—Roxana miró hacia adelante al castillo. ¿Qué hacía todavía sin haber encontrado un objeto para robar? Se estaba dejando distraer y perder el foco de su objetivo. Ese pecaminosamente hermoso Rey le hacía tener pensamientos siniestros que de alguna manera la mantenían despierta por la noche.
—¿Deseos, dicen? No se podía permitir deseos.
Enderezándose, entró. Hoy tendría que hacer algo sobre sus matones o quizás el mismo Sir Fulker. O tal vez podría usar al Señor Quintus. Lo que necesitara hacer, tendría que esperar y ver.
Dirigiéndose a los cuarteles de defensa, preparó sus defensas. —Buenos días, Sir Fulker —saludó.
—¡Rox! —gritó—. Espero que no hayas estado holgazaneando durante tu turno de noche. Hoy seré más duro contigo. Especialmente porque serás el guardia de Su Majestad —la miró críticamente—. No sé qué encantos has usado para obtener esa posición, pero te tengo en la mira, joven.
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