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O XXXIX: ¡Asalto a la Tribu!

El día era sombrío, talvez eso fue la primera pista que nos dio el cielo.

Como todos los días, fui dar de beber a los hombres. No me quedé mucho tiempo, el agua tenía que ser recalentada para que los hombre no sufrieran alguna enfermedad.

Mientras volvía, traté de encontrar a Ymac, pero no la encontré, en este tiempo aún debería estar lavando la ropa. Resignada fui a ver a la abuela para que me tratara mi fatiga muscular, el entrenamiento pasado había sido muy extenuante, había pasado de entrenar sola a luchar con el jefe. En resumen, me dieron una paliza.

La abuela es una persona muy amable, ni siquiera preguntó por qué tenía heridas o como me fracturé los brazos, ella solo se quedaba callada y me frotaba con una mezcla de hierbas y me dejaba reposar en una cama.

Tan pronto salí de la cabaña de la abuela, escuché el gritó de una mujer y el cuerno fue soplado. Nos estaban atacando.

¿Quién era? ¿Por qué atacaría una tribu pacifica? Eso no importaba, solo importaba que estábamos bajo ataqué y que el cuerno fue tocado.

En la tribu, cada hombre tiene una obligación de la que no puede escapar, y esa es, que cada vez que el suena el cuerno, deben ir a la batalla. Todo hombre sabe que, si el cuerno es tocado, debe haber sangre y esta vez, no sería diferente.

Los hombre de la tribu, rápidamente salieron corriendo hacia al enemigo, con un hacha en la mano o con una lanza. Si observabas con atención, algunos ni siquiera estaban vestidos, solo llevaban una mascara aterradora y gritaban a todo pulmón.

Era como ver animales en una estampida, el enemigo reaccionó rápido pero también se asustó, por que nuestros guerreros no podían ser visto hasta que saltaban para arrancar la cabeza del enemigo.

Las mujeres protegíamos a los niños, los escondíamos en las cabañas y tomábamos cualquier cosa que sirva como arma, ahí nos quedábamos expectantes, con una leona que protege a muerte a su cachorro.

Pero algo en mí no estuvo de acuerdo con quedarme atrás, quería ser como ellos, agarrar una lanza y empalar a mis enemigos. La sangre en mi cuerpo comenzó a picarme.

¡No lo resisto más!

Agarré la lanza de un cadáver y la tapa de una olla, y salí corriendo hacia el enemigo, mi enemigo.

Mi lanza se balanceaba y mi cuerpo era como una resortera, potenciando mis ataques logré acertar a múltiples enemigos. La sangre se derramaba en mi lanza, pero ataques de espada y hachas querían acabar conmigo, no tuve más opción que esquivar y utilizar mi escudo para desviar.

Mis movimientos eran rápidos, por lo que pude salir de aquella situación y correr en otra dirección para volver a matar.

En la batalla, corríamos salvajes, apuntando el filo de nuestras lanza hacia nuestros enemigos, nos escondíamos y volvíamos a saltar. Los enemigos estaban en desventaja y pronto corrieron en retirada, pero ahí fue cuando la situación cambió.

— ¡Dioses salvajes! —

La presencia de tres grandes serpientes en el campo de batalla atemorizó a todos.

¡Hola, aquí el autor! No te olvides de comentar si te ha gustado y recomendar esta historia a los demás, me gusta mucho su apoyo a esta historia. Sin más, muchas gracias por su apoyo y nos vemos en otra capítulo de DDM. :3

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