las ruidosas hojas muertas a través de la calzada, en torno a mis tobillos. Una extraña nube se arremolinaba en el cielo sobre mi cabeza, pero no hizo ademán de tocar el suelo, como si estuviera contenta con esperar su tiempo antes de golpear. Patch estaba sentado en la barandilla del porche, la cabeza inclinada, las manos unidas libremente entre las rodillas.

―¡Fuera de mi sueño! ―, le grité sobre el viento.

Él negó con la cabeza.

―No hasta que te diga lo que está pasando.

Me puse la chaqueta del pijama.

―No quiero escuchar lo que tienes que decir.

―Los arcángeles no nos pueden escuchar aquí ―.Me dio una risa acusatoria.

―¿No fue suficiente que me manipularas en la vida real, ahora tienes que hacerlo aquí también?

Levantó la cabeza.

―¿Manipularte? Estoy tratando de decirte lo que está pasando.

―Estás forzando tu camino dentro de mi sueño ―, le desafié―. Lo hiciste después del Devil's Handbag, y lo estás haciendo ahora.

Una repentina ráfaga de viento sopló entre nosotros, lo que hizo que diera un paso atrás. Las ramas del árbol crujieron y gimieron. Yo saque el pelo de mi cara.

Patch dijo:

―Después de la Z, en el jeep, me dijiste que habías tenido un sueño acerca del padre de Marcie. La noche que tuviste el sueño, yo estaba pensando en él.

Estaba recordando exactamente lo que habías soñado, deseando que hubiera alguna manera de que pudiera decirte la verdad. Yo no sabía que se estaba comunicando contigo.

―¿Tú me hiciste tener el sueño?

―No fue un sueño. Fue un recuerdo.

Traté de digerir esto. Si el sueño era real, Hank Millar había estado viviendo en Inglaterra, cientos de años atrás. Mi memoria recordó otra vez el sueño. Dígale al camarero que envíe ayuda, Hank había dicho. Dile que no hay hombre. Dile que es uno de los ángeles del diablo, han llegado para poseer mi cuerpo y esparcir mi alma. ¿Hank Millar fue un Nefilim?

―Yo no sé cómo se superponen tus sueños ―, dijo Patch― Pero he estado tratando de comunicarme contigo de la misma manera desde entonces. He estado pensando en la noche que te besé después Devil's Handbag, pero ahora no lo he logrado. Tengo la suerte de estar aquí ahora. Creo que eres tú. Eres tú la que no me estás dejando entrar.

―¡Porque yo no te quiero dentro de mi cabeza!

Se deslizó fuera de la barandilla, bajando a mi encuentro en el patio.

―Necesito que me dejes entrar.

Me di la vuelta.

―Me fue reasignada Marcie. ―Dijo.

Cinco segundos pasaron antes de que todo cayera en su lugar. La sensación de malestar caliente que había estado en mi estómago desde que salió de propagación de Marcie a mis extremidades. ― ¿Tú eres ángel de la guarda de Marcie?

―No ha sido un viaje de placer 

―¿Los arcángeles pueden hacer esto?

―Cuando se me asignó como tu guardián, ellos dejaron en claro que tenían mejores intereses en mente. Involucrarse contigo no era su mayor interés. Yo lo sabía, pero no me gustaba la idea de que los arcángeles me dijeran qué hacer con mi vida personal. Ellos nos estaban mirando la noche que me diste tu anillo.

En el Jeep. La noche antes de que nos separáramos. Me acordé.

―Tan pronto como me di cuenta de que nos estaban mirando, me lo quité.

Pero el daño estaba hecho. Me dijeron que estaría fuera tan pronto como me encontraran un reemplazo. Luego se me asignó a Marcie. Fui a su casa esa noche para esforzarme, para hacer frente a lo que había hecho.

―¿Por qué Marcie? ―Pregunté con amargura― ¿Para castigarme?

Se pasó una mano por encima de su boca.

―El padre de Marcie es la primera generación de Nefilim, una raza pura.

Ahora que Marcie tiene dieciséis años, está en peligro de ser sacrificada. Hace dos meses, cuando traté de hacer el sacrificio que era necesario para obtener un cuerpo humano, pero terminé salvando tu vida, no había muchos ángeles caídos que creían que podían cambiar lo que eran. Yo soy un guardián ahora.

Todos lo saben, y todos sabemos que es porque te salvé de morir. De repente, un montón de ellos creen que pueden engañar al destino también. Ya sea salvando a un ser humano y conseguir sus alas de nuevo ―exhaló― o por matar algún súbdito de Nephil y transformar su cuerpo de ángel caído a humano.

Reviví en mi mente todo lo que sabía acerca de ángeles caídos y los Nefilim. El Libro de Enoc habló de un ángel caído que se convirtió en humano después de matar a su vasallo Nephil -a costa de sacrificar uno de los descendientes femeninos del vasallo-. Hace dos meses, Patch había intentado esto mismo por la intención de usarme para matar a Chauncey. Ahora, si el ángel caído que había obligado Hank Millar a jurar lealtad quería ser humano, tendría que...sacrificar a Marcie.

Le dije: ―¿Quieres decir que tu trabajo es asegurarse de que el ángel caído que obligaron jurar lealtad a Hank Millar no sacrifique a Marcie para obtener un cuerpo humano?

Como si realmente me conociera, y supiera cual iba a ser mi siguiente pregunta dijo:

―Marcie no lo sabe. Ella está completamente al margen.

Yo no quería hablar con él. Yo no quería a Patch aquí. Había matado a mi padre. Me había arrebatado para siempre a alguien a quien amaba. Patch era un monstruo. Nada de lo que pudiera decir podría hacerme sentir lo contrario.

―Chauncey formó la sociedad de la sangre de Nefilim ―dijo Patch.

―¿Qué? ¿Cómo lo sabes?

Parecía reacio a contestar.

―He accedido a algunos recuerdos. A los recuerdos de otras personas.

―¿Recuerdos de otras personas? ―Me sorprendió ¿Cómo podía justificar todas las cosas horribles que había hecho? ¿Cómo iba a venir aquí y decirme que había examinado en secreto los pensamientos más privados e íntimos, y esperar que yo le admirara por ello? ¿O incluso esperaba que le escuchara?

―Chauncey dejó un sucesor. No he sido capaz de obtener un nombre todavía, pero corre el rumor de que no está contento con la muerte de Chauncey, cree que no tiene sentido. Él está a cargo ahora. Me hace preguntarme si el sucesor era un amigo cercano de Chauncey, o un familiar.

Negué con la cabeza.

―No quiero escuchar esto.

―El sucesor tiene un contrato por el asesino de Chauncey ―. Cualquier otra protesta por mi parte hubiera sido como nada. Patch y yo nos miramos.

―Él quiere que el asesino pague por lo que hizo.

―¿Quieres decir que quiere que yo pague? ―dije, mi voz apenas salía.

―Nadie sabe que mataste a Chauncey. Él no sabía que eras su descendiente hasta momentos antes de morir, así que hay pocas posibilidades de que nadie lo sepa. El sucesor de Chauncey podría tratar de localizar a los descendientes de Chauncey, pero le deseo suerte. Me tomó mucho tiempo encontrarte. ―Dio un paso hacia mí, pero yo retrocedí.

―Cuando te despiertes, necesito que digas que me quieres como tu ángel de la guarda de nuevo. Dicen los arcángeles que quieren oírlo de ti, y esperan tu petición. Estoy haciendo todo lo posible para mantenerte a salvo, pero yo estoy restringido. Necesito mayor acceso a la gente que te rodea, tus emociones, todo tu mundo.

¿Qué estaba diciendo? ¿Que los arcángeles por fin habían encontrado a un ángel de la guarda de reemplazo? ¿Fue esta razón por la que había forzado su camino dentro de mi sueño esta noche? ¿Debido a que había sido restringido, y ya no tenía todo el acceso a mí que él quería?

Puso sus manos sobre mis caderas de manera protectora, acercándome hacia el.

―Yo no voy a dejar que nada te suceda.

Me puse rígida y me encogí. Mi mente era un mar de dudas. Él quiere que el asesino pague. Yo no podía quitarme esa idea de la cabeza. La idea de que alguien por ahí me quería matar. Yo no quería estar aquí. Yo no quería saber estas cosas. Quería sentirme segura de nuevo.

Consciente de que él no tenía ninguna intención de dejar mi sueño, hice mi propio movimiento, luchar contra las barreras invisibles del sueño al forzar mi despertar.

Abre los ojos, me dije. ¡Ábrelos!

Patch me tomó por el codo.

―¿Qué estás haciendo?

Yo podía sentirme cada vez más lúcida. Podía sentir el calor de mis sábanas, la funda de mi almohada suave contra mi mejilla. Todos los olores familiares asociados a mi habitación me reconfortaban.

―No despiertes, Ángel ―. Pasó sus manos contra mi pelo, atrapando mi cara, obligándome a mirarlo a los ojos.

―Hay algo más que necesitas saber. Hay una razón muy importante por la que tú necesitas ver estos recuerdos. Estoy tratando de decirte algo que yo no puedo decir de otra manera. Necesito que intentes darte cuenta de lo que estoy tratando de decirte. Necesito que me dejes de bloquear.

Dejó mi cara libre. Mis pies parecieron elevarse encima de la hierba, yendo a la deriva hacia la nube de embudo conmovedora. Patch me agarró, jurando en voz baja, pero su dominio sobre mí era débil, imaginario.

Despierta. Me ordené. Despierta.

Dejé que la nube me consumiera.

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