Una sensación inexplicable brotó en su corazón mientras Sheyan observaba los huevos de Moria, el monstruo del océano, en la profundidad de la mucosidad. En comparación con los huevos anteriores, esos parpadeaban con un brillo peculiar; o en los términos de Melodía, ¡su alma! Pero le faltaba el calor arrogante y dominante de los que él recogió.
—Debe haber algún misterio profundo en su interior que aún no he entendido. —Sheyan murmuró para sí mismo.
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