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Capítulo 10: Un Golpe Respetuoso En La Puerta

編集者: Nyoi-Bo Studio

Mubai dijo en voz baja: —De todas maneras, Xinghe es la madre de Lin Lin. Sí, ya no estamos legalmente casados, pero no podemos simplemente ignorar su sufrimiento.

La Señora Xi frunció el ceño ligeramente cuando replicó: —Es la decisión de la mujer rechazar nuestra ayuda. Tú mismo estás familiarizado con su rara y terca actitud. No ha sido más que un problema desde que llegó a la familia Xi. Ella no está dispuesta a admitir sus errores y se rehúsa a comunicarse con el resto de la familia, lo que nos hace andar con cuidado. Hice lo mejor que pude ofreciéndole ayuda una vez, pero ella se negó. No hacemos caridad aquí, no voy a rogarle que acepte nuestra ayuda.

—A pesar de eso, debiste habérmelo dicho al menos.

—Mubai, tu matrimonio con ella desde el comienzo fue un gran error. Tu padre obviamente no estaba pensando con claridad cuando permitió que esa mujer llegara a nuestra familia. Sé que no debió haber sido fácil vivir con esa horrible mujer. Fue una bendición que ella pidiera el divorcio, por lo tanto, no le voy a dar ninguna chance de regresar a esta familia. Además, es una mujer adulta, no va a morirse de hambre.

A decir verdad, ella tampoco estaba "viviendo mucho". Cuando la verdad se le revelara a Lin Lin en un futuro, definitivamente se enojaría con ellos.

Sin esperar que su desayuno llegara, Mubai se levantó y dijo: —Me voy a la oficina.

—Pero todavía no has desayunado.

La Señora Xi lo llamó, pero Mubai salió de la casa sin ni siquiera girar su cabeza.

—¿Ves, no te dije que no se lo escondieras a nuestro hijo? Te advertí que se iba a enojar cuando se enterara.

El padre de Mubai, Jiangsan, reprendió a su esposa.

La Señora Xi lo miró de reojo.

—¿Me estás culpando ahora? Esto es totalmente culpa tuya. Si no hubieses estado de acuerdo con el matrimonio en primer lugar, no habríamos terminado en este aprieto. Ahora, como ves, ninguna de las partes involucradas está feliz.

Jiangsan suspiró.

—Le debo mi vida al padre de Xinghe, y ese fue su deseo antes de morir, así que, ¿cómo podía decir que no? Además, ¿cómo podía saber que no se llevarían bien? En todo caso, aprendí mi lección. En un futuro, no me meteré en su matrimonio. Él puede elegir casarse con cualquiera.

—¿Qué tonterías estás diciendo ahora? Esa persona ya sido escogida y es Tianxin. Conozco a esta chica desde que era una bebé, y siempre la he tratado como a mi propia hija. Es perfecta para Mubai.

La boca de la Señora Xi se curvó con una sonrisa al mencionar el nombre de Tianxin.

Xinghe se despertó con una fatiga ejerciendo presión sobre ella.

El repentino resurgimiento de su memoria debió de haberle agregado algo de presión a su estado mental. El hecho de que ella fuese atropellada por un auto tampoco ayudaba en la situación.

Decidió quedarse en casa ese día y cuidar de su salud.

Había vacaciones escolares, por lo que Xia Zhi también se quedó en casa para ayudar a cuidar a su hermana.

—Hermanita, ¿estás segura de que te sientes bien? ¿Deberíamos ir al hospital? —preguntó Xia Zhi, preocupado.

Xinghe negó con la cabeza.

—Estoy bien. Por órdenes del doctor, tengo que quedarme en casa por unos días y descansar. La herida no es grave o, de lo contrario, no me hubiesen dejado ir.

—Pero te ves terriblemente pálida.

—Es así como se ve un paciente en recuperación normalmente…—dijo Xinghe con frivolidad.

No quería regresar al hospital. Su familia no podía gastar en su factura médica.

Mubai obviamente había dejado ir al conductor que la había atropellado. No quería deberle a Mubai, así que optó por sufrir en silencio.

Xia Zhi no soportaba verla así, por lo que añadió: —Hermanita, creo que es mejor que veamos al doctor. Todavía tenemos algo de dinero de sobra. Incluso papá dijo que te llevemos al hospital antes de irse al trabajo, así que, por favor, ¡escúchanos!

En realidad, apenas tenían suficiente para un chequeo.

Xinghe insistió que su herida no era nada para preocuparse y se rehusó a dejar su habitación.

Xia Zhi, por supuesto, sabía por qué ella no iba a ir. Cuando terminó su lucidez, alguien llamó a la puerta de su casa. Era un sonido lento y deliberado, un gran contraste con los apresurados que, normalmente, hacían sus rufianes vecinos.