—¿Qué te parece eso, hmm? —preguntó Joaquín con una leve sonrisa.
—Es curioso cómo siempre encuentras maneras de hacerme reconsiderar —rió Joaquín con desdén, mientras Aries se encogía de hombros con indiferencia—. ¿Por qué estás tan segura, Aries? ¿Es porque Haimirich te respalda?
—Piensa lo que te ayude a dormir por la noche —dijo Aries con una sonrisa suficiente—. Pero lo que puedo decirte es que si matas a mi gente, no dudaré en cortarme. Una vez mi hermano se entere de mi muerte... derretirá tu trono con tú en él.
—Eres una mujer afortunada, Aries —Joaquín se mofó de su afirmación, pero su sonrisa no llegó a sus ojos.
—No lo negaré.
—Ja —dejó escapar una risa seca, observando sus ojos desafiantes—. No tendrás que reconsiderar tu problema de abajo. Se curará solo una vez transformado; eres consciente de eso, Aries.
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