El coche aceleraba por las calles desiertas. Fuera de la ventana del coche, de vez en cuando, se podían ver a algunos policías en uniforme paseando. Parecía que la situación de Xenia Wendleton había alertado a los altos mandos.
Justo entonces, el tono de un teléfono móvil interrumpió abruptamente el silencio.
Basil Jaak sacó el teléfono y vio que era Yetta Astir quien llamaba. Se preguntó qué querría la joven dama en un momento así. Llevando consigo un sentido de curiosidad, cogió la llamada.
—¿Basil Jaak? —preguntó Yetta Astir, seguido de respiraciones rápidas y cortas, sugiriendo que estaba implicada en alguna actividad intensa.
A pesar de las circunstancias, Basil Jaak no estaba inclinado a indagar y simplemente respondió:
—¿Sí?
—Entonces sube a un coche y encuéntrame en los suburbios, te estaré esperando en la Mansión Cumbre de la Nube —dijo Yetta Astir prontamente.
Basil Jaak preguntó confundido:
—¿Qué estás planeando?
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