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Capítulo 12

Solo siete días siguiendo a Fernando nos habían servido para saber exactamente que era de su vida, y eso se resumía a cinco palabras: "Alcohol", "Mujeres" y "Mantenido por papi". El hombre no hacia mas que ir al mismo Bar todos los días a la misma hora y luego llamaba a alguna "amiga" que se llevaba a la hacienda para después hacer solo Dios sabe que ahí dentro, Marceline y yo decidimos no volver a entrar en ese lugar sin permiso de los dueños, no por ahora.

—Deberíamos ir a preguntar al Bar que es lo que saben de Fernando —propuse de repente mientras Marceline se llevaba su burrito a la boca, burrito que quedó pausado en el aire gracias a que me miraba como si estuviera loca.

—¿Escuche mal?, ¿o es que quieres ir a un Bar donde la mayoría de los clientes son hombres mayores y alcohólicos? —preguntó Marceline bajando su burrito hasta el plato.

—Solo será de entrada por salida, además podemos ir por la mañana, antes de que aquello se llene de borrachos y Fernando nos encuentre ahí —todo estaría bien, como lo había estado con nosotras siguiendo a Fernando toda una semana, esto solo sería parte del plan que ya habíamos hecho anteriormente en la casa de Román.

Parecía ser que Marceline de verdad lo estaba pensando ya que no dijo nada por un buen rato.

—Esta bien, mañana iremos saliendo de la escuela, pero queda prohibido decirle a Román —proclamó mi amiga sorprendiéndome por completo, ¿que había ocurrido entre ellos como para que Marceline comenzara a querer excluir a Román de todo lo que hacíamos?, ¿se habían peleado y Marceline no me lo contó? no sería de extrañar que no me lo dijera, ella siempre había sido el tipo de persona que mantiene esos temas lo mas alejados posible de las personas a su alrededor.

—¿Por que no le quieres decir a Román? —dije tratando de exprimir un poco de información acerca de esos dos.

—Alexis, creo que lo estamos involucrando demasiado en un asunto en el que ni siquiera conocía a la víctima —tal vez tenga razón, pero aún así no parece como si Román quisiera que lo excluyéramos de todo esto, al contrario, parecía querer formar parte de todo lo que estábamos haciendo.

—A mi me parece que él quiere que lo involucremos, si no fuese así ya nos habría puesto un montón de excusas para zafarse de nuestros planes para encontrar al asesino —entendía por completo a lo que se refería mi amiga, ella no quería que alguien a quien conocíamos de poco tiempo saliera dañado gracias a nosotras.

—Puede que tengas razón, puede que a Román le encante jugar al detective con nosotras, pero lo que hacemos es peligroso, no sabemos a que loco estamos siguiendo, y Román no tiene por que cruzarse en la mira de un loco o loca en potencia —miré mi burrito que esperaba ser devorado por mi, solo e indefenso en aquel plato, ¿acaso Román se estaba convirtiendo en una especie de burrito indefenso?, suena raro, pero de verdad estaba asociando esta situación a mi almuerzo de un lunes por la mañana. No se si era el hambre o mi alma filosófica, pero ahora mismo me sentía como la responsable de poner al pobre e indefenso Román en un plato como un burrito, esperando a ser devorado por un asesino que seguía hambriento después de echarse a mi difunta amiga.

—Tienes razón, no podemos dejar que Román sea ese burrito, no podemos ponerlo en un plato para que ese mal nacido asesino se lo coma —dije sintiéndome como Bill Pullman dando su discurso antes de la batalla contra los alienigenas en la película Día de la Independencia. Mi madre de verdad que tenía que alejarme de las películas de Hollywood cuanto antes.

Marceline había dejado de comer por completo y ahora me miraba de manera rara, no la culpaba, la que estaba soltando idioteces aquí era yo, y por lo pronto tendría que explicarle como había hecho una metáfora de un burrito y el chico que le gusta.

—¿Alexis, te metiste algo antes de venir a la escuela? —su mirada ya no era de extrañeza, sino de preocupación, tenía que explicarle rápidamente a lo que me refería si no quería que mi amiga me llevara al hospital.

Le explique a Marceline la metáfora del burrito, y justo después de eso la campana que indicaba que era hora de volver a nuestras vidas de adolescentes en preparatoria sonó, nos alejamos de nuestro pequeño hobby que incluía asesinos, burritos, espionaje y un poco de intrepidez, regresamos a clases y decidimos que esa tarde no seguiríamos a Fernando, lo hacíamos por salud mental, después de todo este tiempo yendo detrás de él no podíamos sentirnos peor de lo que ya lo hacíamos justo antes de empezar, era desgastante y aburrido.

En cuanto a Erick y Sofía, algo extraño había ocurrido, tan extraño como para hacerme sospechar aun mas de aquel par, parecía que los dos habían decidido no volver a hablar, ya que ni siquiera se miraban a la cara cuando se cruzaban en la escuela, ni un "hola" de por medio, eran ellos, pero de hace casi un semestre atrás, cuando Kathe aun vivía. Los hermanos Mausan me causaban desconfianza y estaba segura de que los dos ocultaban algo, aquel secreto probablemente estaba conectado, lo deducía ya que los hermanos a veces descubren cosas desagradables los unos de los otros.

El martes por la tarde Marceline y yo caminábamos por las calles de nuestro pequeño y aburrido pueblo, nos estábamos alejando de la zona centro, el Bar al que recurría con bastante frecuencia Fernando estaba en una colonia muy poco habitada, los transeúnte eran escasos y el pavimento estaba en peores condiciones que el de las calles principales y mas transitadas de nuestro pueblo natal, era evidente que no era el lugar mas seguro de todos.

—Di me por favor que traes tu gas pimienta —susurró Marceline acercándose a mi sin dejar de mirar a todas partes con desconfianza.

Metí mi mano al bolsillo de mi chamarra para tomar el gas pimienta, ese gesto me dio seguridad al instante.

—Si, lo tengo en la bolsa de mi chamarra —las dos habíamos acordado ir armadas al Bar, porque aunque ya habíamos estado por estos rumbos, creíamos que ahí dentro era mas peligroso que aquí afuera.

Pasamos junto al parque donde estuvimos escondiéndonos para espiar a Fernando de lejos, y tragando saliva nos acercamos a paso lento al Bar.

La fachada del pequeño local estaba pintada de un azul oscuro que podía confundirse con negro, unas letras blancas que rezaban "Bar El Charro" adornaban la pared junto con la silueta de un hombre de sombrero, una puerta de madera con remaches mas grandes de lo necesario que casi llegaba al techo dejaba entrar a cualquiera que tuviera el valor de hacerlo.

Aquel lugar lucia como una cantina por completo, el nombre de Bar se lo habían dado solo para dejar pasar a mujeres, de eso no me quedaba duda, en un lugar tan pequeño como lo era mi pueblo, las cantinas seguían siendo exclusivamente para hombres, para nada machista ¿verdad?

Mi mano derecha empujó la gran puerta de madera, Marceline y yo entramos mirando a todos lados esperando que no hubiese un montón de borrachos, y sobre todo, esperando que Fernando no estuviera ahí.

Por dentro el lugar no se veía tan mal, todos los muebles eran de madera que parecía tallada a mano, desde la barra, los bancos de la barra, las mesas y sillas que estaban distribuidas alrededor de unas cuantas columnas de las que colgaban bustos de caballos tallados en mas madera, todo era de madera. El olor a cigarro era penetrante y había muy poca luz natural por lo que solo mantenían unas luces amarillas prendidas que le daban un aire cálido a aquel lúgubre lugar.

Para nuestra suerte solo había un par de personas, el cantinero y una chica que parecía ayudarle a llevar los tragos a las mesas. Los pocos hombre en el Bar estaban viendo una pantalla plana a las espaldas del cantinero muy por encima de su cabeza. Un partido de fútbol era lo que los mantenía con la vista fija en la televisión.

Me armé de valor y caminé con Marceline justo detrás de mi hasta la barra que se encontraba vacía, no cabía duda de que dos menores de edad en un Bar a las 5 de la tarde llamaban la atención de cualquiera, y mas si estabas en el pueblo en el que estábamos.

Realmente no sabía que le diría al cantinero y a la chica para poder obtener algo de información acerca de Fernando, pero aun así tuve la confianza para caminar hasta ellos.

Justo antes de que tuviera que pensar en que diría, Marceline se me adelanto y pasándome de largo se dirigió al cantinero diciendo:

—Hola, estoy buscando a Fernando, él es mi novio —mis ojos casi se salen de sus cuencas, no sabía lo que estaba planeando mi amiga, pero ella parecía estar muy segura de su plan ya que no vaciló ni un segundo al hablar.

—¿Fernando, cual de todos los que vienen por aquí? —preguntó el cantinero con una risita en su rostro mientras miraba a la chica sentada al otro lado de la barra que había dejado de mirar su teléfono debido a nuestra intromisión.

—Fernando Mausan, su padre es... —mi amiga no terminó de hablar ya que el cantinero se le adelantó.

—¿Hablas de ese niño rico de los campos de agave que suele venir aquí? —por supuesto que él sabía quien era, Fernando se la pasaba metido en este lugar todo el tiempo.

Marceline asintió y el cantinero comenzó a desembuchar.

—Él viene aquí casi siempre con el hijo de mi patrón, se ponen borrachos y cada quien se va con una chica, no creo que sea un buen tipo, deberías buscarte otro novio —sabíamos que Fernando se la pasaba aquí y que salía del Bar con una chica diferente siempre, lo único nuevo era que se veía con el hijo del dueño del Bar para ponerse borracho, nada sorprendente.

—Sabía que era un imbécil, ¿por que no escuché a mi madre? —la actuación de mi amiga no era la mejor, y estaba segura de que el cantinero se dio cuenta cuando Marceline se dio la vuelta para abrazarme y fingir que estaba destrozada por la supuesta infidelidad.

—Podría decirme si la noche en la que murió a Katherine Márquez él estaba aquí con alguna mujerzuela, él me dijo que no podría estar en la fiesta que organizaba su hermano porque iría al funeral de la abuela de su mejor amigo, quiero saber si desde entonces me engañaba —sus dotes de actuación habían comenzado a mejorar, sus ojos estaban llorosos y constantemente se tallaba la nariz como si se limpiara los mocos.

—Esa noche había mucha gente, tal vez si estuvo aquí, pero la verdad yo no lo vi —dijo el cantinero encogiéndose de hombros.

El que Fernando no estuviera aquí esa noche no lo hacía culpable, pero tampoco por eso era inocente del todo, probablemente no estaba aquí por que estaba asesinado a Kathe, o tal vez estaba con otra de sus conquistas haciendo su propia fiesta, la respuesta del cantinero no nos ayudaba mucho.

—Si, será mejor que le pregunte al hijo de su jefe, ¿usted sabe como se llama? —intentó hacerlo hablar Marceline haciendo unas muecas extrañas mientras seguía tallando se la nariz.

—Se supone que eres la novia de Fernando, ¿no deberías saber el nombre de su amigo? —el cantinero había comenzado a dudar de nuestras mentiras, tal vez era momento de salir huyendo de ahí, después de todo, no creo que pudiéramos conseguir mas información que de verdad fuera de ayuda.

—No lo sabe porque no es mi novia —la inconfundible voz altanera de Fernando nos hizo girar la cabeza a las dos.

Caminó hasta nosotras y pasando un brazo sobre los hombros de Marceline le dio una sonrisa al cantinero.

—Pero si quieres puedes ser mi novia por una noche —declaró Fernando provocándome asco y miedo al mismo tiempo.

No sabía que hacer, Fernando nos tenia contra la espada y la pared, si él quería podía llamar a la policía para decirles que lo estábamos acosando, de eso tenía al cantinero como testigo, o podría ser el asesino y ahora podría ir directamente a asesinarnos ya que hemos ido por ahí preguntado por él.

—Es mi ex novio, lo odio y quiero tener motivos para pelear con él de nuevo —balbuceó Marceline de repente, empujó el brazo de Fernando lejos de sus hombros y se cruzó de brazos mirándolo mal.

—Oye lindura, no se por que están preguntando por mi, y mucho menos sé por que me han estado persiguiendo desde hace una semana, pero si se que si no me dejan en paz esto no tendrá un final bonito —aseguró Fernando acercándose de mas a Marceline, hablando en voz muy baja para que el cantinero no alcanzara a escuchar lo que estaba diciéndole a mi amiga.

La amenaza de Fernando me hizo reaccionar y me puse frente al imbécil para que mi amiga pudiera respirar.

—El que no tendrá un final bonito eres tu si no te alejas de mi amiga —exclamé enojada metiendo mi mano a la bolsa de la chamarra que llevaba para tomar el gas pimienta en caso de que las cosas se salieran de control.

Fernando soltó una carcajada agria y siendo el baboso que es acercó su cara todo lo que pudo a la mía.

—¿Y que harás, bomboncito?, incluso si le pidieran ayuda a la zorra muerta de tu amiga no podrían hacer algo contra mi —la ira subió por mi cara y sin pensar dos veces lo volví a golpear, si, otra vez.

Mi mano comenzó a latir, esta vez si que le había dado con fuerza, incluso el cantinero lo notó, la expresión en su cara decía todo. Di unos pasos hacia atrás y miré a Fernando sostener su mejilla.

—¡Hija de la chingada! —gritó mirándome como si quisiera matarme.

Cuando dejó de cubrirse la mejilla pude ver que había sangre en la comisura de su boca, y al parecer él también vio la sangre en la mano que había estado en el área donde mi puño había impactado.

—Esta vez no lo dejaré pasar —Fernando iba a dar un paso hacia mi cuando me di cuenta de que mi amiga se había movido tan rápido que no la había visto y ahora estaba detrás de él.

Fernando dio otro paso y ahí fue cuando el miedo se apoderó de mi, mis instintos me hicieron actuar para sobrevivir y por eso saqué el gas pimienta de mi bolsa. Lo que paso después sucedió muy rápido.

Yo roseando el gas en los ojos de Fernando.

Marceline saltando en la espalda de Fernando.

Fernando tirando a Marceline sobre una mesa.

La gente a nuestro alrededor intervino, cosa que no ayudó mucho ya que Fernando no veía nada por el gas pimienta que le arrojé y terminó lanzando golpes a todos los que se le acercaron, esto desencadenó otra pelea donde casi 7 personas terminamos involucradas.

Ojala todo hubiese terminado en esa pelea, pero la Ley de Murphy no podría ser mas verídica, y todo salió tan mal como pudo haber salido.

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