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Capítulo 7: Madame Gu, no hay necesidad de que sea austera

Editor: Nyoi-Bo Studio

Al día siguiente, Lin Che abrió los ojos y se encontró en entorno desconocido.

Le tomó unos minutos recordar que ahora estaba casada. Pero, ¿dónde estaba su marido?

Saltó de la cama y vio que todo en el sofá se encontraba ordenado como antes, pero la persona que había dormido en él no estaba en ninguna parte.

Lin Che salió de la habitación y se dirigió al comedor. La criada parada a un lado le hizo una reverencia.

—Madame, la llevaré al comedor.

Cuando llegó, vio a Gu Jingze bañado por la luz del sol. Se acercó despacio con pasos ligeros. Su expresión neutral hizo que la temperatura en todo el comedor bajara de un momento a otro.

Su cuerpo bien definido parecía aún más erguido con un traje. Sin ropa, su cuerpo era musculoso, pero parecía más delgado con la ropa puesta. Su rostro podría hacer suspirar a cualquier mujer, y su mirada segura y misteriosa hizo que las cejas de Lin Che se elevaran un poco después de una simple mirada.

—Hola. Buenos días —saludó acercándose.

Sin embargo, Gu Jingze solo levantó las cejas y la miró una vez más.

La ropa casual que llevaba puesta había sido preparada por las mucamas. El atuendo acentuaba su figura.

Gu Jingze bajó la cabeza en silencio. Con sus dedos huesudos, tomó la taza blanca de cerámica con café que estaba sobre la mesa y no volvió a levantar la cabeza.

"Qué frío y distante".

Lin Che puso mala cara y se sentó.

Durante el desayuno, no interactuaron en absoluto. Cuando terminaron y se retiraron, la mucama miró la expresión infeliz de Lin Che y le habló con recato:

—Señora, el amo no es una mala persona. Solo pasa que a veces está de mal humor por la mañana, en especial si no durmió bien.

—¿No durmió bien anoche? —preguntó Lin Che.

La sirvienta respondió:

—No. El amo se despertó en medio de la noche y fue a dormir al estudio, por lo que no durmió bien.

Lin Che abrió la boca, un poco sorprendida, y se quedó sin palabras.

Después de pensarlo, se dio cuenta: él se había visto obligado a casarse con ella por culpa del accidente. Era comprensible que se sintiera incómodo, sobre todo, porque amaba a otra mujer. Era poco probable que se sintiera a gusto durmiendo con ella en la misma habitación.

"La vida de Gu Jingze también es lamentable. Es una persona privilegiada como pocas; sin embargo, padece una extraña enfermedad", pensó Lin Che, suspirando.

Poniéndolo en perspectiva, fue por un error de ella, que había sido descuidada al confundirlo con otra persona, que él perdió a la mujer que amaba y tuvo que casarse.

De repente, sintió como si hubiera separado a un par de tortolitos y comenzó a sentir culpa.

***

Lin Che juntó sus cosas, preparándose para ir a la empresa, y al salir, vio a un grupo de personas caminando de forma ruidosa. Cuando miró más de cerca, vio a Gu Jingze guiándolos. Su figura alta y delgada le recordó a una grulla rodeada de pollos.

Sus pantalones ajustados a medida envolvían sus largas piernas y hacían que las grandes zancadas que daba parecieran fluidas y elegantes. Su andar disipó algo de la actitud distante en sus ojos, mientras que su severa figura transmitía una ligera indiferencia. Un aura tranquila y autoritaria podía sentirse de forma natural.

Pasó sin prisa por las puertas dobles y parecía que estaba a punto de irse cuando Lin Che lo siguió apurada.

—Espérame. Espérame.

La expresión austera de Gu Jingze cambió al escucharla, y sus cejas se juntaron. Giró la cabeza para ver a Lin Che con un hermoso vestido ajustado en la cintura. Ella corría como loca hacia él, lo que le hizo fruncir el ceño aún más.

Sin embargo, su abundante cabellera negra acentuaba su piel blanca que contrastaba como la nieve, haciéndola parecer más limpia y pulcra. Él respiró hondo, desvió la mirada y siguió caminando.

—Llévame contigo, Gu Jingze. Voy a la empresa.

—Haré que alguien te lleve —respondió cortante mientras miraba al frente.

—Oh, no importa. Puedes llevarme a la parada del autobús. No hay necesidad de que derroches un auto por mí.

Gu Jingze frunció el entrecejo.

—¿Crees que familia Gu es tan pobre que mi mujer tiene que ahorrar dinero tomando el transporte público? —preguntó.

Su mirada se posó en el rostro de Lin Che y, después de un breve momento de reflexión, ordenó:

—Entra.

Al escuchar eso, Lin Che siguió rápido y con torpeza a Gu Jingze, ansiosa por ahorrarse dos dólares.

El auto de Gu Jingze era enorme. No era el mismo que había usado ayer. En el interior, los asientos estaban hechos de cuero y tenía un fresco aroma. Él miró las huellas que habían dejado sus zapatos y puso el ceño fruncido.

—¿Por qué tus zapatos están tan sucios?

Lin Che miró el piso y notó una huella desagradable.

—No tengo otros —confesó, riendo avergonzada.

Al ver las impecables cejas de Gu Jingze juntarse de nuevo, hizo una mueca y agregó:

—¿Qué te molesta ahora? No es como si lo hiciera a propósito; estos son mis únicos zapatos.

Gu Jingze la miró. Estaba vestida de forma desprolija, y podía verse algo de sus largas y esbeltas piernas. Él inspeccionó su ropa; era el mismo conjunto que había usado ayer y se veía en un estado ridículamente malo.

—Primero te llevaré a comprar algo de ropa.

—No tengo problemas con la ropa. Es solo que no la traje. Cuando tenga la oportunidad, volveré, recogeré mis cosas y las traeré—soltó Lin Che al escucharlo.

Pero Gu Jingze ya le había dado indicaciones al conductor:

—Encuentra un lugar donde podamos comprar ropa para la señora.

El conductor dio una vuelta en U de inmediato.

Lin Che estaba avergonzada.

—En realidad esto no es necesario. Será demasiada molestia.

Gu Jingze volvió a mirarla de arriba a abajo. No sabía dónde había comprado el vestido, pero se había lavado tantas veces que se notaba que era viejo. Lo más probable era que lo había usado repetidas veces.

—Tu ropa está demasiado sucia. Me siento incómodo con solo mirarla.

—...

Lin Che se dijo para sus adentros: "Está bien. Como lo incomoda, puede comprarme lo que quiera".

Pensar que ella había creído que él estaba siendo amable.

—Esto es ser ahorradora, ¿sabes?

—Estás acostumbrada a creer que economizar es lo mismo que andar desaliñada, pero eso no es un hábito mío.

Cuando mencionó eso, sus ojos eran, como de costumbre, indiferentes.

—Sí, por supuesto, es bueno ser rico. Puedes cambiarte de ropa todos los días. Yo no tengo muchas, así que uso cada prenda por mucho tiempo. ¿Cuántas veces crees que usé lo que tengo puesto? Costó varios cientos de yuanes. Es obvio que no la tiraré hasta que la haya desgastado.

Gu Jingze miró a Lin Che.

—La familia Lin no debería ser tan pobre.

Lin Che sonrió mientras lo observaba.

—Así que me investigaste a fondo.

—Claro. ¿Crees que me casaría con una mujer sin investigarla?

Lin Che jugaba con sus mangas.

—¿Pero no descubriste entonces que soy una hija ilegítima de la familia Lin? Mi padre nunca me trató como parte de la familia Lin. Cuando era niña, vivía con la niñera. Solo cuando vio que había crecido y podía serle útil, me dio una habitación. Cuando era pequeña, siempre tuve la ropa que Lin Li y Lin Yu ya no usaban. Incluso si la ropa se hubiera lavado reiteradas veces o se hubiera rasgado, seguía siendo ropa bonita. Siempre le pedía a la niñera que me las arreglara, y seguía usándolas.

Las cejas de Gu Jingze se movieron un poco, y su mirada comenzó a parecer más calmada. En breve, llegaron a una tienda costosa de marca.

En el momento en que entraron, Gu Jingze recorrió la tienda con la mirada y le dijo a la vendedora que los seguía:

—Deme toda la ropa de su talla.

Al ver cuán decidido estaba Gu Jingze, los ojos de la vendedora empezaron a iluminarse. Guió deprisa a Lin Che al interior de la tienda.

Lin Che estaba estupefacta. Era la primera vez que experimentaba cómo los ricos iban de compras.

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