—¿Puedo ir hasta ese árbol grande?
Era una pregunta arriesgada ya que no se alejaba más de cinco pies de él. Pedir ir quince más era exagerar, pero no podía permitirse estar restringida para siempre.
—No —dijo él, oscuro.
El rostro de Mauve cayó inmediatamente y frunció levemente los labios. Al principio, la expresión de Jael no cambió, luego ella oyó un fuerte suspiro.
—Hablaré con el Señor Garth al atardecer. Dale tiempo. En cuanto se repare la cerca, podrás pasear todo lo que quieras.
—¿De verdad? —chilló ella, acercándose aún más. Se detuvo frente a él y presionó su talón hacia arriba para poder verle mejor la cara.
—Pero solo durante el día.
Asintió varias veces. No necesitaba que él se lo dijera. No tenía intención de enfrentarse de nuevo a otro más pálido tan pronto. Todavía tenía las cicatrices del último.
Se agarró el hombro instintivamente y notó que los ojos de Jael parpadearon hacia su hombro y luego de vuelta a su cara.
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