—¿Sonia? ¡Sonia!
Al oír los gritos frenéticos, Sonia abrió los ojos lentamente y el rostro aterrorizado de Lilian apareció en su visión. Era la puesta de sol. Todo lo que Sonia sintió fueron los dolores y el entumecimiento en su cuerpo, especialmente el dolor punzante en su espalda. Se sentó lentamente, solo para encontrarse en un césped marchito. Era el final del otoño, donde la hierba fresca y verde se marchitaba gradualmente y las hojas se secaban. El frío viento sopló de entre los árboles del bosque e instantáneamente hizo temblar a Sonia. Bajó la mirada, descubriendo que sus ropas estaban completamente empapadas de aguas residuales y desprendían un terrible hedor. Lilian no estaba en ningún lugar mejor. Su pequeña cara estaba cubierta de marcas blancas y negras como un gatito. Su capa también estaba manchada por todo tipo de suciedad. No solo eso, sino que Sonia también sentía dolor y frío en su brazo izquierdo.
«Parece que aún me atacaron, ¿eh?»
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