—¡GGGRRRRUUUUUUUUAAAAAHHHHHHHHHHHH! —Se oyó un grito fuerte y desgarrador en dirección opuesta a la ciudad—. El grito venía desde el interior del bosque que tenía a mi izquierda. Ahí era donde estaba Solanum.
—Oh, mira, voy a jugar el papel de Caperucita Roja mientras busco a mi Abuelita en los bosques. Por suerte, también soy el Lobo Feroz que matará a la Abuelita esta vez —dije—. Sal, sal dondequiera que estés, Abuelita. No es momento para jugar al escondite ahora.
¿Se escondía de mí porque me temía o porque no creía que valiera su tiempo? —pensé—. Supongo que no lo sabría hasta que le preguntara esa pregunta yo mismo.
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