Al afrontar aquellos ojos rojos, Lucien sintió sus manos y piernas temblar, y su cabeza zumbar. Diferentes pensamientos sobre lo que debería o no hacer lo abrumaron, por lo que se quedó allí parado.
«¡La insignia! ¡Aún tengo la insignia!»
Ella era su más grande apoyo. Cuando Lucien estaba concentrándose para lanzar el hechizo del escudo, un repentino grito por parte de Gary casi lo dejó fuera de sus cabales.
—¡Lanza «Luz»! — El tono de Gary era tranquilo y decidido. Él gritó estruendosamente para sacarlos del trance que había provocado el miedo.
¡Cierto! Lucien comprendió que su máxima prioridad era ser capaces de ver con claridad. Frotó la insignia y murmuró.
—«Gaya».
Una esfera de luz blanca apareció frente a ellos, lo que hizo retirarse a la oscuridad.
Entonces, Lucien las vio: ratas de ojos rojos de un tamaño regular. El suelo, paredes e incluso una planta de forma humanoide estaban completamente cubiertos por lo que parecía una nube de esas ratas negras, lo que le dio escalofríos.
Las ratas también vieron a sus enemigos. Tan pronto como la luz apareció, empezaron a chillar y a moverse hacia los humanos.
En ese momento, el grupo logró dar un vistazo efímero a la habitación: una mesa estaba colocada en una esquina, con tres libros brillantes encima; otra mesa plana, ancha y de apariencia rara se encontraba en el centro del lugar, con diferentes patrones rojos, azules y verdes dibujados encima, similares a los de la Insignia de la Santa Verdad. También había algunas hornillas pequeñas, frascos, y botellas de vidrio.
Sin embargo, no tuvieron suficiente tiempo para notar detalles como que aquellos increíblemente hediondos monstruos ya habían saltado al frente de ellos.
Howson y Corella sostuvieron sus escudos y espadas, dándole la espalda a Gary, haciendo una formación simple.
La rata en la vanguardia se lanzó directamente hacia Lucien. Su boca estaba completamente abierta, mostrando sus dos largos y afilados colmillos.
Lucien levantó su «Espada de Luz» y, con premura, la blandió hacia la cabeza de la rata de ojos rojos. No obstante, estaba demasiado nervioso como para predecir el movimiento de esta, por lo que la hoja no acertó, pero la luz proveniente de la espada de todas formas la atrapó. Lucien pudo oler la carne calcinada de la rata. Esta tornó negra y se enrolló hacia dentro.
Pero la rata no se detuvo, y ya se encontraba frente al rostro de Lucien, como si no pudiera sentir dolor. Él podía oler el hedor pútrido proveniente de su boca.
Se encontraba demasiado nervioso para tomar la decisión correcta. Intentó levantar su espada por segunda vez y, al mismo tiempo, estiró el brazo izquierdo para tratar de defenderse. Debido al pánico, casi dejó caer la espada.
Sintiéndose desesperado, Lucien no pudo hacer más que ver a la criatura a punto de hundir sus afilados dientes en su pecho.
En este momento crítico, una hoja brillante llegó y cortó a la rata directamente, partiéndola en dos.
—No entres en pánico. Protege tus puntos vitales. Aún cuentas con el hechizo curativo —ordenó Gary.
Corella también dio una orden con una voz aguda.
—¡Idiota! ¡Júntate con nosotros! ¿Acaso quieres morir de pie en el frente?
Ellos eran conscientes de que Lucien era la única persona del grupo con una insignia, lo que consideraban muy importante. Probablemente podrían sobrevivir contra estas demenciales ratas sin necesidad de hechizos, pero nadie sabía que les aguardaba luego.
Lucien intentó tranquilizarse. Los guardias estaban bien entrenados, por lo que al enfrentarse a peligros sabían lo que deberían hacer. Sin embargo, Lucien, un niñato, no podía protegerse a sí mismo. Nadie nació sabiendo pelear, o con la habilidad de mantener la calma en situaciones peligrosas.
En esta primera batalla real, la guía de un guardia experimentado como Gary sería una lección valiosa para Lucien en el futuro.
Después de un momento, finalmente se calmó. Mientras blandía su espada, él retrocedió gradualmente hasta unirse a los guardias.
Entonces, en lugar de una o dos, cientos de ratas empezaron a atacarlos con locura.
La espada de Lucien era afilada y maravillosa. Cuando la blandía, esta se veía rodeada de un halo, y era posible ver una imagen casi sólida a lo largo de su recorrido. Siguiendo la orden de Gary, Lucien blandió la espada de luz para escudarlos.
Cualquier rata que se acercara a él era cortada por la mitad con su hoja. Los ardientes cortes quemaban los órganos de las ratas, y la piel quedaba carbonizada sin derramarse una sola gota de sangre. Algunos golpes fallaban, pero aun así el pelaje y la piel eran chamuscados, lo que las ralentizaba, haciéndolas caer al suelo justo delante de Lucien.
Los tres guardias se encargaban de las ratas restantes.
—¡Jaja, bien hecho chico! — comentó Corella.
Sin embargo, Lucien no se sintió satisfecho. Podía sentir que el poder de la espada estaba disminuyendo gradualmente.
Gary aún se encontraba cortando el resto de ratas.
—Cálmate. Tenemos suficiente poder para encargarnos de estos monstruos.
Una nueva oleada avanzó para atacarlos, parecida a una nube negra.
Lucien estaba mejorando rápidamente. A pesar de seguir preocupado, decidió confiar en sí mismo y en los tres guardias.
Los cuerpos cortados de las ratas muertas caían al suelo como gotas de lluvia. No obstante, algunos de esos seres de ojos rojos aún lograron penetrar las defensas y acercarse hacia ellos velozmente.
«No pueden manejar a todas ellas», pensó Lucien lleno de preocupación. «Nadie podría blandir una espada tan rápido».
Obviamente, ellos no estaban peleando solamente con sus espadas. Dos escudos de plata pequeños estaban cooperando con estas. Las insanas ratas saltarinas no podían detenerse a tiempo y colisionaban directamente con el metal. Muchas estaban retorciéndose en el suelo, y morían poco después.
Corella habló entre risas.
—¡No puedes ser un buen caballero sin un escudo!
Después de numerosas rondas de ataque, las ratas de ojos rojos cambiaron su comportamiento. En lugar de lanzarse directamente hacia sus rostros, algunas empezaron a acercarse por el suelo, mientras que otras treparon las paredes para atacarlos desde arriba.
La situación volvió a agravarse.
—Déjenme a aquellas que vienen desde arriba —les dijo el alto Howson, quien siempre estaba callado.
Lucien asintió para mostrar su aprecio, a la vez que blandió su espada para defenderlos de las ratas en el suelo. —¿«Escudo de Luz»?
—Aún no. —Gary agitó la cabeza.
Ellos parecían un pequeño bote flotando en un océano embravecido. Podrían ser destruidos fácilmente.
Repentinamente, Howson falló en cortar a una rata, la cual calló directamente en el hombro de Corella. La rata le mordió con resentimiento en el cuello. Corella bramó adolorido y retorció el hombro.
—¡Me mordieron! Se siente adormecido aquí. Sus dientes deben ser venenosos —dijo entre insultos.
—Déjenme encargarme de la sanación. —Lucien estaba a punto de frotar la insignia, pero fue detenido por Gary.
—Corella aún puede aguantar. Hay demasiadas ratas. Guárdalo para des... ¡Ouch!
Antes de terminar, Gary fue mordido debajo de la rodilla.
Poco después, los guardias empezaron a centrarse en defender sus partes desprotegidas. Pero a diferencia de ellos, que llevaban puestas rodilleras, botas y cotas de malla, Lucien estaba usando meramente prendas cortas de lino. Súbitamente, fue mordido en el tobillo.
Al sentir dolor y adormecimiento proveniente del tobillo, Lucien casi perdió el equilibro. Al mismo tiempo, se sintió sediento. Quería agua.
—Protégete. Levanta Tu «Escudo de Luz» primero. Luego usa «Curación»—ordenó Gary. La mitad de las ratas ya se encontraban muertas.
Lucien se concentró rápidamente y frotó la insignia.
—«Simen».
Un escudo blanco hecho de luz apareció y lo cubrió. Él necesitaría más tiempo para lanzar otro hechizo, así que dio un paso adelante, tratando de cubrir a sus compañeros bajo el muro creado a partir del escudo y la espada.
Después de un par de segundos, Lucien se centró nuevamente. Volvió a frotar la insignia.
—«Gourdi».
Una luz blanca se proyectó desde la cruz y cubrió su tobillo. La sensación de adormecimiento desapareció instantáneamente.
A pesar de que Corella y Gary permanecían heridos, la situación fue invertida. El número de ratas de ojos rojos disminuyó, por lo que Lucien aprovechó la oportunidad y los sanó también.
Al apuñalar a la última rata, Corella suspiró ligeramente.
—Por fin terminó.
El suelo estaba cubierto de capas de cuerpos muertos y sangre oscura.
Estando parado allí, Lucien no podía creer que de verdad lo había logrado. Gary asintió, hablándole.
—Lo hiciste bien, Lucien —luego, dio la vuelta—. Chicos, ustedes también hicieron un buen trabajo.
El rostro de Corella parecía raro. Entonces, él respondió en un tono confundido y temeroso.
—How... Howson no está aquí...
El silencioso pero confiable Howson, quien estaba protegiéndolos desde detrás, ¡¿desapareció?!
Lucien empezó a sentirse asustado de nuevo.