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Cambios

No podía dormir. No después de esa interacción con ese esclavo.

Café.

El maldito olía a café. ¿Cómo era eso posible? No tenía ningún sentido.

Y sin embargo, ¿Por qué me agradaba tanto? ¿Por qué me sentía aliviada que no olía como ese viejo apestoso del otro día?

—Después de todo, te gusta que no huela mal algo que te llama la atención. —Me murmuré en la almohada, hablando sola de nuevo como en la última media hora.

Cada vez que no podía dormir por alguna ansiedad, me ponía a hablar de todo en voz alta. Mis hermanos se burlarían de lo lindo, pero ellos no podían enterarse del origen de estos sentimientos.

—¿Por qué empezaste entonces? Solo por esos ojos. Eres una idiota. Bien sabes que no deberías. Papá te dijo que no.

Me hice una maraña en la cama, deshaciendo terrible mi cama. Mañana Martha me mataría por dejarle en tan mal estado la cama.

Abracé la almohada, intentando callar mi cabeza. La apreté con fuerza, inhalando profundamente y vaciando mi cabeza... Recordando la dureza de los músculos de ese esclavo de inmediato.

Café...

—¡Ugh!

Volé en la cama. Era imposible.

Me levanté y salí al balcón con unas intensas ganas de gritar, pero lo único que hice fue patear las ventanas y empezar a caminar en círculos. Estiré el cuerpo con energía, respirando profundo y luego maldiciendo estos pensamientos intrusivos.

Apreté la mandíbula, pasando mis manos por la cara con fuerza. Al volver a abrir los ojos, se desviaron naturalmente hacia la zona donde estaba el patio, justo donde el esclavo estaba encadenado...

Lo ví. Vi su figura, descansando en el suelo bocarriba. Me lo quedé viendo con atención, olvidando todo pensamiento pasado. Parecía tan tranquilo. Podía ver incluso sus ojos dorados viendo a la luna.

Subí la mirada también y tuve que darle crédito a la dama de la noche. Estaba hermosa, casi llena. Brillaba sobre todo sin discriminar y calmaba el alma.

Suspiré dejando salir todo mi estrés, admitiendo a mis adentros que me estaba volviendo loca por algo tan simple...

Si bien, solo era bizarro. ¿Quien diría que terminaría con ese extraño interés por un hombre que ni completamente humano era?

Bajé la mirada de nuevo y está vez lo ví viéndome. Todo mi cuerpo se llenó de escalofríos. Me congelé en el lugar y no aparté la mirada de él. No sé cómo se había dado cuenta, ni por qué había volteado de repente... Pero no me acobardé. Al menos no al momento.

Su mirada... Me calmaba, por una extraña razón.

Antes de comprender esos sentimientos, lo ví sonreír y lentamente cerró los ojos, dejando que la paz del sueño lo llevara lejos de ese lugar. Apreté los labios, deseando tener la conciencia limpia como él...

Al menos me relajó.

Me di vuelta para volver a entrar a mi habitación, pero el giro me mareó.

Me fui para atrás, pero con suerte logré agarrar la barandilla para estabilizarme. Todo en mi visión parecía demasiado cerca, demasiado grande. ¿Qué estaba pasando?

Luego las cosas empezaron a desenfocarse en mi visión y empecé a perder el pie. Me mareé, empecé a sentir pánico y mi respiración se descontroló. Mi visión estaba enfocando a todos lados, sin obedecerme.

El miedo me invadió y caí al suelo, cerrando los ojos.

El mundo se tranquilizó un poco en la oscuridad de mis párpados, pero aún sentía el mareo en mis sienes.

¿Qué había sido eso de repente?

Concentrándome en respirar, intenté ganarle al miedo. Solo tenía que relajarme, respirar...

Abrí los ojos tentativamente, pero aún seguía sin enfocar muy bien. Los volví a cerrar, pero está vez me dispuse a regresar a mi cama por lo menos. No podía quedarme afuera estando así. La noche era fresca, iba a resfriarme.

Con ojos cerrados, me levanté y me moví con las manos y mis recuerdos siendo mis guías. Agarrando mi tocador, contando los pasos hasta tantear la zona hasta el colchón y de ahí a acomodarme hasta poder sentarme. Abrí los ojos de nuevo, aunque el mareo empezó a disminuir. Me daba vueltas la visión, pero intenté no entrar en pánico. Más de lo que ya estaba pasando.

Me concentré en un punto en el suelo. Intenté enfocar eso como primer lugar. Una figura en la alfombra... Lo logré, dejé que todo lo demás se enfocara en consecuencia. Respiré hondo y al final todo empezó a equilibrarse en mi visión.

No supe qué fue eso, pero no quería que se volviera a repetir. Fue horrible... Y mañana tendría que revisarme. Quizás estaba mal de salud. Algo debía haber ahí.

Cansada de ese cambio drástico, al menos pude dormir por fin. Con el miedo de que volviera a suceder, tuve sueños extraños y desperté más cansada de lo que me dormí.

...

Cuando desperté, todo estaba normal en mi visión. Incluso llegué a pensar que solo había sido algo temporal. Martha me ayudó a vestirme y estuve tentada a comentarle, pero ya que nada parecía fuera de lo normal ahora, solo me quedé callada.

En el desayuno, saludé a todos de manera normal, sentándome a esperar ahora a Ray.

—Buenos días, querida. ¿Dormiste bien? —Pretuntó papá, quien levantó una ceja en mi dirección. —Se te nota muy fácil cuando no.

Odiaba mi piel blanca en esos aspectos.

—Me quedé dormida hasta tarde por leer. —Mentí con naturalidad. No era algo raro en mi hacer eso.

—Deberías cuidarte más. Recuerda que en tres días tendremos la fiesta de otoño. —Me recordó mi madre, algo que me cayó como agua fría.

La había olvidado por completo.

Un baile ostentoso donde los invitados solían usar máscaras o adornos animales sobre sus vestidos y trajes caros para hacer una celebración en nombre a las cosechas fructíferas del año. Era una tradición de muchas décadas –siglos, si te creías las historias– que me parecía hoy en día de lo mas hipócrita. Ya dejaban de lado el campo, la caza y la naturaleza. Ahora ya solo era una excusa para ocultar tu identidad y coquetear con medio mundo bajo el anonimato.

—Ah... Cierto. —Murmuré un poco desanimada. No me gustaban las fiestas grandes, apenas las reuniones pequeñas con amigas.

—Diane, ya hablamos de esto. Tienes que salir más, no puedes esconderte siempre en la casa y tras tus amigas. Somos una familia de renombre, tienes que dejar eso en claro.

A mi padre le interesaba más el cómo nos vería la sociedad que los deseos de su hija, aunque a ese punto ya era normal.

—Si, está bien. —Dije aguantandome el suspiro, y por suerte Cedric al menos se dió cuenta que me estaba molestando el tema de conversación e interrumpió con rapidez.

—Bueno, hablando de apariencias, ¿Dónde está Ray? Ya tardó.

Casi como si lo hubieran invocado, escuché sus pasos en las escaleras, bajando a prisas. Otra vez tarde... Seguramente la noche pasada se la había llevado de largo en algún burdel. Cerdo.

—Ya viene, ya lo escuché en las escaleras. —Dije un poco distraída, aunque Cedric me volteó a ver con la ceja levantada.

—¿Lo escuchaste...?

Con un golpe de la puerta, Ray entró en escena, un poco despeinado, desvelado y falto de aire por las prisas. Cedric me volteó a ver una vez más y yo solo me encogí de hombros. Me sorprendía que él no lo hubiera escuchado, estaba siendo muy ruidoso.

—Hola, familia. Lamento la tardanza... ¿Qué hay de desayunar?

—Raymond, ya es la tercera vez en dos semanas...

—Si, si, lo siento madre. Ya empezaré a negarme a salir muy tarde. —Le dijo en tono juguetón, a lo que hizo resoplar a mamá.

—Solo siéntate, ya tenemos hambre. —Le regañó papá, aunque no parecía muy interesado en sus actividades nocturnas como mi madre.

De inmediato me llegó el olor de los huevos con tocino venir de la puerta hacia la cocina y mi estómago gruñó en protesta, haciendo voltear a todos.

Me sonrojé, a lo que todos se rieron de mí.

—Alguien amaneció con un oso en el estómago. —Se burló mi hermano mayor.

—Bueno, no me puedo resistir a huevos con tocino. —Me defendí. A diferencia de muchas mujeres, a mí me encantaba la carne. No podía resistirme a un buen filete, aunque fuera una pequeña porción.

Antes de que me dijeran otra cosa, las puertas de la cocina se abrieron de par en par y los platillos de desayuno volaron a nuestros lugares. El aroma de los huevos con tocino se intensificó a la par de mi hambre y toda conversación se ahogó en comida. Con pequeñas charlas sin sentido entre mi padre y hermanos sobre sus hobbies de carreras de caballos, el desayuno transcurrió sin mas complicaciones.

Al terminar, llena del delicioso desayuno, decidí dar una caminata para la digestión, llegando como un imán al jardín frente a mi habitación, al lado de mi balcón y al medio entre el patio del esclavo... Y algo hizo click en mi cabeza entonces.

Era una larga, larga distancia. ¿Cómo demonios había logrado ver al esclavo? Y no solo eso. Vi sus ojos, su sonrisa... ¿Cómo lo había logrado?

Escuché algo removerse en los arbustos y volteé alarmada a esa dirección. Solo era una ardilla... De la que escuchaba sus mordiscos a una semilla que estaba masticando. ¿Qué demon...?

—¡Ey! Diane, ¿Harás algo hoy? —Raymomd me hizo saltar, como si me hubiera gritado justo al oído. El tonto se rió, simplemente descartandolo. —¿Qué, te asusté? Has estado distraída últimamente.

—Si, no ayuda que llegues gritando de la nada...

—¿Gritando? Apenas te llamé. —Ahora si que me vio raro, pero solo lo descartó con un suspiro. —Ya, ¿pero estás libre o no?

—Uhm... Si, ¿Por qué? ¿A dónde me quieres llevar? —Usualmente por eso me preguntaba, así que no tenía por qué preguntar más. Él me sonrió de inmediato, sabiendo que ya había ganado.

—De compras, claro. Ya usé todos mis trajes y recién descubrí que no tenía ninguno para mañana. Y conociéndote, sé que tampoco tienes vestido. Así eres de distraida, así que vamos de compras.

—No quiero ayudarte para acostarte con otra incauta, Ray. —Le respondí poniendo los ojos en blanco, cruzándome de brazos. —Tengo mi ética en alto.

Ray solo se rió, pero me pasó el brazo por encima de los hombros.

—¿Y si te compro algo más? Lo que quieras.

—No soy alguien que compras con dinero, ya deberías saberlo.

—¿Qué tal comida?

—¿Quieres que te odie por engordarme?

—Ugh, eres imposible. ¿Qué tal si te debo un favor?

—¿A esas llegamos? ¿Pues a quien quieres meter en tus sábanas? —De hecho estaba siendo bastante insistente.

—Mm... ¿Te lo digo en la tienda?

Entrecerré los ojos para verlo, cruzándome de brazos. Ugh, el idiota sabía que solo la curiosidad podría convencerme. No era alguien de dinero, pero ciertamente a alguien que le interesaba saber los chismes.

—Ugh, pero me seguirás debiendo ese favor de todos modos. Ya solo vamos, tonto.

Sonrió como un diablillo, sabiendo que había ganado una de las mejores recomendaciones de moda en el mercado. No era la más social... Pero ciertamente era muy influyente.

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