Jael empujó la puerta de Mauve un poco demasiado fuerte. No tenía ninguna razón para estar aquí, pero de alguna manera lo estaba. Mill y Mauve se sobresaltaron al sonido de la puerta abriéndose.
—Jael —exclamó Mauve y se levantó de un salto.
—Señor —dijo Mill e inclinó su cabeza.
Mantuvo una expresión neutra mientras entraba aunque podía sentir un nudo en su estómago que se ataba más fuertemente mientras avanzaba.
Su cabello negro con mechas blancas estaba recogido en un moño, y algunos mechones colgaban sueltos alrededor de su rostro.
Aumentó el paso y en segundos estuvo frente a ella. Ella se encogió un poco bajo su mirada, pero él no podía dejar de mirar.
Las joyas doradas hacían juego con sus ojos, que reflejaban un tono dorado debido a la luz de las velas. Ella inclinó su cabeza ligeramente, escondiéndole sus ojos.
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