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La Sombra de la Ambición

Los días en Oftalmolecusamp transcurrían con alegría y optimismo. Las festividades continuaban en honor a la nueva alianza con el Imperio Dominitiano y el Imperio Tihuahán. El palacio estaba adornado con banderas y decoraciones, y la atmósfera era de celebración y esperanza.

Alaric y su tripulación disfrutaban de la festividad, mientras los embajadores dominitianos y tihuahánenses también se unían a las celebraciones. La camaradería entre las naciones parecía haber alcanzado su punto culminante.

Durante una de las ceremonias, Kyllia I se acercó a Alaric con un semblante más solemne de lo habitual.

—Alaric —dijo Kyllia con voz grave—, tengo algo importante que comunicarte.

Alaric, notando el tono serio del rey, asintió y se apartó del bullicio para escuchar.

—¿Qué ocurre, Kyllia? —preguntó Alaric, su expresión preocupada.

Kyllia I respiró profundamente antes de hablar.

—Lamentablemente, mi padre, el rey Alder VII de Oftalmolecusamp, ha fallecido —dijo Kyllia, su tono lleno de pesar—. Este es un momento de gran tristeza, pero también es un momento para reflexionar sobre el futuro de nuestra región y nuestras alianzas.

Alaric frunció el ceño, impactado por la noticia.

—Lo siento mucho, Kyllia. Alder fue un gran líder y un aliado valioso.

Kyllia asintió, agradeciendo las condolencias de Alaric.

—Gracias, Alaric. Ahora, mientras avanzamos, debemos pensar en cómo asegurar la estabilidad y la prosperidad para todos nuestros pueblos.

Pasaron los años, y la alegría de la alianza se transformó en un periodo de paz relativa. Sin embargo, una sombra comenzó a crecer sobre Oftalmolecusamp. Kyllia I, consumido por la ambición de expandir el poder de su reino, comenzó a actuar con decisiones secretas y arriesgadas.

Alaric, ajeno a los movimientos subterráneos, continuó trabajando para fortalecer las alianzas y mejorar las relaciones entre los reinos. Sin embargo, Kyllia I tenía otros planes. Bajo su mandato, se había preparado un ejército en secreto, con la intención de expandir el territorio de Oftalmolecusamp a expensas de los aliados. La ambición de Kyllia había eclipsado su juicio y le llevó a actuar sin consultar a sus aliados o a su viejo amigo Alaric.

Una mañana, mientras el sol apenas comenzaba a iluminar el horizonte, Alaric recibió una noticia que lo sorprendió y preocupó profundamente. Kyllia I, en un acto de secreto y audaz, había lanzado una ofensiva contra el Imperio Dominitiano. El ejército de Oftalmolecusamp había cruzado las fronteras en un ataque sorpresa, sin previo aviso.

El corazón de Alaric se hundió al escuchar las noticias. Se dirigió rápidamente al palacio, buscando respuestas y una explicación para la traición que acababa de descubrir. Cuando llegó, encontró a Kyllia I en su despacho, revisando mapas y estrategias de guerra.

—¡Kyllia! ¿Qué estás haciendo? —exclamó Alaric, su voz cargada de furia y desilusión—. ¿Por qué has atacado a nuestros aliados?

Kyllia levantó la vista, mostrando una mezcla de nerviosismo y determinación.

—Alaric, lo hice por el bien de nuestro reino. Necesitábamos expandir nuestro territorio y asegurar nuestro futuro. Los Dominitianos tienen recursos valiosos que necesitamos para fortalecer nuestro poder.

Alaric estaba atónito. Las palabras de Kyllia resonaban como una traición hacia todo lo que habían trabajado para construir.

—¡Pero esto pone en riesgo todas nuestras alianzas y nuestra integridad! —gritó Alaric—. ¡Cómo pudiste hacer esto sin consultarme, sin informarme de tus intenciones!

Kyllia se levantó de su silla, su expresión ahora dura.

—Lo que hice fue por el bien de Oftalmolecusamp. No podía esperar a que las circunstancias se volviesen más complicadas. No podía arriesgar el futuro de nuestro reino a la incertidumbre.

Alaric sintió una mezcla de frustración y tristeza. Sabía que debía hacer algo para detener esta guerra inminente y evitar una catástrofe mayor.

—Debo ir a buscar a los líderes dominitianos y tihuanenses —dijo Alaric, su voz decidida—. Debemos tratar de resolver esto antes de que sea demasiado tarde.

Kyllia asintió, comprendiendo la seriedad de la situación.

—Haz lo que debas hacer, Alaric. Solo espero que podamos encontrar una solución antes de que la situación se agrave más.

Alaric se preparó para una misión de emergencia, con la esperanza de negociar la paz y restaurar la confianza entre los reinos. La tarea sería monumental, pero estaba decidido a enmendar los errores y evitar que la ambición desmedida de un solo hombre destruyera todo lo que habían logrado.

Mientras partía, la incertidumbre del futuro y la urgencia de sus acciones pesaban sobre sus hombros. Sabía que el camino hacia la reconciliación sería arduo, pero estaba dispuesto a luchar por la paz y la unidad que habían construido con tanto esfuerzo.

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