O Parte XVIII: Dos caminos

El Padre Inti se alzaba en lo alto del cielo y alumbraba lo que en su día fue una alegre aldea, pero que ahora no era más ruinas y polvo acumulado.

La sangre aún se podía oler, pero está ya estaba secándose entre las piedras.

Me desperté de mi sueño y me destapé.

Don Hipo y yo no estábamos demasiado lejos por lo que al moverme lo desperté, el anciano masticó un poco el aire y comenzó a abrir su ojos.

Poniéndome de pie, fui a ver a la ñusta que la habíamos dejado tapada en el piso para que reposara.

Aún dormía, su bello rostro era visto por los rayos del sol pero este no parecía importarle.

Haciéndole un poco de sombra con mi figura, traté de revisar su condición.

Su rostro antes pálido, había recuperado su brillo y sus labios antes resecos, ahora estaban húmedos.

Los cuidados que le dimos a la ñusta Vera habían dado los frutos y por suerte, su fatiga se había aliviado.

Don Hipo quien ya se había levantado estaba acomodando el equipaje.

— Será mejor que la despiertes, debemos continuar nuestro viaje antes que ocurra otro incidente más —

La voz de Don Hipo parecía un poco soñolienta.

Desperté a la ñusta apretando sus mejillas, era algo que ella detestaba.

— ¡Suéltame! —

Gruñó.

Yo solo me reí por su comportamiento.

— Que bueno que ya despertaste Vera tenemos que irnos, deberías acomodar tus cosas —

Así fue como todos alistamos nuestro equipaje y partimos rumbo a la montaña.

En el camino, nos encontramos con algunas frutas que pudimos comer.

Sin embargo lo que más me sorprendió fue un animal tierno y salvaje, tenía un pelaje de cuero y marrón, cuatro patas y dos cuernos en él. Don Hipo dijo que era un cabrito, un animal noble que rondaba por las montañas y bendecía a los viajero con su balido, este ejemplar era una cría por lo que se había perdido o su madre andaba cerca, era peligroso porqué la madre lo protegería si llegáramos a acercarnos pero que sobre todo debido a su agilidad para escalar era difícil atraparlo.

Seguimos avanzando por la montaña y las nubes nos comenzó a rodear, al parecer habíamos llegado a cierta parte de Hanan Pacha, reino del cielo en donde vive el Dios Inti y Viracocha.

Generalmente el Hanan Pacha era inaccesible para los mortales, pues es un lugar sagrado y sellado por los Apus, espíritus de la montaña, pero debido a la maldad del Apu que custodiaba esta montaña el camino hacia Hanan Pacha se ha abierto.

Con mucho cuidado y silencio atravesamos el Hanan Pacha, aunque era un lugar sagrado en donde vivían los dioses, era un lugar para los muertos honorables que se lo habían ganado, ninguno de nosotros estábamos muertos y tampoco creíamos que nos lo habíamos ganado por lo que seguimos nuestro camino.

Bajamos la montaña y observamos a mitad de camino un gran cóndor que nos observaba de lejos, los tres brindamos nuestros respetos a Kundur.

Por suerte ya habíamos pasado Hanan Pacha, sino Kundur nos castigaría por entrar a tierra sagrada.

Así fue como pasamos la montaña y nos encontramos con la división del camino. Era necesario escoger al derecha o la izquierda.

Don Hipo sonrió y dio el primer paso pare decir.

— Este es el camino que uso para dirigirme a mi pueblo, sé que ustedes desean ir hacia el Sur por lo que deberán elegir el camino de la izquierda —

Don hipo estaba sonriendo, pero la ñusta y yo sabíamos que no era de felicidad. Esta era una despedida.

La ñusta Vera no dijo solo se acerco al viejo y lo abrazó, aunque no fue mucho tiempo Don Hipo se hizo mucho de querer en nuestro viaje. No pude evitar llorar, pero también me despedí de Don Hipo.

— Hasta pronto, espero que nos volvamos a ver —

Dije aún con lágrimas.

— El tiempo deberá decidir, espero al menos que mis cuentos las hayan entretenido —

Dijo Don Hipo dándose la vuelta y empezando a caminar.

Nuestros caminos se separan, pero siempre tendremos en la mente su recuerdo. Hasta otro día Don Hipo siempre lo recordaremos.

Vera y yo decidimos caminar, talvez el llanto no era una buena emoción para un viaje, talvez es mejor una sonrisa.

Si, seguro que es mejor así.

En estos dos caminos, nosotros fuimos a la izquierda y Don Hipo a la derecha.