Qi Yanxi alejó a Mu Li y se enderezó. Vio un poco de sangre y otras marcas en las sábanas, que eran evidencia de cuán salvaje había sido la noche anterior. Sus movimientos parecieron sobresaltarla. Sus largas pestañas se agitaron y despertó. Se miraron y ambos quedaron sin palabras.
—¿Qué hago aquí? —preguntó Qi Yanxi, después de un largo rato.
—Estabas borracho... —dijo Mu Li, con una voz diminuta—. El mesero me llamó para ir a buscarte.
—¿¡Entonces por qué no me mandaste a casa!? —hizo cara de pocos amigos.
—Yo... yo... —se estremeció.
—No tienes que asumir la responsabilidad por esto —dijo, tristemente, bajando la cabeza—. Ya te puedes ir.
Él quedó perplejo. Puede que sea un patán en muchas cosas, pero siempre había sido fiel en sus relaciones. Pero ahora... por alguna razón se había acostado con una mujer, sin mencionar que era su amiga de la infancia...
—Lo siento —la culpa lo abrumó.
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