El verano comenzó con una fuerte lluvia.
Las gotas salpicaron las ventanas, haciendo que el escenario exterior se volviera borroso. Uno solamente podía distinguir entre la ciudad y las montañas remotas a través de la silueta de los colores.
De pie frente a la ventana francesa y mirando los paisajes borrosos bajo la lluvia, Roland todavía sentía el canto de "La ciudad del amor" resonando en sus oídos.
No esperaba que, combinado con la habilidad de Eco, el primer espectáculo de drama realizado hace tres días pudiera tener un efecto tan sorprendente.
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