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O L: Bajando las Montañas (I)

El ejército del Auqui marchaba en formación, descendiendo por las empinadas montañas. El sol se ocultaba lentamente en el horizonte, proyectando una luz dorada sobre el paisaje montañoso. Una quietud tensa se apoderaba de los soldados, cuyos rostros reflejaban una mezcla de determinación y aprensión.

A medida que los últimos rayos de sol se desvanecían, la oscuridad envolvía la cordillera. En ese momento, la anticipación se convertía en una sombra inquietante que recorría las filas del ejército. Todos sabían lo que les esperaba en la noche.

El Auqui, en la vanguardia del ejército, se mantenía alerta. Con cada paso descendente, la oscuridad se adueñaba del entorno, aumentando la sensación de peligro inminente. Miraba fijamente hacia adelante, buscando cualquier indicio de movimiento en la oscuridad que los rodeaba.

A medida que avanzaban, los soldados se aferraban a sus armas y se agrupaban más cerca unos de otros. El silencio era interrumpido únicamente por el crujir de las ramas bajo sus pies y el murmullo del viento entre los árboles. La tensión en el aire era palpable, como si las mismas montañas contuvieran su aliento, esperando el próximo acontecimiento.

De repente, las serpientes emergieron de la oscuridad. Serpientes venenosas de todos los tamaños y colores, reptando sigilosamente hacia el ejército. Los soldados se prepararon para el combate, blandiendo sus armas con destreza y valentía. Las serpientes atacaban con fiereza, buscando la carne y la sangre de los guerreros.

El Auqui lideraba la lucha, utilizando sus habilidades y valentía para enfrentar a las serpientes. Empuñaba su mazo con precisión, repeliendo los ataques de las criaturas venenosas. Su presencia inspiraba coraje en sus hombres, quienes luchaban junto a él, protegiéndose mutuamente de las mordeduras mortales.

Sin embargo, las serpientes no eran la única amenaza en la oscuridad de la noche. Voces susurrantes llenaban el aire, susurros inquietantes que penetraban en las mentes de los soldados. Las voces parecían provenir de todas partes, susurrando palabras de duda, miedo y desesperación.

Huamanga, el fiel sirviente del Auqui, luchaba contra las voces que intentaban socavar su determinación. Mantenía su mente enfocada en su señor y en la misión que tenían por delante. Recordaba las palabras de aliento que había compartido con el Auqui después de la batalla contra los hombres pájaros. Eran esas palabras las que le daban fuerza para resistir las perturbadoras voces en la oscuridad.

El combate continuaba en medio de la oscuridad y los susurros malignos. Los soldados se enfrentaban valientemente a las serpientes, luchando por su vida y por el éxito de su misión. La noche se prolongaba, pero el ejército del Auqui no flaqueaba en su determinación.

A medida que el amanecer se acercaba, las serpientes fueron disminuyendo en número. Los últimos susurros se desvanecieron lentamente, reemplazados por los primeros cantos de los pájaros al despertar. El ejército del Auqui había resistido la embestida de las criaturas nocturnas y las voces perturbadoras.

El sol comenzó a elevarse sobre el horizonte, bañando las montañas con su cálido resplandor. El ejército del Auqui, exhausto, pero victorioso, se preparaba para continuar su marcha descendente. La primera etapa de su peligroso viaje por la cordillera había concluido, pero aún quedaban desafíos por superar en su camino hacia el objetivo final.

¡Hola, aqui el autor! Espero que les guste este capítulo. Pueden apoyarme y apoyar la historia comentando y compartiendolo para que más personas lo lean. Sin más, muchas gracias y nos vemos en el siguiente capítulo.

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