Mauve se sentó frente al tocador mientras Mil le cepillaba el cabello. Cerró los ojos mientras se concentraba en la sensación y lo aliviador que resultaba que alguien más le cepillara el cabello.
—No sé si servirá de consuelo y sé que no es mi lugar decirlo, pero Vae estaba bastante triste por dejarte aquí sola. Vino a mí y me dijo que me hiciera cargo de ti —dijo Mil mientras le cepillaba el pelo.
—Ya veo —respondió Mauve—. Puedo cuidarme bien por mí misma. Gracias. No tienes por qué preocuparte.
—Sí, por supuesto.
Por la manera apresurada en que respondió Mil, Mauve se dio cuenta de que sus palabras habían sonado más duras de lo que pretendía, pero no tenía energía para intentar enmendarlo. El hecho de que Vae pudiera hablar libremente con un vampiro que acababa de conocer, le molestaba un poco.
—¿Te dijo por qué se fue? —preguntó Mauve después de que pasaran algunos minutos.
Mil negó con la cabeza —Nada específico, solo que su trabajo aquí había terminado.
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