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O PARTE IX: Pensamiento del Auqui

— Madre, dime, que fue lo que pasó ¡¿Por qué Padre reaccionó de esa manera! —

Preguntó el Auqui.

La Coya Cusi no quiso hablar, en su corazón detonaba la preocupación y el miedo.

— Madre, háblame y no calles, prácticamente todos pudimos ver la negra cara de mi padre ¡¿Qué podría hacer reaccionar al Inca de esa manera?! —

Imploró el hijo Vilca.

— ¡Es tu hermana! —

Gritó la Coya.

— Solo tu hermana podría hacer que Pachacamac desate su ira sobre nosotros —

El Auqui no reaccionó del todo, estaba atrapado con lo inaudito de la aparición de una hermana.

— Pero Madre, las ñustas del Inca son educadas e inculcadas la lealtad hacia el Sol y el Inca, ninguna podría rendir a Pachacamac —

Cusi sonrió un poco, la sabiduría de su hijo la ponía de buen humor.

— Fue ya hace mucho tiempo, Yucta Coya, era la esposa del Inca. De belleza y canto excepcionales, siempre vestía orgullosa y firme. Amable y recta apoyaba a tu padre en sus primeros años de gobernanza. Tu padre nunca fue buen visto por tu abuelo, él prefería a su hijo mayor. Sin embargo, Yucta Coya apoyó fielmente a tu padre y fue mujer guerrera en la lucha contra los Chankas. Fue así que tu padre subió al trono y su hermano mayor fue ejecutado —

— Yucta Coya estuvo con tu padre tres largos años, hasta que dio a luz en el lago Taalo. Tu padre había escuchado una profecía que decía que uno de sus hijos sería escogido por la muerte para derrumbar el Imperio, y cuando aquella niña nació se presentó Pachacamac para bendecirla. Tu padre se volvió loco, tomó su macana y asesinó a Yucta Coya y quiso seguir con la niña. Pero Pachacamac lo impidió, estallando en ira y remeciendo la tierra. Todos los dioses aparecieron para confrontar a Pachacamac, logrando apaciguarlo enviando a la niña con una doncella —

— Tu padre estaba molesto, pero temeroso de los Dioses. Mandó a borrar cualquier registro sobre Yucta Coya y su hija, y silenció a los testigos. Siendo ahora unas pocas personas quienes saben la verdad. Tienes una hermana mayor, Vilca —

La Coya Cusi contó la historia de la hermana del Auqui, tratando de medir las reacciones del varón.

— Entonces el terremoto en el templo —

La coya vio que su hijo se cernía de tristeza y trató de consolarlo sosteniendo su rostro.

— Era tu hermana, probablemente Pachacamac la encontró en su prisión dentro de una montaña. Tu padre hizo hasta lo imposible para proteger a este Imperio —

— Y algún día tu también velaras por él —

El Auqui miró con tristeza a su madre y pronunció.

— Lo entiendo, madre —

Así el Auqui regresó a su habitación, tenía mucho en que pensar.

Saludos cordiales, si llegaste hasta aquí. Que tengas un buen día.

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