—¡Aquí está! —Rafael la puso en el carrito y luego comenzó a dirigirlo con una mano mientras su otra mano descansaba detrás de la zona baja de su espalda.
Las chicas las seguían de atrás con una mirada aburrida.
—¿Podemos ir a comprar dulces? —Abi les preguntó a sus padres con voz pequeña. Ir de compras se suponía que era emocionante como solían disfrutar en el parque. Pero ahora no parecía divertido.
—No, cariño —Marissa dijo mientras observaba las cajas de cereales—. Ya tenemos muchos dulces en casa.
Rafael miró por encima de su hombro y se acercó a Marissa.
—¿Qué tal si les permitimos ir a esa sección en particular con un carrito o una canasta? Dejemos que tomen tantos caramelos como quieran —propuso.
Marissa abrió la boca para discutir cuando él le tomó del brazo.
—Cariño. Dejémosles tener algo de espacio —se giró para mirar sus caras. Ambas estaban discutiendo algo sobre la imagen de un cereal donde un adolescente mostraba sus músculos.
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