Gale no tenía el corazón para decirle a Cisne que regresara a su habitación. Parecía emocionada por ver el nuevo regalo que la Dinastía del Dragón Oriental tenía para ellos.
Gale solo podía confiar en la buena fe y esperaba que Jade no se atreviera a hacer alguna locura que pudiera herir los sentimientos de Cisne.
—Está bien, el carruaje ya está cerca de la entrada del castillo, ¿por qué no salimos a verlo juntos? —ofreció Gale—. ¿Quieres que te lleve en brazos?
—N-no hay necesidad, solo empuja mi silla de ruedas —rehusó Cisne—. Ser llevada por Gale la calentaría, pero no quería que Gale la llevara torpemente en brazos mientras daban la bienvenida al séquito de la Dinastía del Dragón Oriental.
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