—Lerna siempre había estado bajo estricta vigilancia. No se le permitía conocer gente ni hacer amigos. No se toleraban ni los más mínimos errores. Su padre, Ukdah, raramente se reunía con ella —se decía que tenía más de dos mil años y que había alcanzado la inmortalidad cuando estaba en su treintena. Siempre que Lerna se encontraba con su padre, lo veía... loco. Había ira en sus ojos y una mirada de locura. El hombre medía tres metros de altura y tenía un cuerpo hecho de músculos tan duros como el acero. Frente a él, Lerna parecía tan pequeña, como un bebé en su cuna.
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