Li Sicheng no tenía una sensación de crisis en absoluto. Él se rio entre dientes y susurró:
—Vamos. Patea mi trasero.
Su Qianci le lanzó un puñetazo, pero en un abrir y cerrar de ojos él atrapó su mano. Luego, le giró el brazo y la inmovilizó contra el armario. Li Sicheng olisqueó su cuello, extendió la mano, encontró una capa de corrector y no pudo evitar soltar una risita.
La cara de Su Qianci estaba más roja, empujándolo con fuerza y tratando de patearlo.
—¡Deja de reír! ¡Todo es por tu culpa! —se quejó ella.
Sus ojos oscuros se hicieron más profundos. Li Sicheng sostuvo su rostro y la besó profundamente. Con la rodilla presionada entre sus piernas, la abrazó con fuerza con la otra mano, sin querer soltarla. Su Qianci parecía un poco asustada, extendió la mano y lo empujó, sacudiendo la cabeza en resistencia.
Li Sicheng sonrió y al final le mordió los labios.
—Cámbiate ahora.
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